martes, 11 de septiembre de 2012

Castillos de Escocia, los guardianes de las Tierras Altas

Cómo llegar

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En Escocia se ha documentado la existencia de más de dos mil castillos; sin embargo, en la actualidad muchos solo se conocen gracias a estos registros históricos. Los que permanecen en pie se extienden a lo largo de todo el territorio, fueron construidos en diferentes períodos y muestran diversos grados de conservación. Incluso los que presentan un aspecto excelente han ido cambiando parte de su fisonomía a lo largo de los siglos, por lo que resulta muy habitual ver una confluencia de estilos artísticos y arquitectónicos. Con el fin de entender la evolución de estas construcciones, nos tenemos que remontar a los siglos XI y XII, cuando surgieron los primeros castillos influidos por los normandos y fue, ya durante el siglo XIII, cuando fueron reemplazados por edificios de piedra. El período comprendido entre los siglos XIV y XVII no fue el mejor momento para mostrar la opulencia, ya que se levantaron casas-torre mucho más modestas. En el siglo XVIII se regresaba al estilo medieval, aunque en su mayoría se asemejaban más a casas, y esta tendencia culminaba con la hermosura y majestuosidad del estilo señorial escocés del siglo XIX. 

La enorme cantidad de castillos que alberga Escocia hace que algunos sean de uso privado: no se permite la visita y se reducen a ser una residencia familiar. Otros, por su parte, se han convertido en hoteles, por lo general de una excelente calidad y con un producto estelar: las bodas. Su majestuosidad se ha puesto al servicio de las parejas que pretenden darse un Sí, quiero especial, y también juegan un papel importante como enclaves para celebrar una luna de miel de ensueño. Si se tiene especial interés en visitar alguno, una manera más económica de hacerlo es acudir a cenar, comer o tomar el afternoon tea. Es muy recomendable conocer los que están gestionados por el Historic Scotland y por la National Trust for Scotland, puesto que supone una referencia y una vigilancia continua de sus parámetros de calidad. Toda la información necesaria para organizar una visita se encuentra en sus páginas web oficiales. En referencia a los horarios, hay que tener una organización medida al detalle porque incluso en temporada alta éstos se quedan cortos para las agendas apretadas. Balmoral, por supuesto, es un caso aparte, ya que depende de las vacaciones estivales de la reina Isabel, y en agosto y septiembre suele permanecer cerrado. Al contrario que Buckingham Palace en Londres, que abre sus puertas cuando la monarca se desplaza a Escocia. 

Traiciones y batallas

Además de leyendas y fantasmas para todos los gustos, algunos bastante pintorescos, lo que se puede afirmar al cien por cien es que sus paredes recogen la historia de Escocia. Batallas, uniones y traiciones se han forjado entre sus estancias. María Estuardo, conocida como la reina de los escoceses, nacía en el Palacio de Linlithgow, era coronada en el castillo de Stirling en 1543 y en 1566 daba a luz a su hijo Jacobo en el castillo de Edimburgo, que se convertiría en Jacobo VI de Escocia y I de Inglaterra. La reina volvería a Stirling para bautizar a su hijo y, tan solo un año después, era recluida en el castillo de Loch Leven, antes de huir a Inglaterra, donde fue ejecutada en 1572. En este último castillo se desarrolló la acción militar durante las Guerras de Independencia escocesas que se sucedieron entre 1296 y 1357. Un repaso a los castillos más notables comienza por Balmoral, que desde 1852 es la residencia escocesa de la Familia Real británica; el príncipe Alberto, esposo de la reina Victoria, es el responsable de su aspecto actual, ya que lo consideraba demasiado pequeño, así que bajo su supervisión se añadió un nuevo edificio de granito. Sigue siendo el destino estival preferido de la dinastía Windsor y el enclave donde la reina Isabel II suele pasar un par de meses durante esta estación. No hay más que echar un vistazo para darse cuenta de que es uno de los edificios más bellos de la nación; a él se refería la reina Victoria como “mi querido paraíso en las Highlands”. Su aspecto evoca a muchos de los castillos descritos en los cuentos de hadas. No se queda a la zaga el estupendo y embrujado castillo de Glamis, donde pasó su niñez la madre de la reina, la querida y longeva Reina Madre, y era donde venía al mundo en 1930 la princesa Margarita, la hermana menor de Isabel II y el último miembro de la monarquía que ha nacido en Escocia en los últimos tres siglos. Este enclave podría ser el emplazamiento en el que Shakespeare ubicaba su Macbeth, si bien otros lo sitúan en el castillo de Cawdor. Al final de la Segunda Guerra Mundial, el castillo de Culzean sirvió como alojamiento para el general Dwight D. Eisenhower. Se reconoció su papel en esta contienda obsequiándole con un apartamento en su parte superior, que visitó en cuatro ocasiones, una ya como presidente de los Estados Unidos.

Entorno Magnífico

Además de historia, algunos imprescindibles se alzan en lugares de una belleza casi inaccesible, por lo que para llegar hasta ellos es necesario adentrarse por carreteras secundarias o caminos, o bien tomar barcos para alcanzar islas e islotes. En las Hébridas interiores –costa oeste de Escocia–, concretamente en la isla de Skye, se levanta el castillo de Dunvegan, que ostenta el título de ser el más antiguo que ha estado habitado de manera continua. Ejerció como fortaleza de los jefes del clan MacLeod durante ocho siglos, y desde 1933 está abierto para los visitantes entre abril y mediados de octubre. Además, ofrece paseos en barco por el Lago Dunvegan para observar las colonias de focas (www.dunvegancastle.com). A seis horas de Edimburgo y cinco de Glasgow merece la pena conocer esta magnífica edificación y la isla de Skye. En el mismo archipiélago, en la isla de Mull, se yergue el castillo de Duart, que data del siglo XIII y que fue el asentamiento del clan MacLean. Abre sus puertas a los turistas desde abril hasta mediados de octubre (www.duartcastle.com). 

Relativamente cerca de Dunvegan se encuentra uno de los castillos más hermosos de Escocia, Eilean Donan, que significa isla de Donan. Como su nombre indica, se sitúa en una pequeña isla, próxima a Dornie, en la ruta principal a la isla de Skye, mientras que Donan era un obispo y santo irlandés que viajó a Escocia alrededor del año 580. Sus visitas comienzan a mediados de marzo y se prolongan hasta mediados de noviembre, y se puede llegar en barco o atravesando un estrecho pueblo en un entorno magnífico. A pesar del aspecto que presenta, estuvo dos siglos en ruinas hasta que a principios del siglo XX se decidió restaurarlo, una labor que concluyó en 1932 (www.eileandonancastle.com). Siguiendo en la costa oeste, se localiza el castillo de Inveraray, de estilo neogótico, perteneciente a los duques de Argyll y que fue edificado en el siglo XVIII. Un encantador lugar donde disfrutar de un té, acompañado de los dulces típicos de la zona, desde abril hasta octubre (www.inveraray-castle.com). Avanzando hacia el sur se halla uno de los más elegantes de la nación: el de Culzean, no en vano fue diseñado por el célebre arquitecto escocés Robert Adam, que cuenta con una exposición dedicada a su vida y obra. Situado sobre un espectacular acantilado, está rodeado de 243 hectáreas que conforman un parque rural con unos sobresalientes jardines y con una manada de ciervos –se puede adoptar algún ejemplar para contribuir a su manutención–. También es posible alojarse en el apartamento Einsenhower, una coqueta casa de campo que funciona como hotel. Abre sus puertas desde finales de marzo a finales de octubre (www.culzeanexperience.org).

Jardines Victorianos

Si la estancia en Escocia va a resultar breve, en los alrededores de Edimburgo se localizan una serie de castillos recomendables. Por supuesto, el punto de partida es el castillo de Edimburgo, construido en el siglo XII, la atracción más visitada de la nación con más de 1.300.000 visitantes durante el año 2011. Durante la Edad Media fue la residencia de los reyes escoceses, acogió la primera sede del Parlamento escocés y también sufrió el asedio de los ingleses. Destaca el cañón gigante Mons Meg, además del Gran Salón donde se exponen armas, armaduras y la llave del castillo. En la sala de la Corona se exhiben las joyas de la Corona escocesa y la Piedra del Destino, un trono ancestral. Cuenta con tres museos: el National War Museum of Scotland y dos dedicados a los regimientos. Además, ofrece unas magníficas vistas de la capital (www.edinburghcastle.gov.uk). 


A unos 37 kilómetros circulando por la costa Este se localiza el castillo de Dirleton, que surgió como una fortaleza medieval en el siglo XIII, cuya apariencia sigue conservando. Se complementa con unos espléndidos jardines de finales del siglo XIX y principios del XX, que rivalizan con el imponente recinto de piedra.
Destacan su jardín victoriano en el oeste y el ubicado en el norte, que fue diseñado en los años 20 del siglo XX. La propiedad está gestionada por Historic Scotland y abre todo el año, al igual que ocurre con el vecino castillo de Tantallon, que se encuentra a tan solo nueve kilómetros, continuando hacia el Este. Situado al borde de un acantilado, en el estuario del río Forth, sirvió como fortaleza durante tres siglos y posee un increíble muro de piedra, el mejor conservado del siglo XIV. A 77 kilómetros, en los Borders, con vistas al río Tweed y a las colinas de Cheviot, se edificaba, en el siglo XVIII, el castillo de Floors, obra del prestigioso William Adam. En sus salas se expone una estupenda colección de porcelana, cerámica china y mobiliario inglés que se puede visitar en Semana Santa y desde mayo a octubre (www.roxburghe.net).

Asimismo, cercana a Edimburgo se encuentra Stirling, una ciudad con mucha historia a sus espaldas y popular gracias a la historia del guerrero escocés William Wallace, llevada al cine por Mel Gibson en la oscarizada Braveheart. En una roca volcánica y rodeado de acantilados se encuentra su impresionante castillo, residencia de reyes y reinas escoceses, que domina majestuosamente la localidad. Las partes esenciales de su estructura fueron levantadas entre los siglos XV y XVI, y en su interior sobresale el Great Hall, la sala de banquetes más grande de Escocia; las Stirling Heads, 33 medallones de madera de roble; la capilla real y los cañones de la Grand Battery. En 2011 concluía la restauración del Palacio de Jacobo V dentro de su recinto. Sus visitantes contemplarán sus aposentos tal y como se encontraban en el siglo XVI y podrán disfrutar de una dramatización de su historia con actores (www.stirlingcastle.gov.uk). A tan solo 14 kilómetros aparece el castillo de Doune, levantado en el siglo XIV, un enclave muy popular para los apasionados al séptimo arte. 

Residencia Real

En una primera estancia en Escocia, no es extraño que en los planes se incluya una visita a Balmoral. El castillo se encuentra en el noreste, a 165 kilómetros de Edimburgo, dentro de los límites del Parque Nacional Cairngorms. Los territorios que lo rodean tienen un gran valor medioambiental –acogen la mayor reserva de pino caledonio de Escocia–, y en sus jardines se cultivan las frutas y verduras de las que se abastece su cocina. Suele abrir desde abril a julio, por lo que las posibilidades de visitarlo son limitadas (www.balmoralcastle.com). Si se decide emprender el camino hacia la residencia veraniega de la reina, se puede hacer una parada en el castillo de Glamis, a 20 kilómetros de Dundee, la cuarta ciudad más poblada de la nación, y a 120 kilómetros de Edimburgo (www.glamis-castle.co.uk). Ambos edificios son magníficos y ofrecen numerosos atractivos tanto en su interior como en el exterior, a lo que se suma su relación con los Windsor, como se observa en las exposiciones de artículos familiares. En Balmoral se pueden admirar los vestidos de fiesta de Isabel II y de la Reina Madre en el salón de baile; y en Glamis, un tour guiado nos relata su historia, mostrándonos cómo transcurrió la vida de la Reina Madre. Al final, teniendo en cuenta los numerosos castillos dispersos por la geografía escocesa, conocerlos todos o su mayoría se convierte en una misión casi imposible, por lo que la mejor opción es realizar una selección en virtud de su patrimonio, ubicación o, simplemente, atendiendo a los gustos personales. 


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