lunes, 26 de noviembre de 2012

El duende de Sulawesi

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En lo más profundo del bosque, unos ojos enormes brillan en medio de la densa oscuridad. El destello proviene del interior del agujero de un árbol. Cuanto más te acercas a él, mejor comprendes el misterio, las leyendas y hasta el miedo que este pequeño animal ha despertado en los hombres durante siglos. Considerado un ser sobrenatural por la mayoría de los pueblos primitivos, ha llegado a ser equiparado con un demonio por algunas culturas asiáticas. La causa de todo ello hay que buscarla en su nocturnidad, su pequeño tamaño, sus grandes ojos y sus garras ‘extraterrestres’. Sin embargo, cuando una débil luz permite contemplar con claridad su morfología, cualquier temor se disipa y lo que surge es una corriente de fascinación y simpatía ante uno de los animales más extraños y, quizás, más bellos del mundo. Un extraordinario primate que tiene mucho más de duende que de diablo.

Esta noche hay siete tarseros en el tronco hueco del árbol. Dion, guía del Parque Nacional indonesio de Tangkoko, sonríe al ver la cara embobada de los viajeros. “Si no nos acercamos mucho, no se asustarán. Todas las noches, en cuanto oscurece, salen al exterior del árbol para comprobar que no hay depredadores cerca. Si todo está en orden, se marchan a otras zonas del bosque para cazar”. Los tarseros se alimentan, básicamente, de insectos, aunque también pueden cazar pequeños reptiles y pájaros. Para ello cuentan con sus grandes ojos que le permiten ver a sus presas en la oscuridad. Mientras aguardan la hora de partir, giran 360 grados su cabeza para otear todo el entorno.Viven en pequeños grupos como éste. Normalmente pasan años en el mismo árbol y sólo lo abandonan si se sienten amenazados” asegura Dion.

Los tarseros miden unos 13 centímetros, sin contar su cola, y pueden llegar a vivir entre 10 y 15 años. Lo que no toleran es vivir en cautividad. Numerosos ejemplares se han suicidado en sus jaulas golpeándose la cabeza contra las paredes. Prefieren la muerte a no poder vivir en libertad. La especie está seriamente amenazada y su hábitat se ha reducido radicalmente hasta quedar limitado a Filipinas, Borneo, Sumatra y la isla de Sulawesi en la que se encuentra este Parque Nacional. Los ejemplares de este bosque, son de la especie llamada “tarsero espectral”. Pese a su pequeño tamaño pueden dar saltos de más de un metro de largo gracias a sus poderosas patas. Y así lo hacen, son las ocho de la tarde y ya es noche cerrada en Tangkoko. Uno por uno, los duendecillos saltan desde su árbol hacia la oscuridad. No regresarán hasta poco antes del amanecer. En ese momento volverán para guarecerse del deslumbrante sol en el interior del viejo tronco.

El día en el Parque Nacional está reservado para otros animales. Con las primeras luces, una gran manada de macacos negros crestados recorre Tangkoko. Es la época en que los árboles dan sus frutos, por lo que estos monos se pueden dar un gran festín sin apenas esfuerzo. Por eso, pasada una hora, la manada satisfecha se traslada a la playa para descansar y permitir que las crías retocen y jugueteen en la negra arena volcánica.

“La principal amenaza que sufrimos es la caza furtiva y la tala de árboles” lamenta Dion. Él, mejor que nadie, sabe como el Parque pierde terreno cada año y los  animales se van quedando sin hábitat. “Esperemos que, pese a todo, sigamos disfrutando de los tarseros y de los macacos durante muchos, muchos años”.  

Volcanes en un paraíso submarino

Tangkoko es una de las joyas que atesora la zona norte de la isla indonesia de Sulawesi (Célebes), pero no es la única. Si el centro de la isla es conocido por los sangrientos rituales funerarios de Tana Toraja, la zona septentrional es un reducto menos visitado pero repleto de atractivos naturales y humanos.

Tomohon es uno de los mejores lugares para comprobar la fuerza del llamado cinturón de fuego del Pacífico. Esta pequeña localidad yace a los pies de uno de los volcanes más activos de Indonesia, el Lokon que volvió a entrar en erupción a finales del pasado verano. El centro de vulcanología de la ciudad es un lugar de paso obligado para informarse antes de emprender cualquier excursión. Actualmente, como es obvio, no es posible ascender al Lokon debido a su intensísima actividad. Sí es factible y sencillo llegar hasta el Gunung Mahawu para recorrer el cráter y contemplar la laguna sulfurosa que se encuentra en su interior.

Otro lugar imprescindible para comprobar la fuerza de la naturaleza es el lago Linow. La enorme acidez de su agua tiñe de un intenso verdor sus aguas. Por si alguien tiene dudas de su origen volcánico, un recorrido por sus riberas resulta muy revelador. Diversas zonas se encuentran salpicadas de intensas fumarolas que se alzan hacia el cielo. Cerca de ellas pueden verse pequeñas y burbujeantes charcas de agua hirviendo.

Para descansar de este enorme y auténtico ‘parque volcánico’, nada mejor que terminar el viaje descubriendo uno de los mejores paraísos submarinos del planeta: la isla de Bunaken. La llegada puede resultar desalentadora debido a la cantidad de basura plástica que, en ocasiones, arrastran las corrientes desde la cercana ciudad de Manado. Además, Bunaken no tiene playas debido a la presencia constante de manglares. Sin embargo, basta adentrarse unos metros desde la costa y sumergir la cabeza para olvidarse de todos los inconvenientes.

Unas gafas y un tubo son suficientes para contemplar peces león, peces globo, estrellas de mar, corales y multitud de fauna marina, incluidas diversas especies de tortuga. Si se opta por una inmersión con botella, las opciones se multiplican. La barrera de coral se hunde hasta el infinito. Nudibranquios, peces escorpión, morenas, serpientes marinas, delfines, barracudas y tiburones se dejan ver con facilidad.

Bunaken es, además, un lugar especial para bucear durante la noche. Cangrejos de gran tamaño y gusanos fluorescentes se iluminan con la luz de las linternas submarinas. Las tortugas duermen en las cuevas naturales abiertas en la barrera. La vida es tan exuberante que terminamos igual que empezamos, ¿imaginando? que en el coral también se esconde algún otro ‘duende’ de Sulawesi.


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