lunes, 1 de octubre de 2012

Hoteles de leyenda

Cómo llegar

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Algunos se hicieron con un hueco en la Historia por los personajes que alojaron; otros, por lo que ocurrió o dejó de ocurrir en sus salones o en la intimidad de sus suites. Son la flor y nata de la hotelería clásica: lugares irrepetibles con muchos, pero que muchos secretos que guardar. Jamás habrá dos danielis ni dos pera palace ni dos negrescos. El Raffles, aunque abra sucursales en Dubái o en las Seychelles, disparará siempre la imaginación hacia el mítico edificio de Singapur que construyeron en 1887 los avispados hermanos Sarkies, y nunca ningún otro hotel podrá asomarse al Nilo con la majestad con que desde 1899 lo viene haciendo el Old Cataract de Asuán.
Algunas de estas viejas glorias apenas han sido rehabilitadas desde sus días de oro. Buen ejemplo de ello es el hotel Baron de Alepo, desde cuya habitación 215 el rey Faisal declaró la independencia de Siria. El antaño hotel más opulento de Oriente Medio surtió de todos los lujos de la época a viajeros y políticos entre los que figuraron desde Rockefeller hasta el mismísimo Lawrence de Arabia. Muchos de los grandes sí han sido sin embargo rehabilitados y hasta ampliados, aliñando su sabor de otros tiempos con los servicios del siglo XXI. Entre las reaperturas más recientes sobresalen la del mítico Savoy de Londres o la del The Pierre de Nueva York. Y también hace no mucho volvían a abrir sus puertas totalmente remozados los mencionados Pera Palace de Estambul y el Old Cataract de Asuán, célebres entre muchos otros méritos por haber inspirado sendos libros de Agatha Christie: Asesinato en el Orient Express y Muerte en el Nilo.

De África hasta Asia. Río arriba, el país de los faraones atesora en Luxor otro templo del glamour, el Old Winter Palace, desde el que Howard Carter anunciara al mundo el descubrimiento de la tumba de Tutankamón, y, en su capital, el Mena House, a los pies de las pirámides, o el hoy Cairo Marriott Hotel, cuyo edificio central ocupa el palacio que se construyera para albergar a Eugenia de Montijo en su visita para la inauguración del Canal de Suez. El Mount Nelson de Ciudad del Cabo, el Norfolk y el Stanley de Nairobi y el Victoria Falls Hotel, arrimado a las cataratas que le dan nombre, son las otras piezas africanas que no podrían faltar en el puzzle de los grandes hoteles con historia. Si en Oceanía apenas cabría mencionar el Windsor de Melbourne, en Asia la oferta da mucho más de sí. Además del Raffles, también brillan con luz propia The Oriental de Bangkok o el Strand de Rangún, así como los palacios de los antiguos maharajás de la India o el Imperial de Nueva Delhi, en el que se negoció la partición del país y la creación de Paquistán. También el Metropole de Hanoi y el Continental de la vieja Saigón –donde Graham Greene ambientara parte de El americano impasible–; el antaño Astor House y hoy menos glamouroso Pujiang Hotel de Shanghai, que fue el primer lugar de China en el que se encendió una lámpara eléctrica; el American Colony de Jerusalén, un oasis neutral en estas convulsas geografías que ha conocido a varias generaciones de corresponsales y negociadores, y, desde luego, The Peninsula, en Hong Kong, inconfundible por la escuadra de Rolls Royce que aguardan apostados en su puerta.

Europa y América. En Norteamérica también ofician como iconos el Waldorf Astoria de Nueva York o The Algonquin, favorito de intelectuales como Dorothy Parker o Faulkner; el Fairmont de San Francisco, uno de los pocos supervivientes del terremoto de 1906, o el este año centenario Beverly Hills Hotel de Los Ángeles. Y, algo más abajo, el Copacabana Palace de Río de Janeiro, el Alvear de Buenos Aires o El Nacional de La Habana, en el que Frank Sinatra llegó a cantar durante una sonada cumbre de mafiosos que erigió a Lucky Luciano como rey del hampa.

Pero la palma sin duda se la llevan los grandes hoteles del viejo continente, con nombres de oro como el Crillon, el Plaza Athénée o el Ritz de París, hogar de Coco Chanel durante más de tres décadas. El Martinez de Cannes, el Negresco de Niza y el Hotel de Paris de Montecarlo siguen como símbolos del elitismo en la Costa Azul. A ellos se añaden auténticas instituciones como el Savoy o el Claridge’s en Londres, el Reid’s Palace de Madeira –al que se escapaba la emperatriz Sissi–, el Cipriani y el Danieli de Venecia, el Gran Hotel de Roma (en el que vivió Alfonso XIII varios años durante su exilio) y el Grand Bretagne de Atenas, que se libró de milagro de ser bombardeado por los nazis en 1944 cuando corrió el rumor de que Churchill se alojaría en este hotel cuyas vistas sobre el Partenón han disfrutado desde Rommel hasta Brigitte Bardot.

Os dejamos aquí más detalles de nuestra particular lista.


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