miércoles, 13 de marzo de 2013

El Pequeño Tibet, trekking por el reino perdido de Zanskar

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Caminamos por uno de los territorios más aislados del mundo. Hace seis días que dejamos atrás la última carretera y desde entonces solo recorremos estrechos senderos que suben y bajan por montañas desérticas y profundos valles. Hoy la ruta discurre paralela al río Zanskar, de un intenso color turquesa, y en la arena de las playas que se forman en la orilla descubro un rastro de huellas. Mi sorpresa es grande cuando reconozco que son de oso y, además, bastante recientes. Estamos a casi 3.500 metros de altura, así que podría tratarse de un oso tibetano. Le muestro las huellas al guía ladakí, originario de Leh, y al verlas comienza a alterarse. Dice que pertenecen al Yeti, pero que es raro que merodee por aquí, tan bajo, antes del invierno, y lo afirma con convicción. Para él realmente son huellas de Yeti. Lo que para nosotros es mito y superstición, para la gente de estas tierras es parte de su cultura ancestral. Llevo caminando casi una semana y, a pesar de la dureza del paisaje, la altitud, el frío y el cansancio, Zanskar cada día me fascina más. Mientras el guía se recupera de la impresión, camino por la orilla siguiendo las huellas del Yeti, internándome en la leyenda y en el territorio olvidado de Zanskar.

Leh (3.500 metros)

Leh es la capital de Ladakh, la región montañosa conocida también como el pequeño Tíbet, nuestro lugar de entrada al Estado indio de Cachemira y la ciudad perfecta para descansar durante unos días, aclimatarnos a las elevadas alturas y preparar nuestra expedición por la remota región de Zanskar. Mientras contratamos un guía y alquilamos algunos caballos, aprovechamos para visitar la ciudad, con su fortaleza, el palacio y las bulliciosas calles del bazar en los alrededores de la mezquita. Guiándonos por el ruido de tambores y trompetas, entramos en un monasterio budista y tenemos la suerte de asistir a un baile de máscaras. Es el final del verano, y las celebraciones antes de que llegue el implacable invierno se suceden a lo largo de las poblaciones de toda Ladakh.

En los alrededores de Leh visitamos los principales monasterios budistas del valle del río Indo: Thiksey, Hemis, Shey, Stakna, Matho, Stok, Spituk… Hay muchos templos, todos muy interesantes, pero al cuarto día estamos deseando ponernos en marcha hacia Lamayuru, que está situado a unos 150 kilómetros de distancia al oeste de Leh. Es uno de los centros religiosos más antiguos de Ladakh, construido en el siglo XI, y nuestro punto de partida para adentrarnos a pie por las montañas y los desfiladeros de Zanskar.

Días 1, 2 y 3. Lamayuru (3.500 metros) / Wanla–Hanupatta–Photoksar (4.050 metros) 

Salimos al amanecer de Lamayuru para evitar el calor. El camino se hace largo y aburrido mientras recorremos una pista de tierra donde una lejana columna de polvo, cada pocos kilómetros, delata la proximidad de un camión. Al llegar a Hanupatta dejamos por fin atrás la carretera y podemos disfrutar de las primeras panorámicas de las recortadas y afiladas crestas de las montañas. El atardecer nos sorprende montando el campamento, desde donde contemplamos un fascinante juego de luces y sombras, al tiempo que la luna llena asciende sobre el horizonte de las montañas lejanas. Ahora es cuando realmente empezamos a ser conscientes del lugar en el que estamos, de la magnificencia de estos paisajes desérticos de alta montaña, y de que en los próximos días puede que seamos los únicos que recorramos los senderos de esta inhóspita región a la que solo se puede acceder a pie, siempre en una determinada estación del año, antes de que la nieve del invierno cierre los pasos y los collados. Al día siguiente se presenta la primera ocasión para poner a prueba nuestra aclimatación a la altura ante la llegada del primer puerto de montaña, el Sirsir La, de 4.805 metros. Tenemos por delante una larga jornada de casi siete horas caminando por un paisaje lunar hasta Photoksar, una aldea escondida en la entrada de un abrupto cañón rodeada de campos de cebada al pie de unos inmensos farallones de roca.

Días 4, 5 y 6. Photoksar–Singge La (5.050 metros) / Gongma–Lingshed (3.710 metros)

Ha sido nuestra primera noche por encima de los cuatro mil metros, y al amanecer una fina capa de escarcha cubre nuestro campamento. A lo lejos, las chimeneas de la aldea de Photoksar despiden columnas de humo mientras del pueblo salen los primeros rebaños de cabras guiados por niños y ancianos. Una larga caravana de caballos y mulas también se pone en marcha acompañándonos hacia el Singge La (5.050 metros), el mayor puerto de montaña de todos los que tendremos que cruzar en nuestra ruta.

El tramo de hoy es uno de los más espectaculares, pues remontaremos un ancho y largo valle hacia cumbres que superan los cinco mil metros y cuyas nieves perpetuas señalan los límites del mundo civilizado. Durante los dos próximos días no atravesaremos ningún pueblo y acamparemos en espacios deshabitados donde tan solo lejanos hilos de humo delatarán la presencia de aldeas olvidadas. La caravana avanza lentamente, cruzando collados, caminando por senderos que transcurren al borde de profundos y escarpados desfiladeros que desembocan en planicies semidesérticas, yermos páramos de montaña donde el gélido viento anuncia la llegada del otoño. Al llegar al paso de Murgum La (4.370 metros), rodeados de chortens de piedras, calaveras de caballos y banderas de oraciones que agita el viento, distinguimos el monasterio budista de Lingshed, promesa de una comida caliente. Ascendiendo por el sendero, un monje a caballo deja tras de sí una diminuta nube de polvo en el color ocre del paisaje. Lingshed es quizá el pueblo más aislado de nuestra ruta, a varios días de camino de la carretera más cercana. Los monjes nos acogen en el monasterio y nos ofrecen un reparador té mientras, sentados en el suelo junto a un gran ventanal, les preguntamos alzando la mano por la cantidad de nieve que puede llegar a caer en invierno. Uno de los monjes, riendo, coge mi mano y la alza a casi un metro del suelo.

Días 7, 8, 9 y 10. Sumdo (4.100 metros) / Nyete–Hanumil–PIshu–Karsha–Padum (3.590 metros)

Cruzando el paso de Parpi La, situado a 3.900 metros de altitud, nos encontramos por fin con el río Zanskar. Ya solo nos restan tres largas jornadas siguiendo el curso del río hasta Padum, la capital administrativa de la región de Zanskar. Por el camino la gente del valle se afana en recoger, secar y almacenar las cosechas antes de la aparición de las primeras nevadas. En el monasterio de Karsha, poco antes de llegar a Padum, un monje enseña inglés a los jóvenes novicios, y en una de las ceremonias del salón principal nos encontramos a los primeros turistas que han llegado hasta aquí en autobús desde la lejana ciudad de Kargil.

Días 11, 12, 13 y 14. Padum–Purne– Phugtal (3.900 metros)

Padum es un horrible y polvoriento poblado en un cruce de caminos. El autobús todavía tardará unos días en llegar, así que el tiempo de espera lo empleamos realizando una ruta de tres jornadas siguiendo el río hacia el Este, hacia el mítico monasterio de Phugtal. Construido verticalmente sobre las rocas de un desfiladero, resulta espectacular. Sus monjes también se preparan para la llegada del invierno y nos cuentan que, cuando el río se congela, caminar varias jornadas por encima del hielo es la vía natural para llegar a Leh, la capital de Ladakh. Cuando surge la nieve y los puertos se cierran dejándolos aislados, el monasterio de Phugtal es sin duda uno de los mejores lugares para el recogimiento y la meditación. Nosotros no queremos arriesgarnos a quedar atrapados en la desapacible Padum, así que en lugar de esperar el autobús decidimos coger el primer vehículo disponible y salir hacia Kargil, profundamente agradecidos por haber recorrido estas inmensas y apartadas soledades de la cordillera del Himalaya.


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