miércoles, 30 de enero de 2013

Un viaje en el tiempo y a través del mundo sin salir de Mallorca

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Desde la costa noroeste mallorquina, en septiembre de 2011 el galeón del siglo XVIII Earl of Pembroke surcaba aguas mediterráneas en una metafórica singladura por el Pacífico. Con su velamen desplegado, a bordo navegaba una tripulación de técnicos de cine, focos y cámaras. Refugiados en los camarotes, un notario enfermo y el médico que lo asiste veían alejarse, a través de los ojos de buey, el puerto de Sóller, una preciosa localidad extendida sobre el lecho de un valle bordado de naranjos y vetustos olivos, al regazo de la Sierra de Tramuntana, desde cuyo territorio se hinca en el cielo el Puig Major. Allí, en el punto más alto del archipiélago balear, destino de apasionados senderistas, los ojos de Tom Hanks miran hacia Ses Bolles, el icónico radar militar que la película convierte en una post-apocalíptica flor de pétalos metálicos.

Ladera abajo circula raudo el Torrent de Pareis en busca de su desembocadura, que la encuentra en la emblemática cala de Sa Calobra, tan acostumbrada a ser el escenario de conciertos de verano y ahora convertida en plató natural para que el actor Jim Sturges interprete ahora a un encopetado notario, mientras que mar adentro, entre tormentas de ficción, continúa bogando el Earl of Pembroke en su papel de cicerone de este monumento natural rodeado de acantilados. Más al norte de la isla mallorquina, el paisaje de bosque mediterráneo que habita en el cabo Formentor recrea horizontes polinesios y campos esclavistas del Estado de Virginia en el siglo XIX.

Ciudades y pueblos de escocia, compañeros de rodaje

Mientras que en Mallorca grababa un equipo de producción, simultáneamente otro hacía lo propio en Escocia. Por sus características urbanas, la ciudad de Glasgow reúne todos los requisitos para emular las calles empinadas de San Francisco, ciudad protagonista en la película. En el estilizado puente de Clackmannanshire, que atraviesa el estuario Firt of Forth en su desembocadura hacia el Mar del Norte, desde un helicóptero se rueda la acción de una persecución automovilística. La actriz Halle Berry se ve envuelta en un tiroteo en las calles Revere Avenue y Kirkwood, entre rancios modelos de coches americanos de los años 70. En la capital de Escocia, Edimburgo, la cámara se fija en la impresionante fachada de su City Chambers, un conjunto de edificios en cuyo patio se levanta una estatua de Alejandro Magno, muy cerca de la calle más turística, Royal Mile. En esta misma ciudad, la película se detiene también en territorios de Princes Street Gardens y su monumento gótico victoriano al escritor Walter Scott.


lunes, 28 de enero de 2013

Bioparc celebra su 5º aniversario y amplía su oferta a más continentes

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El 28 de febrero se cumplen cinco años desde que abrió sus puertas Bioparc Valencia, un innovador parque zoológico con barreras prácticamente invisibles y multitud de animales en libertad. En los más de cien mil metros que ocupa  en la cabecera del antiguo cauce del río Turia, leopardos, lémures, hienas, leones, jirafas, gorilas, rinocerontes, hipopótamos, puercoespines, avestruces, elefantes y nutrias conviven en un zoológico que promueve experiencias diferentes a las de los zoológicos tradicionales, una zoo-inmersión que busca llevar llevar al visitante al hábitat de los animales y no al contrario. Centrado principalmente en la fauna africana, para los próximos años está proyectada una ampliación en 20.000 metros cuadrados para dedicar parte del parque al Sudeste Asiático y América del Sur. En mayo de 2012 el parque recibió la visita y el respaldo de la naturalista Jane Goodall, que animó a sus responsables a seguir con este proyecto. Para celebrar el quinto aniversario el parque ha lanzado una serie de ofertas para motivar la visita de quienes aún no lo han visitado y fidelizar a quienes ya conocen un centro cuya fama fuera de nuestras fronteras ha incrementado notablemente la visita de extranjeros a la ciudad del Turia (www.Bioparcvalencia.es).


sábado, 26 de enero de 2013

El primer monumento románico de Asturias exhibe sus nuevos tesoros

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El concejo de Teverga despliega sus variados atractivos en ciento setenta kilómetros cuadrados de sincera exhibición, custodiado por las impresionantes cadenas montañosas que lo abrazan: Sobia, La Mesa y la sierra de Santa Cristina. Teverga, a donde se accede por la sinuosa AS-228, se asemeja a un bello tesoro cuyo imponente cofre estaría formado por las paredes calizas que le rodean. Ubicado en la Reserva Mundial de la Biosfera de Las Ubiñas-La Mesa, este municipio posee todos los atractivos que busca el amante de la cultura, la naturaleza, el deporte y alguna emoción gastronómica. En el corazón del llamado Valle de Carzana se yergue desde el siglo XI, en la pedanía de La Plaza, la iglesia de San Pedro (Bien de Interés Histórico-Artístico), templo de transición entre el prerrománico y el románico primitivo y al que la subvención del Ministerio de Cultura, el empeño de los vecinos y la mano del hombre han devuelto su esplendor a través de una completa restauración. Cubiertas, fachadas y el claustro del siglo XVII han sido rehabilitados por riesgo de derrumbe, y ya lucen sólidos a la espera de visitantes. Incluso las campanas, mudas desde hace quince años, han vuelto a tañer gracias a un moderno electromazo. Los trabajos de recuperación de la Colegiata, escuela de los niños del lugar a principios del siglo XX, han sacado a la luz interesantes secretos: restos de tumbas, monedas del siglo XIV… En la visita a la Colegiata, además de admirar en la iglesia los toscos capiteles de originalísima talla, sorprende la sencilla belleza de su Cristo románico, y en el resto de dependencias, la cátedra gótica del abad Fernando Alfonso, o ya en la sacristía, la inevitable mirada a los cuerpos momificados del Marqués de Valdecarzana y su hijo, el obispo Pedro Analso de Miranda, que se exhiben en sendas vitrinas. Como elementos más recientes, la gallarda torre campanario, del siglo XVIII, al igual que la casa rectoral, anexa al conjunto eclesiástico.

www.tevergaturismo.com

Por la Senda del Oso hasta el Parque de la Prehistoria

Como municipio minero que fue desde principios del siglo XX, Teverga aún conserva el trazado férreo por donde el viejo tren llevaba el carbón a la Fábrica de Armas de Trubia y que, con el tiempo, se transformó en la conocida Senda del Oso, llamada así no solo por la constatada presencia de este emblemático animal en los montes teverganos sino también por el visitadísimo cercado, junto a Proaza, donde habitan las osas Paca y Tola, de un indudable atractivo turístico (www.osodeasturias.es). Aparte de este itinerario, muy transitado tanto por senderistas como por cicloturistas, y cuya longitud se extiende, desde Santo Adriano (Tuñón) hasta Cueva Huerta (Teverga), en unos cerca de 30 kilómetros, este concejo ha sabido darle forma a su importante legado prehistórico dotándole de un Parque de la Prehistoria. En tres modernísimos edificios, que se funden con la vegetación de la zona, se enseña al visitante, en réplicas exactas, las muestras más representativas del arte del Paleolítico Superior en Europa, como, por ejemplo, las pinturas y grabados de las cuevas de Tito Bustillo y Candamo (Asturias), Altamira (Cantabria) y Niaux y Lascaux (Francia), entre otras (www.parquedelaprehistoria.es). La Senda del Oso conecta con el Parque de la Prehistoria de Teverga por una vía directa, ya en el último tramo del recorrido.


viernes, 25 de enero de 2013

Carnaval Internacional de Rijeka, en Croacia

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La ciudad croata de Rijeka, en la región de Kvarner, celebra cada año uno de los carnavales más atractivos del mundo donde los festejos se prolongan casi un mes. Este año los eventos comenzaron el pasado 18 de enero con la elección de la reina el Carnaval y la ceremonia de la entrega de las llaves de la ciudad al Maestro del Carnaval y se prolongarán hasta el 13 de febrero.

Este año se espera la participación de más de diez mil personas de una decena de países de todo el mundo en un programa lleno de conciertos, exposiciones, espectáculos, mascaradas y desfiles. Algunos de los eventos que tendrán lugar son el Desfile Infantil, el Carnaval de Snowboard, es decir, una competición de snowboard; y el curioso concurso de Máscaras de Coches auto- rally "París-Bakar" que lo organiza el Automóvil Club Rijeka. Este concurso es, en realidad, una parodia del Rally Dakar. En él los coches, los conductores, sus copilotos y los jueces deben ir disfrazados para poder participar.

Uno de los puntos álgidos de este Carnaval es el desfile de máscaras y carrozas que se celebrará el 10 de febrero y que transcurrirá por el centro de la ciudad.

El Carnaval de Rijeka terminará el 13 de febrero con la quema del Pust, un muñeco que simboliza todos los males y al que se le prende fuego en el puerto de la ciudad.


El hotel Plaza Athénée cumple 100 años

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El hotel Plaza Athénée abrió sus puertas un 20 de abril de 1913 en la avenida Montaigne, cerca de los Campos Elíseos y una de las calles con más glamour de París. Desde entonces es uno de los símbolos de tradición y lujo en la capital francesa. Personajes como Grace Kelly, Gary Cooper o Jackie Kennedy han dormido entre sus paredes.

Actualmente el propietario del hotel Plaza Athénée es el Sultán de Brunei y para conmemorar su centenario ha preparado una serie de eventos que se prolongarán durante todo el año.

Las celebraciones comenzaron en enero con un la creación de un cóctel especial llamado “Baccarat Red Gold” que simboliza al hotel y que se pudo probar en el VIP Club.

Los días 21, 22 y 23 de febrero el restaurante del hotel quiere hacer un guiño a los orígenes del Plaza Athénée. Por ello, Werner Kuchler, director del restaurante desde hace 41 años, ha organizado tres cenas al más puro estilo bávaro que pretenden rendir homenaje a Emile Armbruster, fundador del hotel y de origen alemán.

Por otra parte, el 20 abril, aniversario de la apertura, se lanzarán al aire coloridos globos desde el Jardín del Patio y los clientes podrán degustar una tarta gigante de aniversario.

Otra de las celebraciones que ha preparado el restaurante del Plaza Athénée consiste en la elaboración de un plato especial para la ocasión que se servirá desde febrero hasta diciembre.

Además, el hotel tiene previsto plantar cien árboles en los jardines del Palacio de Versalles durante la primavera y da la oportunidad a sus clientes de crear una cápsula del tiempo con elementos representativos tanto de la época actual como del hotel.


Por último, este año también es el centenario del Teatro de los Campos Elíseos por lo que ambas instituciones parisinas se han unido y dan la oportunidad de celebrar sendos aniversarios a través de una estancia en el hotel y dos entradas al teatro para disfrutar del ballet “La Consagración de la Primavera”, estrenada por primera vez en este teatro del 29 de mayo de 1913. Las fechas en las que se puede disfrutar de este plan son los días 30 y 31 de mayo, 6 y 7  de junio y 25 y 26 de junio.
 


viernes, 11 de enero de 2013

Capadocia desde un globo

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El Valle de las Chimeneas de Hadas, el Valle de las Espadas, Goreme y su museo al aire libre o las moradas de los trogloditas son algunos de los encantos de la Capadocia que se puede disfrutar a pie y desde el cielo.

Son muchas las agencias que ofrecen esta experiencia con la que conocer una de las zonas más curiosas del planeta. Y es que Capadocia, en la zona central de la península de Anatolia se caracteriza por su paisaje cárstico y por sus extrañas formaciones rocosas en las que el ser humano ha construido refugios desde épocas ancestrales. Famosas son las cuevas y las ciudades subterráneas que llegan a tener hasta ocho niveles por debajo de la superficie.

Pero si nos quedamos en la superficie, una de la manera más rápida, sencilla y mejor –si no se sufre de vértigo- son los vuelos en globo aerostático. Estos vuelos comienzan con la recogida en el hotel entre las 5 y las 6 de la mañana para llegar hasta el punto de encuentro donde los organizadores ofrecen café, té y algo de comer. Estos vuelos suelen durar entre una y dos horas y tienen un coste de entre 160 euros los vuelos estándar y hasta 1.200 euros los vuelos privados.

Algunas de las agencias que ofrecen estos vuelos son Sky Way Ballons, Balon Turca, Anatolian Ballons y Sultan Balloons.


miércoles, 9 de enero de 2013

Carnaval en el casco antiguo de Basilea

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Situada en la confluencia de Francia, Alemania y Suiza, Basilea alberga cuarenta museos y la arquitectura más vanguardista del momento (un tercio de los premios Pritzker han construido aquí). Vertebrada por el Rin, es una de las capitales más importantes de la industria química y farmacéutica. Sus 200.000 habitantes disfrutan de una de las ciudades con mayor calidad de vida del mundo y del carnaval más famoso de Suiza (con permiso de Lucerna): a las cuatro de la mañana del lunes después del Miércoles de Ceniza (13 de febrero en 2013) la ciudad apaga todas sus luces para dar inicio a una fiesta de 72 horas ininterrumpidas. El bello casco antiguo es el epicentro de esta fiesta. De extensión reducida y asequible, invita a disfrutar del savoir vivre suizo desde la llegada a la Markplatz o Plaza del Mercado . Aquí se ubica el Ayuntamiento (Rathaus), de fachada rojo vivo y cuyo interior se puede visitar. Justo enfrente, la pastelería Schiesser  vende el mejor chocolate de la ciudad. Una placita adyacente lleva a las antiguas calles de los gremios. En la del Jengibre (Imbergässlein), una puerta sirve como escaparate de un metro cuadrado del diminuto Hoosesagg Museum  (Museo del Bolsillo, Imbergässlein, 31): cada mes cambia una exposición monográfica de objetos que caben en un bolsillo.

El casco antiguo también es el lugar para ir de compras. La calle Spalenberg resalta por sus pequeños locales comerciales y por la boutique de adornos navideños Johann Wanner Christmas House  (Spalenberg, 14), de fama mundial. Todo tipo de adornos cristianos y paganos se suceden entre bolas de Navidad de cristal soplado con precios entre 50 céntimos la más pequeña y dos mil euros las gigantes.

El católico Erasmo de Rotterdam vivió y enseñó en Basilea entre 1521 y 1529 y está enterrado en su protestante catedral . Desde la terraza que hay tras ella se contempla el valle del Rin y las cumbres de la Selva Negra. La bonita plaza de la catedral alberga también el Museo de la Cultura , con casi 300.000 objetos de todo el mundo. De vuelta a la Markplatz, un pequeño desvío lleva hacia el icono del arte al aire libre en Basilea, la Fuente Tinguely  (Steinenberg, 9).

En tiempos de Erasmo la ciudad fue el centro de la imprenta y la fabricación de papel. Imprescindible visitar el Museo del Papel , (St. Alban-Tal, 37), donde funciona un molino de 500 años de antigüedad y donde uno puede crear su propio papel y llevárselo. Para culminar la jornada y reponer fuerzas, la cervecería Zum Brauner Mutz  (Barfüsserplatz, 10) ofrece platos típicos y la contundente salchicha alemana con rosti de patatas.

Obras maestras bajo la luz de Renzo Piano
La famosa colección Beyeler halló en 1997 un hogar abierto al público en Basilea. Un edificio de Renzo Piano ilumina casi 200 obras maestras de Monet, Cézanne, Van Gogh, Picasso, Giacometti, Warhol y Bacon, entre otros grandes del siglo XX, intercaladas con objetos y esculturas de África, Alaska y Oceanía. Hasta el 27 de enero muestra una gran exposición con las últimas obras del maestro impresionista Edgar Degas (1834-1917). www.fondationbeyeler.ch


martes, 8 de enero de 2013

Distrito Southwark de Londres

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Haría falta remontarse a los oscuros orígenes portuarios de este arrabal de la orilla sur del Támesis para comprobar, una vez más, ese pulso modernizador que ha caracterizado siempre a la capital británica. Una capacidad de reciclaje que consiste en añadir nuevas facturas arquitectónicas a edificios tradicionales y en convertir una zona fea y degradada en un distrito alternativo de moda. Esto es lo que sucedió con el llamado Southwark, encajado entre la parada de metro del mismo nombre y aquella otra de London Bridge. De la noche a la mañana, esta suerte de barrio rojo comenzó a verse revestido de vanguardia. Antiguos almacenes fueron sustituidos por espaciosas galerías de arte, mientras quedaban atrás tascas y tabernas de sórdida reputación, reconvertidas en restaurantes chic a la vera del viejo muelle. Vivir en la ribera del río volvía a ser un privilegio exclusivo, como dejaban percibir los carísimos apartamentos y lofts que empezaron a prosperar por la zona.

Claro que para ello tuvo que llegar antes otro hito del diseño carismático: la Tate Modern, un coloso de ladrillo que nació como central eléctrica y que, gracias al talento visionario de Herzog & de Meuron, se erigió, allá por el año 2000, en uno de los museos de arte moderno más visitados del mundo. Y tuvo que llegar también el Millennium Bridge, que daba conexión a la zona con la margen opuesta del río, esto es, con la City, el distrito financiero y de negocios.

A pesar de este renacer, el Southwark se jacta de albergar el mercado más antiguo de Londres, el Borough Market, que ya abastecía a los vecinos en tiempos del Imperio Romano y que es hoy un templo de delicatessen con delicias del mundo: desde ostras de Colchister hasta filetes de avestruz de Sudáfrica y jamón ibérico extremeño. Justo encima, para los que prefieran comer en mesa y mantel, está Roast Restaurant, un restaurante con platos típicamente británicos.

Con ambos, las calles de este barrio emergente han alumbrado un nuevo foco gastronómico que es ideal para el afterwork, como demuestran sus calles atestadas de gente a la caída de la tarde, y especialmente de periodistas, dado que el Financial Times se encuentra en sus proximidades. Abundan también los pubs para tomarse una buena cerveza: Founders Arms, Anchor , Vinópolis … Y tampoco falta un museo, The Clink Prison, que recrea una prisión medieval, ni un teatro: un jovencito William Shakespeare, recién llegado de Stratford upon Avon, eligió el Southwark para estar cerca de The Globe, teatro que acogería la representación de Hamlet y de Romeo y Julieta, y que hoy es el Shakespeare’s Globe Theatre.

Luces, rebajas y pasión por la Navidad

A los británicos les apasiona la Navidad tradicional, con sus luces, su decoración y su folclore. Desde 1947 es tradición que Noruega regale un abeto a Gran Bretaña por su apoyo en la Segunda Guerra Mundial. La ceremonia de encendido de este árbol en Trafalgar Square a principios de diciembre es uno de los acontecimientos más esperados, como lo es el Boxing Day, el día después de Navidad, con el comienzo de las rebajas y sus irresistibles descuentos.


Del año verde de Vitoria a la catedral de Ken Follet

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Solo quedan unas semanas para que Vitoria despida su capitalidad europea green, pero su filosofía eco no se va a evaporar. Todo lo contrario: continuará y crecerá. La capital vasca tiene atractivos turísticos de manual –casco medieval, monumentazos, museos, una cultura gastronómica envidiable…–, pero desde hace unos años ha añadido una fina y atractiva capa a lo ya conocido. Esta envoltura sería su filosofía green, consistente en gestionar la ciudad de una forma ecológica y, sobre todo, humana. La Vitoria-Gasteiz –su nombre en castellano y euskera– de 2012, elegida Capital Verde Europea, se presenta como una urbe del siglo XXI, aunque con los hábitos saludables de una ciudad del siglo XVIII en los años anteriores a la revolución industrial: sin ruidos, sin humos, sin la cara descuidada –zikina, en euskera– del progreso.

Una urbe peatonal

Las cifras no dejan lugar a dudas: el 25 por ciento del espacio público vitoriano es peatonal (de hecho, aquí se ganaron para los caminantes las primeras calles de España), la ciudad cuenta con más de cien kilómetros de carriles-bici, y el anillo verde que la rodea, otros tantos. El 50 por ciento de los desplazamientos en el ámbito urbano se hacen a pie, quedando el coche relegado a un uso del 20 por ciento; y la gestión del transporte público también rema en la misma dirección: la inauguración en 2008 de su moderno tranvía no solo supuso la dinamización del autobús sino también la creación de un servicio gratuito de alquiler de bicis, todo orientado a reducir las emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera. La consecuencia de todo ello es que la capital de la Comunidad vasca encabeza un año sí y otro también las clasificaciones que evalúan la calidad de vida, la felicidad urbana, el nivel de silencio o el porcentaje de jardines y espacios verdes que hay en relación al mar de cemento.

Sería una pésima idea acercarse a Vitoria y no aparcar el coche a los tres segundos de llegar porque, evidentemente, la ciudad quiere que el visitante la conozca de forma green. A pie o en bici, pero sin alterar su atmósfera. La apuesta ecológico-turística de Vitoria comenzó a dar sus frutos en el presente año, cuando la capital vasca experimentó el mayor incremento en visitas turísticas de Euskadi, con casi un 3 por ciento de turistas más que el año pasado y llamativos picos en momentos concretos del verano, como las Fiestas de la Virgen Blanca, con un 10 por ciento más de visitantes.

Palacios renacentistas

Ni todo es green ni todo es nuevo en Vitoria. De hecho, no hay ciudad vasca que haya conservado mejor su parte vieja, manteniéndose casi intacta, sobreviviendo la primitiva forma de almendra, los nombres de las calles que remiten a su tradición comercial –Cuchillería, Zapatería, Herrería…– y varias casas que parecen robadas de un episodio perdido de El nombre de la rosa, como las de El Portalón. Aquellos inmuebles medievales que no soportaron el paso del tiempo y se vinieron abajo fueron sustituidos por un puñado de palacetes renacentistas como el de Escoriaza-Esquivel, el de Montehermoso –que fue palacio episcopal y hoy es centro cultural– o Villasuso, con una interesante paleta de exposiciones. La grandeza del barrio radica en que está vivo y tiene una interesante actividad comercial, gracias a pequeñas tiendas de calidad y especializadas como Conservas Victofer (alimentación) o Zuloa, una librería histórica especializada en cómics.

Sonará extraño, pero es rabiosamente cierto. Vitoria comenzó a construir los cimientos de su filosofía green hace 200 años, en el siglo XIX. Ya en esa época, las sucesivas ampliaciones de la ciudad se hicieron teniendo en cuenta el bienestar de sus vecinos y las ideas ilustradas que llegaban de la cercana Francia. En aquella Vitoria próspera se planificaron amplios espacios urbanos, grandes sendas arboladas –el paseo de Fray Francisco, la Senda…– y se salpicaron los alrededores de grandes manchas verdes, unas veces con aires puramente parisinos –el parque de La Florida– y otras con rostro más agreste, como el parque del Prado.

Con esa materia prima, con esa filosofía, los que vinieron detrás se limitaron a perpetuarla hasta llegar a las asombrosas cifras actuales, que convierten a la capital vasca en una ciudad asombrosamente ecológica, con una notable gestión de los recursos y los residuos. Un último dato: si se parcelaran todas las zonas verdes de la capital vasca, a cada vitoriano le corresponderían 42 metros cuadrados. La cifra nunca se estanca, sino todo lo contrario: un Anillo Verde de casi mil hectáreas rodea la ciudad como si fuera una muralla, ideal para ser caminado o pedaleado a través de senderos.

Humedales y biodiversidad

Una de las últimas intervenciones green se ha llevado a cabo en este circuito ecológico. Se trata del Centro de Interpretación de los Humedales de Salburua, un edificio moderno y ágil que permite disfrutar este espacio natural en el que hacen un alto las aves migratorias de toda Europa o los ciervos que habitan en los bosques cercanos.

La plaza de la Virgen Blanca es la transición entre la vieja y la nueva Vitoria, entre el barrio medieval y el ensanche del siglo XIX, racional y ordenado. En uno de sus extremos se halla el acceso a la plaza de España, que también hace de recibidor a esta parte de la ciudad. Aquí, como en la parte medieval, es complicado oír el ruido de un motor. También es sencillo imaginarse la vida tras los miradores de cristal que trepan por las fachadas de las viviendas. En el espacio que delimitan las peatonales calles Eduardo Dato y Postas se concentra la principal actividad comercial y alguna que otra vaca sagrada de la afamada tradición repostera vitoriana, como la confitería Goya.

Museos de postín

Antes de que Vitoria fuera green, ya se había convertido en la ciudad vasca con la mejor y más variada selección museística. Artium nació hace poco más de una década con una vocación clara: presentar en sus salas una de las más completas colecciones de arte vanguardista de España, sea cual fuere su formato, desde la pintura al videoarte, pasando por piezas inclasificables. Aquí hay de todo –el museo cuenta con más de tres mil obras–, haciendo especial hincapié en creadores autóctonos como Eduardo Chillida. En las antípodas de esta visión se encuentra el Museo Fournier de Naipes, igual de imprescindible no solo por lo que muestra –una original colección de barajas de cartas de más de veinte mil piezas– sino por cómo lo exhibe –con mimo y amenidad– y dónde –en el Palacio de Bendaña, en el corazón medieval–. El vecino Museo de Arqueología de Álava, en la casa de los Gobeo, es muy recomendable y una de las opciones más clásicas. Recorrerlo equivale a darse un garbeo rápido por la historia del territorio, siempre en compañía de objetos prehistóricos, romanos o medievales.

En el barrio más noble de Vitoria, en un palacete del paseo de Fray Francisco, se ubica el otro gran museo, el de Bellas Artes, destacable sobre todo por su colección de arte vasco de los siglos XIX y XX. La gran apuesta expositiva del Año Green se encuentra en el Palacio Europa, con una muestra que explica a través de seis espacios interactivos en qué consiste la Capitalidad Verde, los valores medioambientales que atesora Vitoria y sus retos de cara al futuro. Una gran maqueta de 775 botellas recicladas que se ilumina gracias a la energía creada por cuatro bicicletas preside la exposición.

La nueva serie de Ken Follet ponde de moda Catedral renacida

En 1989, la novela de un escritor galés se convirtió en uno de los mayores éxitos de público de la literatura moderna. El libro era Los pilares de la Tierra, de Ken Follet, y narraba la historia de la construcción de una catedral. Quince años después de aquello, Follet comenzó a trabajar en una segunda parte, centrada en describir los problemas estructurales del edificio. Casualmente, a pocas horas de vuelo de su hogar, un edificio de características similares, la Catedral Vieja de Vitoria, se encontraba sumergido en un profundo proceso de restauración a raíz de que se descubrieran serios problemas estructurales. El templo fue abierto en canal, desenterrados sus cimientos, apuntaladas sus columnas  y se le llenaron las tripas de andamios y pasarelas, pero en ningún momento se cerraron sus puertas, sino que permanecieron abiertas a los turistas. Diez años después de aquello, la Catedral permanece en quirófano, pero también sigue abierta durante las obras en lo que es una experiencia cultural única. El novelista británico fue avisado de esta rareza y se plantó en la ciudad de Vitoria para documentar la secuela de su famosa obra. De todo ello surgió Un mundo sin fin, un tocho literario que está documentado casi íntegramente en el templo vitoriano y que acaba de estrenarse en España en su versión televisiva.


Pueblos dorados y negros en la sierra de Guadalajara

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La sierra del Ocejón reúne en su vertiente oriental los pueblos de la arquitectura dorada, cuyo ejemplo más emblemático sería la localidad de Valverde de los Arroyos, mientras que en su vertiente occidental agrupa a los de arquitectura más propiamente negra, cuyo ejemplo más característico sería Majaelrayo. En muchas guías de campo tienden a reunir todos los pueblos de la zona como ejemplos de arquitectura negra, pero no es así. Los expertos distinguen entre los pueblos de arquitectura genuinamente negra, o lo que es lo mismo, aquellos cuyas construcciones están realizadas masiva e íntegramente con pizarra, tanto para hacer las cubiertas de los tejados como los muros, y los que emplean las lanchas de pizarra únicamente para tejar las casas, mientras que para construir las paredes y paramentos utilizan mampostería de cuarcitas. Estos últimos pueblos se encuadrarían dentro de los pueblos de arquitectura dorada, ya que en las cuarcitas predominan los materiales de tonos blancuzco-amarillentos, a diferencia de las pizarras, que, como ya es sabido, poseen un dominante negruzco, aunque en ellas se den también los tonos azules, grises, violetas y plateados. Valverde de los Arroyos y Majaelrayo constituyen dos magníficos pueblos representativos de la mejor arquitectura dorada y negra de la región. Son dos lugares unidos por muchas circunstancias históricas, pero que están separados tanto por la sierra como por una serie de pequeñas rivalidades (cuestiones sobre cuál es el pueblo más bonito, el que posee las danzas más auténticas…). Prueba de estas pequeñas diferencias vecinales es el contenido del siguiente fragmento del poeta vecino de Majaelrayo, Inocencio Pola:


Seguro que a través de siglos

En tu ladera durmieron

Querida Peña Bernardo
Las cabras y los cabreros


Subiendo la cuesta arriba

Están las vacas de Sebos

Que son dos peñas aisladas
Y por eso las comento


Y ya en la cumbre, a dos aguas

El Collado del Hervidero

Así lo llama Valverde
Y Rescoldo los de mi pueblo


Por allí pasa el camino
Y casi siempre hace viento

Bosque de robles y encinas

El camino aconsejado para esta ruta de trekking se inicia saliendo por la parte alta de Valverde de los Arroyos, donde antiguamente estaban las eras y donde en tiempos había multitud de casillas y pajares destinados a guardar los aperos agrícolas y el ganado. Una serie de terrazas con huertas y apretados bosquecillos de robles flanquean el sendero. A lo largo del camino iremos viendo la vegetación característica de esta parte oriental de la sierra, de naturaleza más mediterránea que la parte occidental. Abundan encinas, quejigares y serbales.

Veinte minutos después de iniciar el recorrido contemplaremos uno de los parajes más impresionantes de toda la excursión. Se trata de las Chorreras de Despeñalagua, una espectacular cascada que se precipita 40 o 50 metros desde lo más alto de un magnífico cortado rocoso. A medida que progresamos en nuestra ascensión, dejarán de verse los cercados de pizarra que limitan los prados y las parcelas de forraje, los herrenes, para, poco a poco, ir apareciendo los chozos en los que antes se refugiaban los pastores de las tormentas y de los temporales. También nos toparemos con algún que otro resto de las antiguas tinadas que se utilizaban para guardar el ganado.

Esta vertiente oriental de la sierra del Ocejón está atravesada por infinidad de arroyuelos y regatos que favorecen la aparición de choperas y alamedas. Tanto en una como en otra parte de la sierra es frecuente ver plantas aromáticas como la lavanda, el cantueso, el espliego y el romero. Juncos y helechos adornan los pasos húmedos y las riberas de los pequeños arroyos que cruzamos. Huele a jara y tomillo, y el rumor de las torrenteras, el canto de las aves y el zumbido de las abejas ponen la banda sonora del trekking. Una alfombra de gayuba cubre la garganta por la que avanzamos y que miles de años atrás fue el lecho de una antigua lengua glaciar. La gayuba es una especie de hiedra rastrera que prospera por encima de los 1.500 metros de altitud y que recubre como una tupida piel verde las áreas y laderas más elevadas de los cerros.

Entre tres provincias

La subida al Ocejón desde Valverde es más larga, pero más cómoda que desde Majaelrayo. Es posible unir Valverde con Majaelrayo sin necesidad de coronar el Ocejón, pero la experiencia montañera resulta más completa si coronamos este emblemático punto de la sierra. En los días claros, desde esta privilegiada atalaya se puede divisar por el norte el pico de las Tres Provincias, situado en el vértice de las provincias de Segovia, Guadalajara y Madrid; hacia poniente, la Pinilla; hacia el sur, el Madrid de las cuatro torres, mientras que hacia el este la mirada se pierde en la amplia meseta.


Más cerca, desde lo alto del Ocejón se ve perfectamente el mapa de los pueblos negros y dorados. De una parte, y a vista de pájaro, los pueblos que representan la mejor arquitectura negra de la zona: Majaelrayo, Robleluengo, Campillo de Ranas, Roblelacasa, El Espinar, Campillejo…. Del lado este: Valverde de los Arroyos, Almiruete, Palancares, Zarzuela de Galve, Umbralejo… Muestras, todos, de la llamada arquitectura dorada.
El collado del hervidero

En las inmediaciones del Ocejón, durante buena parte del invierno las cumbres y las laderas de la sierra todavía se pintan de blanco. En los lugares más elevados de estos montes las rocas pizarrosas toman un color verdoso-blanquecino, consecuencia de los líquenes y musgos que las colonizan. Las caprichosas formaciones geológicas dibujan por todos lados cuadros abstractos y constructivistas. En los campos más pobres de esta sierra pobre, la crisis ha obligado a poner en explotación algunas tierras de labor que desde lo alto dejan ver los inequívocos rastrojos dorados, como se veían en las viejas fotografías de Paisajes Españoles.

Iniciamos el descenso hacia Majaelrayo deshaciendo parte del camino andado hacia la cumbre. Cruzamos el Collado del Hervidero, bajando un tramo muy empinado hasta llegar a Peña Bernardo, un saliente rocoso de la ladera que es un perfecto balcón para divisar el valle de los pueblos negros. 

Llegando ya a las puertas de Majaelrayo, con la espadaña de la iglesia perfilándose contra el cerro Cabeza Ranas, recuerdo otras noches de mi infancia en este que también es el pueblo de mi padre. Eran noches en las que en la localidad, todavía sin luz eléctrica y, por tanto, sin contaminación lumínica, el cielo nocturno era todo un espectáculo. Noches estrelladas como solo ahora pueden verse en los más remotos lugares del planeta. Después de cenar, tumbados en las eras, el mejor pasatiempo vespertino de aquellos años era mirar al cielo intentando localizar estrellas fugaces y al Eco, el primer satélite de órbita geoestacionaria.

Por aquel entonces, todas las noches llovían luces en el firmamento y veíamos infinidad de luciérnagas en el campo. Otras luces que contemplábamos en la lejanía aquellas mágicas noches eran las de los muchos fuegos que hacían los pastores en las laderas de la sierra. Todavía hoy, si te alejas lo suficiente del pueblo, es posible disfrutar de unos cielos difíciles de observar en otras partes de la geografía española.

Si tienes algo de tiempo, cuando llegues a Majaelrayo pasea tranquilamente por el municipio, disfruta de su incomparable arquitectura, pídele a algún anciano del lugar que te enseñe alguna de las viejas casas y anímale a que te cuente historias de antes. Te parecerá que estás viajando a un remoto pasado ya definitivamente perdido en el tiempo. Entre las historias que podrás oír habrá bastantes de pastores y lobos, y quizás te cuenten también la del propio origen del nombre del pueblo: hacia el año 1400 había en la zona una majada o cerrado para guardar los rebaños de ovejas en la que en numerosas ocasiones habían caído chispas, centellas o rayos, dándose a partir de entonces en llamar a aquella majada de ganado la majada del rayo (Majaelrayo).

fogonazos de luz. Los rayos son una constante en esta zona alcarreña, ya que los pueblos negros se encuentran emplazados en un valle que es una enorme olla donde, desde siempre, se han cocinado tremendas tormentas con un gran despliegue de aparato eléctrico. Anécdotas en relación con los rayos podrán referirte muchas: desde aquellas que cuentan cómo a veces los rayos entraban por las chimeneas y salían por las gateras, después de pasearse por toda la casa, hasta alguna otra más reciente cuyo protagonista aún vive. Es el caso de Bernardo Mínguez. Siendo aún muy joven, a Bernardo le sorprendió una gran tormenta en el campo. Llevaba las mulas uncidas y él avanzaba entre los dos animales. De repente, un enorme estruendo y un deslumbrante fogonazo de luz le conmocionaron. Instantes después, las caballerías aparecen muertas y Bernardo queda desnudo y chamuscado. Las suelas aislantes de las albarcas que calzaba le salvaron la vida (la albarca es una sandalia rústica que en aquellas épocas se hacían a partir de restos de viejos neumáticos de coches). Bernardo todavía llora cuando hay grandes tormentas.

Ficha técnica

INICIO. Desde Valverde de los Arroyos: el camino arranca en las antiguas eras del pueblo. Allí verás una placa informativa.

Desde Majaelrayo: hay que salir del pueblo en dirección Este (zona de Las Cabezadas).

DIFICULTAD. Media y media/alta. Desde Valverde de los Arroyos hasta el pico Ocejón el sendero está bien señalizado. En la bajada a Majaelrayo hay senderos y pistas forestales con algunas rampas exigentes.

DESNIVEL. Tanto desde Majaelrayo como desde Valverde, el desnivel a superar hasta alcanzar la cumbre del pico Ocejón es de unos 800 metros.

DISTANCIA. Incluyendo la cumbre del Ocejón, 11 km. Sin hacer cumbre, 9 km.

DURACION. Dependiendo del ritmo, entre 3 y 4 horas si no se corona el Ocejón. Incluyendo la ascensión al pico, entre 4,5 y 5,5 horas.

ÉPOCAS. Primavera y otoño.

DÓNDE COMER Y DORMIR


Para comer en Valverde: Mesón Despeñalagua (Tlf. 949 307 449) y Los Cantos (Tlf. 949 307 453).

En Majaelrayo: Mesón El Jabalí (Tlf. 949 859 025) y La Casona (Tlf. 949 859 208).
Para dormir en Valverde: Nido de Valverde (Tlf. 660 420 649), Hostal Valverde (Tlf. 949 307 423), El Carabo (Tlf. 949 307 456) y La Alquería (Tlf. 949 307 444). En Majarelrayo: El Callejón de la Gata (Tlf. 949 370 307), La Casona (Tlf. 917 428 955) y Las Cabezadas (Tlf. 949 859 010).


Salzburgo en invierno

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La ciudad de Mozart, La ciudad de los Festivales, La ciudad barroca o La ciudad de los Príncipes-Arzobispos… Estas son algunas de las descripciones que suelen adornar la definición de Salzburgo a la hora de citarla, así como también La Bella, sin más. Pero azares de la actualidad nos llevan a renombrarla también como La ciudad de Sonrisas y lágrimas e, incluso, La ciudad de Red Bull, por ser la sede social de la famosa marca de bebida energética y de la no menos célebre escudería de Fórmula 1, a la que patrocina con tanto éxito. Y es que, parafraseando el eslogan publicitario de esta bebida (cuya marca fue asimismo la promotora del vanguardista edificio del Hangar-7, convertido en el nuevo emblema de su arquitectura moderna), Salzburgo es una ciudad que “te da alas”, en el sentido de que su visita siempre reconforta.

Y es que contemplar la ya de por sí hermosa ciudad a orillas del Salzach con su imagen blanca tras las primeras nevadas invernales no tiene precio… O sí lo tiene, si la vista panorámica es desde la terraza de una de las lujosas suites del hotel Sacher Salzburg, admirando la imponente Fortaleza de Hohensalzburg en una de las colinas de la ciudad, con el magnífico ramillete de torres de sus iglesias góticas y barrocas, así como la gran cúpula de su catedral, a sus pies. Sin duda, uno de los skyline más bellos del mundo, pues si ya hemos comentado el ingente número de acertadas definiciones para nombrar a Salzburgo, no se quedan atrás los calificativos y las frases de elogio que algunos de sus visitantes más insignes le han dedicado, empezando por su hijo más ilustre, Wolfgang Amadeus Mozart: “Toda la belleza que he visto en otros lugares me parece poca en comparación con la hermosura celestial de la naturaleza de Salzburgo”.

Precisamente, el primer festival musical del año que se celebra en la ciudad es la Semana de Mozart, en torno a la fecha de su cumpleaños, pues el genio de Salzburgo nació el 27 de enero de 1756 en su calle más comercial y emblemática, la Getreidegasse. Este festival en pleno invierno, con sus memorables conciertos anuales a cargo de orquestas como la Filarmónica de Viena (dirigida en la última edición por batutas tan prestigiosas como las de los maestros Pierre Boulez o Daniel Barenboim en la Gran Casa del Festival), es otro de los motivos que justifican un viaje a Salzburgo a finales de enero (la Semana de Mozart 2013 se celebrará del 24 de enero al 3 de febrero. www.mozarteum.at).

Salzburgo, al igual que ocurre en otras ciudades como Budapest con el Danubio, se desgaja en dos mitades –el casco antiguo y la parte más moderna– por el curso del Salzach, cuyo nombre significa “río de la sal”. Hay que recordar que la gran riqueza de Salzburgo (y su propio nombre) provino de la explotación de las cercanas minas de sal de Dürnberg, que fue iniciada ya por los celtas, siendo el Príncipe-Arzobispo Wolf Dietrich von Raitenau quien modernizó el proceso de extracción. Esto, unido a las tasas de aduana que las embarcaciones tenían que pagar por transportar el oro blanco por el Salzach (hasta Italia y, desde allí, hasta el Lejano Oriente) propició que la ciudad luciera una belleza barroca que puede apreciarse perfectamente hoy en día.

Una visita obligada, claro está, es la Casa Natal de Mozart en el número 9 de la calle Getreidegasse, que figura entre los museos más visitados del mundo. La exposición permanente que ocupa las tres plantas del museo se renovó totalmente entre 2007 y 2010 para dotarla de un nuevo concepto museístico. Además del violín que tocó durante su infancia, de algunos mechones de pelo del genio y de algunas piezas de la Colección Mozart de la Fundación Mozarteum y de otros coleccionistas privados que se muestran por primera vez al público, una de las grandes novedades es la habitación dedicada a Mozart digital, un proyecto multimedia que permite escuchar todas las obras del compositor en Internet, permitiendo asimismo hojear partituras originales del autor digitalizadas y descubrir muchos detalles significativos.

Y un paseo obligado es recorrer la calle más comercial, la Getreidegasse, fijándonos en las históricas enseñas gremiales de sus tiendas. De hecho, se la conoce como “la calle de las enseñas”, pues a lo largo de la misma se asiste a un auténtico festival de emblemas de hierro fundido, algunos en parte dorados, que se originaron en la Edad Media, cuando muchas personas eran analfabetas y debían orientarse por el lenguaje de los signos de cada gremio.

El escenario de “Sonrisas y lágrimas

Pero si Salzburgo está de actualidad de nuevo, no solo en España por el estreno de Sonrisas y lágrimas, el musical, es precisamente por el revival del espectáculo The Sound of Music, estrenado por fin en la ciudad de origen de la verdadera familia Trapp el 23 de octubre del 2011, con un éxito tan fulgurante que su programación prevista hasta junio de 2012 tuvo que ser prorrogada un año, hasta junio de 2013. Curiosamente, pese a que la ciudad austriaca es donde transcurrió la historia real de la numerosa familia Trapp y el escenario donde se rodaron muchas de las secuencias de la película Sonrisas y lágrimas en 1964, el musical (estrenado en Broadway en 1959) no se había representado nunca en Salzburgo, quizá eclipsado por la omnipresente presencia de Mozart. No obstante, una encuesta realizada en 2002 reveló que más de 300.000 visitantes de la ciudad decidieron venir a Salzburgo principalmente motivados por haber visto la legendaria cinta, pues acudían ex profeso para ver los lugares de rodaje de la misma y revivir las escenas de sus protagonistas como entusiastas turistas de película.

Una de las secuencias más recordadas de la película Sonrisas y lágrimas, que curiosamente en América Latina fue titulada La novicia rebelde, es aquella en la que la actriz Julie Andrews canta junto a los siete niños y adolescentes que tiene a su cargo como institutriz en el monte Mönchsberg. El rodaje de la misma se hizo en el mirador que está enfrente de donde en la actualidad se encuentran el Museo de Arte Moderno y el café-restaurante Mönchsberg 32, contemplándose uno de los panoramas más bellos e inconfundibles de Salzburgo, con las torres de sus iglesias, la cúpula de la catedral y la silueta de la Fortaleza de Hohensalzburg detrás de los protagonistas enmarcando el espíritu de una ciudad mágica, que ahora lo es más todavía con el revival del musical Sonrisas y lágrimas, incluida la versión en su histórico Teatro de Marionetas.

Paseo del Arte Moderno

Salzburgo también funde tradición y modernidad como pocas ciudades. Un ejemplo de ello lo encontramos en el monte Mönchsberg. Aquí se hallan dos de las obras encargadas por el Proyecto de Arte Contemporáneo de la Salzburg Foundation, denominado Walk of Modern Art (Paseo del Arte Moderno), que propone una ruta cultural por los lugares más emblemáticos de la ciudad para descubrir diez piezas de arte contemporáneo, invitando a obtener nuevos puntos de vista sobre las cosas. Muy cerca del café-restaurante Mönchsberg 32, la instalación del italiano Mario Merz titulada Números en el bosque se presenta en la forma característica de un iglú, parcialmente escondido entre los árboles, teniendo un total de 21 números de neón que iluminan el cielo nocturno de la ciudad desde la colina.

Justo enfrente de esta obra nos encontramos un panel que explica la tradición de la labor de limpiador de colinas, recordando que en 1669 tuvo lugar un desprendimiento de la roca que causó la muerte a 220 personas. Fue a raíz de esta tragedia cuando la Administración de la ciudad creó la profesión de limpia-colinas, practicando el montañismo desde primavera hasta finales de octubre, para proteger las casas construidas a los pies del Mönchsberg. A la colina del Mönchsberg se puede subir en un moderno funicular y también en un ascensor que sube directamente al Museo de Arte Moderno, cuya visita es asimismo muy recomendable al contar con pinturas de maestros como Picasso o Cézanne.

Como anécdota que también nos lleva a pensar en la relación directa entre tradición y modernidad en Salzburgo, cabe citar que el origen del actual símbolo de los dos toros rojos de la marca Red Bull y de su escudería de Fórmula 1 se halla ligado a la imponente Fortaleza de Hohensalzburg. Resulta que en 1525 los campesinos se rebelaron sitiando durante catorce semanas el recinto, en el que se encontraba el arzobispo Matthäus Lang von Wellenburg y su corte, que, para dar a entender a los insurrectos que disponían de suficiente comida para aguantar el envite, recurrieron a la argucia de pintar cada día de diferente color (entre ellos, el rojo oscuro) a la última res que les quedaba, de forma que los campesinos creyeran que aún podían disponer de carne para resistir y cejar en su empeño, como así fue. Ello conllevaba que a diario tuvieran que enjuagar a la res, por lo que desde entonces a los salzburgueses también se les conoce por el apelativo de lavanderos.

El futurista Hangar-7

La mejor prueba de la convivencia entre tradición y modernidad se observa con una mirada al monte Mönchsberg, con la Fortaleza Hohensalzburg en una ladera y el Museo de Arte Moderno en la otra. Pero el gran contraste entre la ciudad barroca y la arquitectura moderna del nuevo Salzburgo reside en el futurista edificio del Hangar-7, diseñado por Volkmar Burgstaller. Se trata de la última tarjeta de presentación del imperio Red Bull levantado por Dietrich Matteschitz, el fundador y propietario de la marca de bebida energética. Con la excusa de un nuevo hangar para su colección de aviones históricos y como base para sus Flying Bulls especializados en vuelos acrobáticos, se propuso crear “la estancia para aviones más bella del mundo”. Damos fe de que lo consiguió, convirtiéndose en el nuevo icono arquitectónico de Salzburgo desde su inauguración el 22 de agosto de 2003, tras cuatro años de planificación y construcción.

El Hangar-7, localizado en el propio aeropuerto de Salzburgo, es mucho más que un impresionante edificio hecho de cristal y acero y una generosa construcción monocasco que, por fuera, da la impresión de dinamismo e ingravidez como si fuera un ala de un avión. Lo interesante se encuentra en su interior, ya que, además de conseguir el efecto de bóveda celestial sobre los aviones, sus dimensiones de 100 metros de longitud, 67 metros de anchura y 14,5 metros de altura han sido acondicionadas no solo para acoger asimismo a los bólidos de Fórmula 1 de la escudería Red Bull sino también como sala de exposiciones de arte contemporáneo y para ofrecer lo último de lo último en gastronomía merced a dos ofertas complementarias: la de la smart food (“comida inteligente”) del chef Roland Trettl en el bar Mayday y la de alta cocina en el restaurante Ikarus (con un alto precio en consonancia). Lo mejor, no obstante, es verlo con los propios ojos y disfrutar de su gastronomía, pues el Hangar-7 es un lugar de visita imprescindible para los que viajen a Salzburgo y todavía no lo hayan visto.

La cervecería más antigua de Austria

Hopfen und malz Gott erhalt’s (“Dios guarde al lúpulo y la malta”). Este lema puede leerse en una de las placas que reciben al viajero en el Monasterio Agustino de Mülln, la cervecería más antigua de Austria (1621). Por cierto, durante el mes de enero en el alféizar de la entrada aparece escrita con tiza la inscripción C+M+B. Originariamente son las iniciales de la frase en latín Christus mansionem benedicat, que significa “Cristo bendiga esta casa”, pero a partir de una época se refirieron también a las iniciales de los tres Reyes Magos: Caspar, Melchior y Balthasar, en su escritura germánica. Para los salzburgueses, las letras C+M+B aluden asimismo a las iniciales de queso (Käse en alemán, Cheese en inglés), leche (Milch) y mantequilla (Butter), dándole un significado especial: “Se puede entrar en esta casa porque tienen queso, leche y mantequilla”.

Sin embargo, en el interior del vetusto Monasterio de Mülln lo que prima es la ingesta de su cerveza Märzenbier (4,6 por ciento de graduación alcohólica), que los parroquianos beben en sus características jarras de piedra de medio litro (2,90 euros) y un litro (5,80 euros) en unos abarrotados salones dedicados a ello, hasta el punto de que se cuentan hasta 125 tertulias diferentes con reservas de las mesas. Eso sí, solo a partir de las 15 horas, como cuando en el monasterio moraban los monjes agustinos. De hecho, la Augustiner Brauerei produce 11.600 hectolitros por año, de los que el 50 por ciento se bebe aquí y la otra mitad se destina a la venta en restaurantes cercanos y directamente a particulares para llevar.

El encanto del lugar reside, además del concepto de la cultura de la cerveza como acto social (existe incluso el cálculo del tiempo ideal de la consumición: media hora para las jarras de piedra de medio litro, y una hora para las de un litro), en ver in situ el ritual de los fieles asistentes, que lavan sus propias jarras en una vieja fuente, utilizando incluso un grifo de agua caliente para apreciar mejor su sabor una vez servida del barril.

La cerveza más popular en buena compañía

La otra cervecería histórica es Stiegl, posiblemente la marca más popular del país. No en vano, lleva fabricando cerveza desde el año 1492. Dicen que incluso el propio Mozart ya la apreciaba en su época. Lo cierto es que hasta las seis letras de su nombre son utilizadas ahora como las iniciales de las seis palabras del aserto local en alemán “Salzburger trinken immer einen ganzen liter”, cuya traducción es que “los salzburgueses siempre beben un litro entero”.

Dicho esto, las sonrisas siempre están aseguradas, a veces tan proseguidas y con tanto entusiasmo que se transforman en intensas carcajadas, llegando incluso a provocar lágrimas de cerveza. Lo que se dice llorar de la risa. Sonrisas y lágrimas como las que sigue provocando la inolvidable película y el actual musical. Quizá no haya mejor forma de despedirse de un Salzburgo invernal que saboreando las sonrisas y lágrimas que provoca el cóctel de una refrescante cerveza, una divertida compañía y el buen humor a flor de piel. Porque estar a la última en la ciudad de Wolfgang Amadeus Mozart no está reñido con la mejor tradición.

Un turismo de altura

Un reciente estudio de la Cámara de Comercio de Salzburgo sobre la repercusión del Festival de Verano en la vida cotidiana de la ciudad arrojaba datos como el gasto diario por visitante (283 euros), así como la procedencia (mayoritariamente alemana) y el número medio de días (7,1) que permanece el turista alojado en la ciudad. A este respecto, un indicador claro del alto nivel económico de muchos de los visitantes de Salzburgo es el hecho de que en una ciudad de solo 150.000 habitantes (la cuarta de Austria en población, tras Viena, Graz y Linz) haya nada menos que seis hoteles de cinco estrellas (entre ellos, el Sacher Salzburg y el Goldener Hirsch) y también, por cierto, seis restaurantes con una estrella Michelin (Esszimmer, Ikarus, Magazin, Pfefferschiff, Riedenburg y Carpe Diem). Es por ello que la crisis económica está afectando en mucha menor medida a los resultados turísticos de Salzburgo que a los de otras ciudades, al tener sus visitantes un perfil con un poder adquisitivo alto. Otras cifras clarificadoras de la alta calidad de vida en la cuna de Mozart son, por ejemplo, que la renta per cápita de los salzburgueses en 2011 fue de 23.900 euros, solo superada en Austria por los vieneses, mientras que la tasa de paro es tan solo del 4,6 por ciento. En cuanto al porcentaje de los empleos relacionados directa o indirectamente con el turismo, éste ronda el 15 por ciento.

El gran escenario del mundo

Posiblemente, Salzburgo sea la ciudad del mundo que más le debe a uno de sus hijos predilectos. La gran herencia que Wolfgang Amadeus Mozart ha legado a su ciudad natal es haber propiciado que en ella se hayan gestado innumerables festivales desde que en 1917 el director de teatro vienés Max Reinhardt fundara la Sociedad de los Festivales de Salzburgo y en 1920 ya se pusiera en escena por primera vez la obra Jedermann (Todo el mundo) en la Plaza de la Catedral.

Y es que, además del Festival de Salzburgo en verano –que está considerado uno de los certámenes de música clásica más prestigiosos del mundo–, la ciudad ofrece otros eventos de enorme interés, como la propia Semana de Mozart a finales de enero –que comenzó su andadura en el año 1956 y que combina en su programa lo clásico y lo moderno–, el Festival de Pascua o el Festival de Pentecostés, por solo citar a los relacionados con la ópera y la música clásica. De hecho, el número total de espectáculos anuales en la ciudad de Salzburgo está en torno a 4.500, lo que supone una media de doce eventos por día, una cifra que sin duda coloca a esta urbe austriaca de tan solo 150.000 moradores a la cabeza mundial de espectáculos en relación a su número de habitantes. Por ello no resulta para nada exagerado su eslogan turístico: “El gran escenario del mundo”.


Laponia finlandesa, en busca de la aurora boreal

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Llega el invierno a las últimas tierras solitarias de Europa, y la noche y el silencio se adueñan del mundo. En la Laponia finlandesa los días resultan cortos en esta época del año y la luz, el paisaje, todo, nos hace pensar que estamos en un país lejano, donde la naturaleza majestuosa se adormece, aunque todavía es dueña de la vida. El silencio se hace omnipresente; tanto, que se siente de una forma impensable en otros lugares o incluso en esta misma región durante el verano. La nieve lo cubre absolutamente todo: praderas y bosques, caminos y casas, y es como una piel nueva que le sale a la Tierra. Todo lo que no se limpie rápidamente puede quedar oculto durante muchos meses, y parece que es lo que ocurre con los sonidos de la naturaleza. El silencio es profundo, tangible, y el mundo entero se detiene.

Sí, en las semanas cercanas al solsticio de invierno casi no hay luz en la Laponia finlandesa, que, igual que todo el norte de Escandinavia, se prepara para la larga noche. Pero es en estos días oscuros cuando el cielo puede iluminarse con el fuego misterioso de la aurora boreal, las luces fantasmales que danzan sobre el horizonte. Y poco a poco, día a día, la noche se va acortando y la luz vuelve a hacerse presente, mostrándonos un paisaje invernal pero luminoso.

En cualquier caso, un viaje invernal a la Laponia finlandesa representa una inmersión en el silencio y la nieve, cuando éstos se asientan en una naturaleza casi intacta. Es la ocasión de sentirse explorador, de vivir la épica de la naturaleza, imaginándose por un momento que uno revive las aventuras narradas por Jack London o las de los exploradores del Ártico. Es la posibilidad de experimentar aventuras que difícilmente se pueden saborear en otros países.

Un mar helado

El viaje puede empezar en Kemi, que ofrece la posibilidad de una experiencia única. Aquí se está en el extremo septentrional del golfo de Botnia, en un puerto importante. Pero el mar es blanco, sólido y se puede caminar sobre él. La capa superior está helada. En pocos lugares del mundo resulta tan fácil encontrar la posibilidad de saltar a un rompehielos y adentrarse, aunque solo sea unas pocas horas, en esta naturaleza que cualquiera diría que está prohibida al ser humano.

El Sampo sale varias veces por semana desde el cercano puerto de Ajos, a unos 10 kilómetros de distancia, y emprende su travesía por donde parece imposible navegar. Pero solo está helada la capa superior de agua —uno, dos o tres metros—, por la que el rompehielos se abre camino. Pero la experiencia todavía no ha terminado. En un momento el barco se detiene y es posible descender y caminar por el mar helado. Los más intrépidos pueden hacer lo que probablemente nunca hayan soñado: sumergirse en esas aguas gélidas y chapotear entre los bloques de hielo. Unos trajes especiales y un poco de gusto por las experiencias nuevas —lo primero lo aporta la tripulación, lo segundo tiene que ponerlo el viajero—es todo lo que se necesita.

Antes o después de esta experiencia, en Kemi hay que visitar el castillo de nieve. Es una construcción que se levanta todos los años, a partir de Navidad, y que está condenada a desaparecer pocos meses después. Pero, mientras tanto, se vive la ilusión de encontrarse en un espacio mágico, extraño, en el que las luces (por supuesto, se usan leds de bajo consumo que apenas se calientan) juegan un papel importante. Se pasa junto a las torres almenadas, se traspasan los muros y se vaga por unas salas únicas y efímeras. Se puede comer en el restaurante, tomar una copa en el bar, dormir una noche en el hotel o casarse en la capilla. En este castillo hay opciones para todos los gustos.

Llega el momento de adentrarse en la Laponia finlandesa, en las vastas extensiones solitarias, en los bosques inmensos. Es la última zona verdaderamente natural del continente europeo en la que la huella de la presencia humana resulta mínima. Pese a todo, esto no significa que sean lugares desconocidos o inexplorados, ya que desde hace milenios forman el paisaje cultural de los sami y sus antecesores. En invierno la vida casi se detiene. Las aves han emigrado hacia el sur hace tiempo. A finales de diciembre, cuando el día parece no existir y el sol asoma pocas horas sobre el horizonte, el paisaje se muestra en blanco y negro, con los troncos de los pinos, los abetos y los abedules destacando en la blancura de la nieve, y el cielo cubierto sobre el que apenas flota una ligera luz rosada. Al final del periodo invernal, cuando los días empiezan a alargarse, estalla la alegría de los cielos azules y todo resplandece en el aire puro.

Los ultimos nómadas

Casi sobre la misma línea del Círculo Polar Ártico aparece la localidad de Rovaniemi, la capital de la Laponia finlandesa y la mejor base para recorrer toda la zona. Rovaniemi es una ciudad con una historia trágica —fue destruida completamente durante la Segunda Guerra Mundial—, pero ha sabido superarse ante las dificultades. Fue reconstruida bajo la dirección de Alvar Aalto, el arquitecto finés más importante, que también diseñó varios edificios. En otros lugares, el gran museo Artika, que ofrece una valiosa información sobre la cultura sami y la naturaleza ártica, sería la visita fundamental, pero en Rovaniemi hay dos atractivos más casi insuperables.

En realidad, ambos lugares se encuentran a pocos kilómetros de distancia, y la señal que avisa del desvío en la carretera es irresistible: allí está el Círculo Polar Ártico y la aldea de Santa Claus. Sí, aquí Santa Claus recibe a los visitantes, y no solo en los días previos a Navidad sino durante todo el año. Joulupukki, como es conocido Santa Claus en Finlandia, charla con los visitantes, pero también recibe miles y miles de cartas en las que niños de todo el mundo expresan sus deseos e ilusiones, ya sea respecto a los regalos que esperan o sobre el mundo en el que viven. En la oficina de correos, que dispone de matasellos muy apreciados, se muestra una selección de algunas cartas que resultan muy emocionantes.

En el mismo lugar se encuentra Santamus, lo que se conoce como la Experiencia del Círculo Polar Ártico. Es una oportunidad para aprender y vivir algo la cultura sami en caso de que no se viaje más por la zona. Los sami –a los que se conoce normalmente como lapones, aunque a ellos no les guste este nombre– ocupan esta región septentrional de Europa desde tiempo inmemorial, y su territorio se encuentra dividido entre Finlandia, Suecia, Noruega y Rusia. Los sami son los últimos nómadas de Europa, ya que algunos todavía siguen a los renos en sus migraciones anuales. Para los sami actuales, el elemento unificador de su cultura es la cría del reno, pero solo desde hace unos pocos siglos. Antes eran cazadores, recolectores y pescadores.

El idioma de la naturaleza

La religión tradicional de los sami se basaba en la forma en que una sociedad de cazadores se relacionaba con la naturaleza, que en estos lugares se impone de manera especial. Es algo vivo, igual que los espíritus, tan reales como las personas o los animales. Cada lugar tiene un nombre, una historia y un significado. Se vivía de acuerdo con esta religión, que era una parte del orden social. En su antiguo idioma no había una palabra para definir la guerra, pero sí noventa vocablos diferentes para referirse a lanieve.

Rovaniemi es un buen lugar para iniciar la aventura de adentrarse en la naturaleza. Ya sea en recorridos de esquí de fondo, en trineos tirados por perros o renos, en motonieve o en caminatas con raquetas, las opciones resultan diversas y todas están muy bien organizadas. Solo es necesario elegir la que se desee –larga o corta, de un par de horas o de tres días–, pues cualquiera de ellas es una puerta abierta a un mundo natural desmesurado, imposible de imaginar en el antiguo y poblado sur de Europa.

Hay quien dice que el trineo es el vehículo más antiguo de la humanidad, anterior a la rueda. Hay que experimentar, aunque sea un rato, un paseo en trineo. Lo bueno es que no hay padecimientos como los de los exploradores antiguos, solo el placer de los mejores momentos de Doctor Zhivago. Hay que sentir el silencio del bosque, el silbido de los patines deslizándose sobre la nieve, los ladridos de los perros (y también el olor de sus orines, que se impone en este medio en el que casi no hay aromas), el viento en la cara… En los recorridos un poco largos la expedición se detiene en una cabaña o en una tienda tradicional para preparar un café o un almuerzo a base de salmón y carne de reno seca. Si el tiempo es bueno, se hace un fuego sobre la nieve. La escena es antigua, vital, y uno se siente experimentando algo que los humanos han vivido exactamente igual hace milenios. Sería el momento de contar historias o de mantenerse silencioso, pero en permanente diálogo con uno mismo.

Rutas por la nieve

Las excursiones en motonieve son muy diferentes. Se circula con ruido, hay velocidad y se recorren distancias mayores. Si se circula por un lago helado es como volar por un mundo plano. En este caso, la experiencia se puede completar con la pesca. Hay que abrir un agujero en la masa de hielo con un berbiquí gigante, como en los tebeos, echar el sedal con el anzuelo y confiar en la suerte.

La ruta continúa hasta Kittilä, otro importante centro de servicios en la Laponia finesa. Es, para muchos, la base que permite disfrutar del esquí y del snowboard en Levi. Y de las otras actividades por la nieve.

Aquí también resulta fácil, en el invierno silencioso y oscuro, sentir un hálito pagano flotar en el aire. Sobre todo cuando el cielo se ilumina con la aurora boreal, uno de los fenómenos naturales más hermosos y fascinantes que existen. Parece que arde el cielo, que la luz vibra al danzar en la noche. A veces semeja una llama, o una cortina de luz, o un arco iris nocturno. Los sami siempre han pensado que era la expresión de fuerzas sagradas, algo demasiado poderoso que solo podía mirarse a través de un anillo de bronce. Una maravilla que, a veces, llega del cielo en las frías noches del mundo boreal.

En casa de Santa Claus

Probablemente no hay viaje más maravilloso para un niño que llegar a la Villa de Santa Claus. No le interesará especialmente saber que se encuentra sobre Napapijri –como se denomina en finés al Círculo Polar Ártico–, solo que allí vive el personaje que le hace feliz. La Villa se encuentra a unos ocho kilómetros de Rovaniemi y para los niños es el destino imprescindible. No es ajeno a esta ilusión no solo el poder sentarse en las rodillas de Santa Claus sino todo el ambiente que le rodea: los renos, las casas de torres puntiagudas, los toboganes de hielo, los trineos... En realidad, Santa Claus no es originario de Rovaniemi sino de Korvatunturi, un lugar remoto en las montañas situadas más al norte, desde donde escuchaba los deseos de los niños a través de una montaña con forma de oreja. Al trasladarse a Rovaniemi se modernizó para disponer de Oficina de Correos y una fábrica de juguetes. Santa Claus recibe cada año más de 700.000 cartas, y siempre responde a las que se lo solicitan y le escriben con la antelación suficiente como para que la respuesta llegue antes de las fechas de Navidad. Y, además, Santa está siempre a la última: ahora tiene hasta un canal propio de televisión que se puede seguir en www.santatelevision.com


sábado, 5 de enero de 2013

Salzburgo en invierno

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La ciudad de Mozart, La ciudad de los Festivales, La ciudad barroca o La ciudad de los Príncipes-Arzobispos… Estas son algunas de las descripciones que suelen adornar la definición de Salzburgo a la hora de citarla, así como también La Bella, sin más. Pero azares de la actualidad nos llevan a renombrarla también como La ciudad de Sonrisas y lágrimas e, incluso, La ciudad de Red Bull, por ser la sede social de la famosa marca de bebida energética y de la no menos célebre escudería de Fórmula 1, a la que patrocina con tanto éxito. Y es que, parafraseando el eslogan publicitario de esta bebida (cuya marca fue asimismo la promotora del vanguardista edificio del Hangar-7, convertido en el nuevo emblema de su arquitectura moderna), Salzburgo es una ciudad que “te da alas”, en el sentido de que su visita siempre reconforta.

Y es que contemplar la ya de por sí hermosa ciudad a orillas del Salzach con su imagen blanca tras las primeras nevadas invernales no tiene precio… O sí lo tiene, si la vista panorámica es desde la terraza de una de las lujosas suites del hotel Sacher Salzburg, admirando la imponente Fortaleza de Hohensalzburg en una de las colinas de la ciudad, con el magnífico ramillete de torres de sus iglesias góticas y barrocas, así como la gran cúpula de su catedral, a sus pies. Sin duda, uno de los skyline más bellos del mundo, pues si ya hemos comentado el ingente número de acertadas definiciones para nombrar a Salzburgo, no se quedan atrás los calificativos y las frases de elogio que algunos de sus visitantes más insignes le han dedicado, empezando por su hijo más ilustre, Wolfgang Amadeus Mozart: “Toda la belleza que he visto en otros lugares me parece poca en comparación con la hermosura celestial de la naturaleza de Salzburgo”.

Precisamente, el primer festival musical del año que se celebra en la ciudad es la Semana de Mozart, en torno a la fecha de su cumpleaños, pues el genio de Salzburgo nació el 27 de enero de 1756 en su calle más comercial y emblemática, la Getreidegasse. Este festival en pleno invierno, con sus memorables conciertos anuales a cargo de orquestas como la Filarmónica de Viena (dirigida en la última edición por batutas tan prestigiosas como las de los maestros Pierre Boulez o Daniel Barenboim en la Gran Casa del Festival), es otro de los motivos que justifican un viaje a Salzburgo a finales de enero (la Semana de Mozart 2013 se celebrará del 24 de enero al 3 de febrero. www.mozarteum.at).

Salzburgo, al igual que ocurre en otras ciudades como Budapest con el Danubio, se desgaja en dos mitades –el casco antiguo y la parte más moderna– por el curso del Salzach, cuyo nombre significa “río de la sal”. Hay que recordar que la gran riqueza de Salzburgo (y su propio nombre) provino de la explotación de las cercanas minas de sal de Dürnberg, que fue iniciada ya por los celtas, siendo el Príncipe-Arzobispo Wolf Dietrich von Raitenau quien modernizó el proceso de extracción. Esto, unido a las tasas de aduana que las embarcaciones tenían que pagar por transportar el oro blanco por el Salzach (hasta Italia y, desde allí, hasta el Lejano Oriente) propició que la ciudad luciera una belleza barroca que puede apreciarse perfectamente hoy en día.

Una visita obligada, claro está, es la Casa Natal de Mozart en el número 9 de la calle Getreidegasse, que figura entre los museos más visitados del mundo. La exposición permanente que ocupa las tres plantas del museo se renovó totalmente entre 2007 y 2010 para dotarla de un nuevo concepto museístico. Además del violín que tocó durante su infancia, de algunos mechones de pelo del genio y de algunas piezas de la Colección Mozart de la Fundación Mozarteum y de otros coleccionistas privados que se muestran por primera vez al público, una de las grandes novedades es la habitación dedicada a Mozart digital, un proyecto multimedia que permite escuchar todas las obras del compositor en Internet, permitiendo asimismo hojear partituras originales del autor digitalizadas y descubrir muchos detalles significativos.

Y un paseo obligado es recorrer la calle más comercial, la Getreidegasse, fijándonos en las históricas enseñas gremiales de sus tiendas. De hecho, se la conoce como “la calle de las enseñas”, pues a lo largo de la misma se asiste a un auténtico festival de emblemas de hierro fundido, algunos en parte dorados, que se originaron en la Edad Media, cuando muchas personas eran analfabetas y debían orientarse por el lenguaje de los signos de cada gremio.

El escenario de “Sonrisas y lágrimas

Pero si Salzburgo está de actualidad de nuevo, no solo en España por el estreno de Sonrisas y lágrimas, el musical, es precisamente por el revival del espectáculo The Sound of Music, estrenado por fin en la ciudad de origen de la verdadera familia Trapp el 23 de octubre del 2011, con un éxito tan fulgurante que su programación prevista hasta junio de 2012 tuvo que ser prorrogada un año, hasta junio de 2013. Curiosamente, pese a que la ciudad austriaca es donde transcurrió la historia real de la numerosa familia Trapp y el escenario donde se rodaron muchas de las secuencias de la película Sonrisas y lágrimas en 1964, el musical (estrenado en Broadway en 1959) no se había representado nunca en Salzburgo, quizá eclipsado por la omnipresente presencia de Mozart. No obstante, una encuesta realizada en 2002 reveló que más de 300.000 visitantes de la ciudad decidieron venir a Salzburgo principalmente motivados por haber visto la legendaria cinta, pues acudían ex profeso para ver los lugares de rodaje de la misma y revivir las escenas de sus protagonistas como entusiastas turistas de película.

Una de las secuencias más recordadas de la película Sonrisas y lágrimas, que curiosamente en América Latina fue titulada La novicia rebelde, es aquella en la que la actriz Julie Andrews canta junto a los siete niños y adolescentes que tiene a su cargo como institutriz en el monte Mönchsberg. El rodaje de la misma se hizo en el mirador que está enfrente de donde en la actualidad se encuentran el Museo de Arte Moderno y el café-restaurante Mönchsberg 32, contemplándose uno de los panoramas más bellos e inconfundibles de Salzburgo, con las torres de sus iglesias, la cúpula de la catedral y la silueta de la Fortaleza de Hohensalzburg detrás de los protagonistas enmarcando el espíritu de una ciudad mágica, que ahora lo es más todavía con el revival del musical Sonrisas y lágrimas, incluida la versión en su histórico Teatro de Marionetas.

Paseo del Arte Moderno

Salzburgo también funde tradición y modernidad como pocas ciudades. Un ejemplo de ello lo encontramos en el monte Mönchsberg. Aquí se hallan dos de las obras encargadas por el Proyecto de Arte Contemporáneo de la Salzburg Foundation, denominado Walk of Modern Art (Paseo del Arte Moderno), que propone una ruta cultural por los lugares más emblemáticos de la ciudad para descubrir diez piezas de arte contemporáneo, invitando a obtener nuevos puntos de vista sobre las cosas. Muy cerca del café-restaurante Mönchsberg 32, la instalación del italiano Mario Merz titulada Números en el bosque se presenta en la forma característica de un iglú, parcialmente escondido entre los árboles, teniendo un total de 21 números de neón que iluminan el cielo nocturno de la ciudad desde la colina.

Justo enfrente de esta obra nos encontramos un panel que explica la tradición de la labor de limpiador de colinas, recordando que en 1669 tuvo lugar un desprendimiento de la roca que causó la muerte a 220 personas. Fue a raíz de esta tragedia cuando la Administración de la ciudad creó la profesión de limpia-colinas, practicando el montañismo desde primavera hasta finales de octubre, para proteger las casas construidas a los pies del Mönchsberg. A la colina del Mönchsberg se puede subir en un moderno funicular y también en un ascensor que sube directamente al Museo de Arte Moderno, cuya visita es asimismo muy recomendable al contar con pinturas de maestros como Picasso o Cézanne.

Como anécdota que también nos lleva a pensar en la relación directa entre tradición y modernidad en Salzburgo, cabe citar que el origen del actual símbolo de los dos toros rojos de la marca Red Bull y de su escudería de Fórmula 1 se halla ligado a la imponente Fortaleza de Hohensalzburg. Resulta que en 1525 los campesinos se rebelaron sitiando durante catorce semanas el recinto, en el que se encontraba el arzobispo Matthäus Lang von Wellenburg y su corte, que, para dar a entender a los insurrectos que disponían de suficiente comida para aguantar el envite, recurrieron a la argucia de pintar cada día de diferente color (entre ellos, el rojo oscuro) a la última res que les quedaba, de forma que los campesinos creyeran que aún podían disponer de carne para resistir y cejar en su empeño, como así fue. Ello conllevaba que a diario tuvieran que enjuagar a la res, por lo que desde entonces a los salzburgueses también se les conoce por el apelativo de lavanderos.

El futurista Hangar-7

La mejor prueba de la convivencia entre tradición y modernidad se observa con una mirada al monte Mönchsberg, con la Fortaleza Hohensalzburg en una ladera y el Museo de Arte Moderno en la otra. Pero el gran contraste entre la ciudad barroca y la arquitectura moderna del nuevo Salzburgo reside en el futurista edificio del Hangar-7, diseñado por Volkmar Burgstaller. Se trata de la última tarjeta de presentación del imperio Red Bull levantado por Dietrich Matteschitz, el fundador y propietario de la marca de bebida energética. Con la excusa de un nuevo hangar para su colección de aviones históricos y como base para sus Flying Bulls especializados en vuelos acrobáticos, se propuso crear “la estancia para aviones más bella del mundo”. Damos fe de que lo consiguió, convirtiéndose en el nuevo icono arquitectónico de Salzburgo desde su inauguración el 22 de agosto de 2003, tras cuatro años de planificación y construcción.

El Hangar-7, localizado en el propio aeropuerto de Salzburgo, es mucho más que un impresionante edificio hecho de cristal y acero y una generosa construcción monocasco que, por fuera, da la impresión de dinamismo e ingravidez como si fuera un ala de un avión. Lo interesante se encuentra en su interior, ya que, además de conseguir el efecto de bóveda celestial sobre los aviones, sus dimensiones de 100 metros de longitud, 67 metros de anchura y 14,5 metros de altura han sido acondicionadas no solo para acoger asimismo a los bólidos de Fórmula 1 de la escudería Red Bull sino también como sala de exposiciones de arte contemporáneo y para ofrecer lo último de lo último en gastronomía merced a dos ofertas complementarias: la de la smart food (“comida inteligente”) del chef Roland Trettl en el bar Mayday y la de alta cocina en el restaurante Ikarus (con un alto precio en consonancia). Lo mejor, no obstante, es verlo con los propios ojos y disfrutar de su gastronomía, pues el Hangar-7 es un lugar de visita imprescindible para los que viajen a Salzburgo y todavía no lo hayan visto.

La cervecería más antigua de Austria

Hopfen und malz Gott erhalt’s (“Dios guarde al lúpulo y la malta”). Este lema puede leerse en una de las placas que reciben al viajero en el Monasterio Agustino de Mülln, la cervecería más antigua de Austria (1621). Por cierto, durante el mes de enero en el alféizar de la entrada aparece escrita con tiza la inscripción C+M+B. Originariamente son las iniciales de la frase en latín Christus mansionem benedicat, que significa “Cristo bendiga esta casa”, pero a partir de una época se refirieron también a las iniciales de los tres Reyes Magos: Caspar, Melchior y Balthasar, en su escritura germánica. Para los salzburgueses, las letras C+M+B aluden asimismo a las iniciales de queso (Käse en alemán, Cheese en inglés), leche (Milch) y mantequilla (Butter), dándole un significado especial: “Se puede entrar en esta casa porque tienen queso, leche y mantequilla”.

Sin embargo, en el interior del vetusto Monasterio de Mülln lo que prima es la ingesta de su cerveza Märzenbier (4,6 por ciento de graduación alcohólica), que los parroquianos beben en sus características jarras de piedra de medio litro (2,90 euros) y un litro (5,80 euros) en unos abarrotados salones dedicados a ello, hasta el punto de que se cuentan hasta 125 tertulias diferentes con reservas de las mesas. Eso sí, solo a partir de las 15 horas, como cuando en el monasterio moraban los monjes agustinos. De hecho, la Augustiner Brauerei produce 11.600 hectolitros por año, de los que el 50 por ciento se bebe aquí y la otra mitad se destina a la venta en restaurantes cercanos y directamente a particulares para llevar.

El encanto del lugar reside, además del concepto de la cultura de la cerveza como acto social (existe incluso el cálculo del tiempo ideal de la consumición: media hora para las jarras de piedra de medio litro, y una hora para las de un litro), en ver in situ el ritual de los fieles asistentes, que lavan sus propias jarras en una vieja fuente, utilizando incluso un grifo de agua caliente para apreciar mejor su sabor una vez servida del barril.

La cerveza más popular en buena compañía

La otra cervecería histórica es Stiegl, posiblemente la marca más popular del país. No en vano, lleva fabricando cerveza desde el año 1492. Dicen que incluso el propio Mozart ya la apreciaba en su época. Lo cierto es que hasta las seis letras de su nombre son utilizadas ahora como las iniciales de las seis palabras del aserto local en alemán “Salzburger trinken immer einen ganzen liter”, cuya traducción es que “los salzburgueses siempre beben un litro entero”.

Dicho esto, las sonrisas siempre están aseguradas, a veces tan proseguidas y con tanto entusiasmo que se transforman en intensas carcajadas, llegando incluso a provocar lágrimas de cerveza. Lo que se dice llorar de la risa. Sonrisas y lágrimas como las que sigue provocando la inolvidable película y el actual musical. Quizá no haya mejor forma de despedirse de un Salzburgo invernal que saboreando las sonrisas y lágrimas que provoca el cóctel de una refrescante cerveza, una divertida compañía y el buen humor a flor de piel. Porque estar a la última en la ciudad de Wolfgang Amadeus Mozart no está reñido con la mejor tradición.

Un turismo de altura

Un reciente estudio de la Cámara de Comercio de Salzburgo sobre la repercusión del Festival de Verano en la vida cotidiana de la ciudad arrojaba datos como el gasto diario por visitante (283 euros), así como la procedencia (mayoritariamente alemana) y el número medio de días (7,1) que permanece el turista alojado en la ciudad. A este respecto, un indicador claro del alto nivel económico de muchos de los visitantes de Salzburgo es el hecho de que en una ciudad de solo 150.000 habitantes (la cuarta de Austria en población, tras Viena, Graz y Linz) haya nada menos que seis hoteles de cinco estrellas (entre ellos, el Sacher Salzburg y el Goldener Hirsch) y también, por cierto, seis restaurantes con una estrella Michelin (Esszimmer, Ikarus, Magazin, Pfefferschiff, Riedenburg y Carpe Diem). Es por ello que la crisis económica está afectando en mucha menor medida a los resultados turísticos de Salzburgo que a los de otras ciudades, al tener sus visitantes un perfil con un poder adquisitivo alto. Otras cifras clarificadoras de la alta calidad de vida en la cuna de Mozart son, por ejemplo, que la renta per cápita de los salzburgueses en 2011 fue de 23.900 euros, solo superada en Austria por los vieneses, mientras que la tasa de paro es tan solo del 4,6 por ciento. En cuanto al porcentaje de los empleos relacionados directa o indirectamente con el turismo, éste ronda el 15 por ciento.

El gran escenario del mundo

Posiblemente, Salzburgo sea la ciudad del mundo que más le debe a uno de sus hijos predilectos. La gran herencia que Wolfgang Amadeus Mozart ha legado a su ciudad natal es haber propiciado que en ella se hayan gestado innumerables festivales desde que en 1917 el director de teatro vienés Max Reinhardt fundara la Sociedad de los Festivales de Salzburgo y en 1920 ya se pusiera en escena por primera vez la obra Jedermann (Todo el mundo) en la Plaza de la Catedral.

Y es que, además del Festival de Salzburgo en verano –que está considerado uno de los certámenes de música clásica más prestigiosos del mundo–, la ciudad ofrece otros eventos de enorme interés, como la propia Semana de Mozart a finales de enero –que comenzó su andadura en el año 1956 y que combina en su programa lo clásico y lo moderno–, el Festival de Pascua o el Festival de Pentecostés, por solo citar a los relacionados con la ópera y la música clásica. De hecho, el número total de espectáculos anuales en la ciudad de Salzburgo está en torno a 4.500, lo que supone una media de doce eventos por día, una cifra que sin duda coloca a esta urbe austriaca de tan solo 150.000 moradores a la cabeza mundial de espectáculos en relación a su número de habitantes. Por ello no resulta para nada exagerado su eslogan turístico: “El gran escenario del mundo”.


Laponia finlandesa, en busca de la aurora boreal

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Llega el invierno a las últimas tierras solitarias de Europa, y la noche y el silencio se adueñan del mundo. En la Laponia finlandesa los días resultan cortos en esta época del año y la luz, el paisaje, todo, nos hace pensar que estamos en un país lejano, donde la naturaleza majestuosa se adormece, aunque todavía es dueña de la vida. El silencio se hace omnipresente; tanto, que se siente de una forma impensable en otros lugares o incluso en esta misma región durante el verano. La nieve lo cubre absolutamente todo: praderas y bosques, caminos y casas, y es como una piel nueva que le sale a la Tierra. Todo lo que no se limpie rápidamente puede quedar oculto durante muchos meses, y parece que es lo que ocurre con los sonidos de la naturaleza. El silencio es profundo, tangible, y el mundo entero se detiene.

Sí, en las semanas cercanas al solsticio de invierno casi no hay luz en la Laponia finlandesa, que, igual que todo el norte de Escandinavia, se prepara para la larga noche. Pero es en estos días oscuros cuando el cielo puede iluminarse con el fuego misterioso de la aurora boreal, las luces fantasmales que danzan sobre el horizonte. Y poco a poco, día a día, la noche se va acortando y la luz vuelve a hacerse presente, mostrándonos un paisaje invernal pero luminoso.

En cualquier caso, un viaje invernal a la Laponia finlandesa representa una inmersión en el silencio y la nieve, cuando éstos se asientan en una naturaleza casi intacta. Es la ocasión de sentirse explorador, de vivir la épica de la naturaleza, imaginándose por un momento que uno revive las aventuras narradas por Jack London o las de los exploradores del Ártico. Es la posibilidad de experimentar aventuras que difícilmente se pueden saborear en otros países.

Un mar helado

El viaje puede empezar en Kemi, que ofrece la posibilidad de una experiencia única. Aquí se está en el extremo septentrional del golfo de Botnia, en un puerto importante. Pero el mar es blanco, sólido y se puede caminar sobre él. La capa superior está helada. En pocos lugares del mundo resulta tan fácil encontrar la posibilidad de saltar a un rompehielos y adentrarse, aunque solo sea unas pocas horas, en esta naturaleza que cualquiera diría que está prohibida al ser humano.

El Sampo sale varias veces por semana desde el cercano puerto de Ajos, a unos 10 kilómetros de distancia, y emprende su travesía por donde parece imposible navegar. Pero solo está helada la capa superior de agua —uno, dos o tres metros—, por la que el rompehielos se abre camino. Pero la experiencia todavía no ha terminado. En un momento el barco se detiene y es posible descender y caminar por el mar helado. Los más intrépidos pueden hacer lo que probablemente nunca hayan soñado: sumergirse en esas aguas gélidas y chapotear entre los bloques de hielo. Unos trajes especiales y un poco de gusto por las experiencias nuevas —lo primero lo aporta la tripulación, lo segundo tiene que ponerlo el viajero—es todo lo que se necesita.

Antes o después de esta experiencia, en Kemi hay que visitar el castillo de nieve. Es una construcción que se levanta todos los años, a partir de Navidad, y que está condenada a desaparecer pocos meses después. Pero, mientras tanto, se vive la ilusión de encontrarse en un espacio mágico, extraño, en el que las luces (por supuesto, se usan leds de bajo consumo que apenas se calientan) juegan un papel importante. Se pasa junto a las torres almenadas, se traspasan los muros y se vaga por unas salas únicas y efímeras. Se puede comer en el restaurante, tomar una copa en el bar, dormir una noche en el hotel o casarse en la capilla. En este castillo hay opciones para todos los gustos.

Llega el momento de adentrarse en la Laponia finlandesa, en las vastas extensiones solitarias, en los bosques inmensos. Es la última zona verdaderamente natural del continente europeo en la que la huella de la presencia humana resulta mínima. Pese a todo, esto no significa que sean lugares desconocidos o inexplorados, ya que desde hace milenios forman el paisaje cultural de los sami y sus antecesores. En invierno la vida casi se detiene. Las aves han emigrado hacia el sur hace tiempo. A finales de diciembre, cuando el día parece no existir y el sol asoma pocas horas sobre el horizonte, el paisaje se muestra en blanco y negro, con los troncos de los pinos, los abetos y los abedules destacando en la blancura de la nieve, y el cielo cubierto sobre el que apenas flota una ligera luz rosada. Al final del periodo invernal, cuando los días empiezan a alargarse, estalla la alegría de los cielos azules y todo resplandece en el aire puro.

Los ultimos nómadas

Casi sobre la misma línea del Círculo Polar Ártico aparece la localidad de Rovaniemi, la capital de la Laponia finlandesa y la mejor base para recorrer toda la zona. Rovaniemi es una ciudad con una historia trágica —fue destruida completamente durante la Segunda Guerra Mundial—, pero ha sabido superarse ante las dificultades. Fue reconstruida bajo la dirección de Alvar Aalto, el arquitecto finés más importante, que también diseñó varios edificios. En otros lugares, el gran museo Artika, que ofrece una valiosa información sobre la cultura sami y la naturaleza ártica, sería la visita fundamental, pero en Rovaniemi hay dos atractivos más casi insuperables.

En realidad, ambos lugares se encuentran a pocos kilómetros de distancia, y la señal que avisa del desvío en la carretera es irresistible: allí está el Círculo Polar Ártico y la aldea de Santa Claus. Sí, aquí Santa Claus recibe a los visitantes, y no solo en los días previos a Navidad sino durante todo el año. Joulupukki, como es conocido Santa Claus en Finlandia, charla con los visitantes, pero también recibe miles y miles de cartas en las que niños de todo el mundo expresan sus deseos e ilusiones, ya sea respecto a los regalos que esperan o sobre el mundo en el que viven. En la oficina de correos, que dispone de matasellos muy apreciados, se muestra una selección de algunas cartas que resultan muy emocionantes.

En el mismo lugar se encuentra Santamus, lo que se conoce como la Experiencia del Círculo Polar Ártico. Es una oportunidad para aprender y vivir algo la cultura sami en caso de que no se viaje más por la zona. Los sami –a los que se conoce normalmente como lapones, aunque a ellos no les guste este nombre– ocupan esta región septentrional de Europa desde tiempo inmemorial, y su territorio se encuentra dividido entre Finlandia, Suecia, Noruega y Rusia. Los sami son los últimos nómadas de Europa, ya que algunos todavía siguen a los renos en sus migraciones anuales. Para los sami actuales, el elemento unificador de su cultura es la cría del reno, pero solo desde hace unos pocos siglos. Antes eran cazadores, recolectores y pescadores.

El idioma de la naturaleza

La religión tradicional de los sami se basaba en la forma en que una sociedad de cazadores se relacionaba con la naturaleza, que en estos lugares se impone de manera especial. Es algo vivo, igual que los espíritus, tan reales como las personas o los animales. Cada lugar tiene un nombre, una historia y un significado. Se vivía de acuerdo con esta religión, que era una parte del orden social. En su antiguo idioma no había una palabra para definir la guerra, pero sí noventa vocablos diferentes para referirse a lanieve.

Rovaniemi es un buen lugar para iniciar la aventura de adentrarse en la naturaleza. Ya sea en recorridos de esquí de fondo, en trineos tirados por perros o renos, en motonieve o en caminatas con raquetas, las opciones resultan diversas y todas están muy bien organizadas. Solo es necesario elegir la que se desee –larga o corta, de un par de horas o de tres días–, pues cualquiera de ellas es una puerta abierta a un mundo natural desmesurado, imposible de imaginar en el antiguo y poblado sur de Europa.

Hay quien dice que el trineo es el vehículo más antiguo de la humanidad, anterior a la rueda. Hay que experimentar, aunque sea un rato, un paseo en trineo. Lo bueno es que no hay padecimientos como los de los exploradores antiguos, solo el placer de los mejores momentos de Doctor Zhivago. Hay que sentir el silencio del bosque, el silbido de los patines deslizándose sobre la nieve, los ladridos de los perros (y también el olor de sus orines, que se impone en este medio en el que casi no hay aromas), el viento en la cara… En los recorridos un poco largos la expedición se detiene en una cabaña o en una tienda tradicional para preparar un café o un almuerzo a base de salmón y carne de reno seca. Si el tiempo es bueno, se hace un fuego sobre la nieve. La escena es antigua, vital, y uno se siente experimentando algo que los humanos han vivido exactamente igual hace milenios. Sería el momento de contar historias o de mantenerse silencioso, pero en permanente diálogo con uno mismo.

Rutas por la nieve

Las excursiones en motonieve son muy diferentes. Se circula con ruido, hay velocidad y se recorren distancias mayores. Si se circula por un lago helado es como volar por un mundo plano. En este caso, la experiencia se puede completar con la pesca. Hay que abrir un agujero en la masa de hielo con un berbiquí gigante, como en los tebeos, echar el sedal con el anzuelo y confiar en la suerte.

La ruta continúa hasta Kittilä, otro importante centro de servicios en la Laponia finesa. Es, para muchos, la base que permite disfrutar del esquí y del snowboard en Levi. Y de las otras actividades por la nieve.

Aquí también resulta fácil, en el invierno silencioso y oscuro, sentir un hálito pagano flotar en el aire. Sobre todo cuando el cielo se ilumina con la aurora boreal, uno de los fenómenos naturales más hermosos y fascinantes que existen. Parece que arde el cielo, que la luz vibra al danzar en la noche. A veces semeja una llama, o una cortina de luz, o un arco iris nocturno. Los sami siempre han pensado que era la expresión de fuerzas sagradas, algo demasiado poderoso que solo podía mirarse a través de un anillo de bronce. Una maravilla que, a veces, llega del cielo en las frías noches del mundo boreal.

En casa de Santa Claus

Probablemente no hay viaje más maravilloso para un niño que llegar a la Villa de Santa Claus. No le interesará especialmente saber que se encuentra sobre Napapijri –como se denomina en finés al Círculo Polar Ártico–, solo que allí vive el personaje que le hace feliz. La Villa se encuentra a unos ocho kilómetros de Rovaniemi y para los niños es el destino imprescindible. No es ajeno a esta ilusión no solo el poder sentarse en las rodillas de Santa Claus sino todo el ambiente que le rodea: los renos, las casas de torres puntiagudas, los toboganes de hielo, los trineos... En realidad, Santa Claus no es originario de Rovaniemi sino de Korvatunturi, un lugar remoto en las montañas situadas más al norte, desde donde escuchaba los deseos de los niños a través de una montaña con forma de oreja. Al trasladarse a Rovaniemi se modernizó para disponer de Oficina de Correos y una fábrica de juguetes. Santa Claus recibe cada año más de 700.000 cartas, y siempre responde a las que se lo solicitan y le escriben con la antelación suficiente como para que la respuesta llegue antes de las fechas de Navidad. Y, además, Santa está siempre a la última: ahora tiene hasta un canal propio de televisión que se puede seguir en www.santatelevision.com