sábado, 29 de diciembre de 2012

La fiesta de los patios de Córdoba se suma al Patrimonio de la Humanidad

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La Unesco ha declarado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad la fiesta de los patios cordobeses, que se celebra en el mes de mayo. Este certamen, cuya primera edición tuvo lugar en el año 1918 organizada por el Ayuntamiento, es un evento en el que los vecinos engalanan sus patios colectivos con una preciosa ornamentación floral, lo que genera, en palabras del Comité, “un sentido de identidad y continuidad a los habitantes de Córdoba, que reconocen esta expresión como un componente importante de su intangible patrimonio cultural”.

La historia de los patios cordobeses se remonta a los romanos y a los musulmanes, quienes adaptaron la típica casa popular a la climatología calurosa de la zona. Con tal fin, crearon una vivienda en torno a un patio que, debidamente decorado con una fuente y abundante vegetación, se convirtió en un pequeño oasis que servía de punto de reunión familiar, un espacio que, como destaca el informe de la Unesco, promueve el contacto humano y el intercambio cultural.

La fiesta permite a los visitantes acceder durante doce días de mayo a estas casas-patio y consta de dos acontecimientos fundamentales: el Concurso de Patios, con premios a la ornamentación vegetal, incluidos balcones y rejas, y la Fiesta de los Patios, un certamen más lúdico que comprende espectáculos musicales y artísticos en algunos de los más renombrados patios que se distribuyen por el corazón de la ciudad califal, como la Judería, los barrios de Santa Marina y la Magdalena o el Alcázar Viejo.

España ya cuenta con doce inscripciones –es el cuarto país más galardonado– en esta lista, donde figuran el Misterio de Elche (Alicante), la fiesta religiosa de la Patum de Berga (Barcelona), el silbo gomero, el Tribunal de Aguas de Valencia, el Consejo de Hombres Buenos de Murcia, el flamenco, los castells catalanes, el Canto de la Sibila de Mallorca, la fiesta de la Mare de Déu de la Salut de Algemesí (Valencia), la dieta mediterránea y la cetrería –estos dos últimos elementos compartidos con otros países–.

De los lutieres de Cremona a los Diablos Danzantes

La lista representativa de la Unesco, compuesta por expresiones culturales que muestran la diversidad del patrimonio inmaterial y contribuyen a la sensibilización sobre su importancia, cuenta, amén de los patios cordobeses, con otras 26 nuevas inscripciones. Entre ellas hay actividades artesanales que se han transmitido de generación en generación, como la artesanía de terracota del distrito de Kgatleng (Botsuana), el arte tradicional de fabricación de alfombras de fieltro (Ala-kiyiz y Shyrdak) en Kirguistán, los ritos y artesanías vinculados a la tradición del traje nupcial de Tlemecén (Argelia), la cerámica artesanal de Horezu (Rumanía) o la fabricación artesanal del violín por los lutieres de Cremona (Italia), un oficio que, según el Comité, “exige poseer un alto nivel de creatividad y un conocimiento personal de cada instrumento, ya que nunca dos de sus violines son idénticos”.

También se han inscrito un buen número de celebraciones religiosas, como la fiesta mayor de San Ignacio de Moxos (Bolivia), la fiesta de San Francisco de Asís en Quidbó (Colombia), los rituales Qalisuyan de Mashad-e Ardehal en Kasán (Irán) o los Diablos Danzantes, una ceremonia que se desarrolla durante el Corpus Christi en las pequeñas comunidades de la costa central de Venezuela. Por último, también se han incluido celebraciones relacionadas con la naturaleza, como la fiesta de las cerezas de Serfú (Marruecos), o ritos muy vinculados al carnaval, como el Schemenlaufen, un desfile de bailarines disfrazados y enmascarados que tiene lugar en Imst (Austria), o el frevo, una expresión artística musical y bailada que se desarrolla durante el carnaval brasileño de Recife.


viernes, 28 de diciembre de 2012

Pueblos dorados y negros en la sierra de Guadalajara

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La sierra del Ocejón reúne en su vertiente oriental los pueblos de la arquitectura dorada, cuyo ejemplo más emblemático sería la localidad de Valverde de los Arroyos, mientras que en su vertiente occidental agrupa a los de arquitectura más propiamente negra, cuyo ejemplo más característico sería Majaelrayo. En muchas guías de campo tienden a reunir todos los pueblos de la zona como ejemplos de arquitectura negra, pero no es así. Los expertos distinguen entre los pueblos de arquitectura genuinamente negra, o lo que es lo mismo, aquellos cuyas construcciones están realizadas masiva e íntegramente con pizarra, tanto para hacer las cubiertas de los tejados como los muros, y los que emplean las lanchas de pizarra únicamente para tejar las casas, mientras que para construir las paredes y paramentos utilizan mampostería de cuarcitas. Estos últimos pueblos se encuadrarían dentro de los pueblos de arquitectura dorada, ya que en las cuarcitas predominan los materiales de tonos blancuzco-amarillentos, a diferencia de las pizarras, que, como ya es sabido, poseen un dominante negruzco, aunque en ellas se den también los tonos azules, grises, violetas y plateados. Valverde de los Arroyos y Majaelrayo constituyen dos magníficos pueblos representativos de la mejor arquitectura dorada y negra de la región. Son dos lugares unidos por muchas circunstancias históricas, pero que están separados tanto por la sierra como por una serie de pequeñas rivalidades (cuestiones sobre cuál es el pueblo más bonito, el que posee las danzas más auténticas…). Prueba de estas pequeñas diferencias vecinales es el contenido del siguiente fragmento del poeta vecino de Majaelrayo, Inocencio Pola:


Seguro que a través de siglos

En tu ladera durmieron

Querida Peña Bernardo
Las cabras y los cabreros


Subiendo la cuesta arriba

Están las vacas de Sebos

Que son dos peñas aisladas
Y por eso las comento


Y ya en la cumbre, a dos aguas

El Collado del Hervidero

Así lo llama Valverde
Y Rescoldo los de mi pueblo


Por allí pasa el camino
Y casi siempre hace viento

Bosque de robles y encinas

El camino aconsejado para esta ruta de trekking se inicia saliendo por la parte alta de Valverde de los Arroyos, donde antiguamente estaban las eras y donde en tiempos había multitud de casillas y pajares destinados a guardar los aperos agrícolas y el ganado. Una serie de terrazas con huertas y apretados bosquecillos de robles flanquean el sendero. A lo largo del camino iremos viendo la vegetación característica de esta parte oriental de la sierra, de naturaleza más mediterránea que la parte occidental. Abundan encinas, quejigares y serbales.

Veinte minutos después de iniciar el recorrido contemplaremos uno de los parajes más impresionantes de toda la excursión. Se trata de las Chorreras de Despeñalagua, una espectacular cascada que se precipita 40 o 50 metros desde lo más alto de un magnífico cortado rocoso. A medida que progresamos en nuestra ascensión, dejarán de verse los cercados de pizarra que limitan los prados y las parcelas de forraje, los herrenes, para, poco a poco, ir apareciendo los chozos en los que antes se refugiaban los pastores de las tormentas y de los temporales. También nos toparemos con algún que otro resto de las antiguas tinadas que se utilizaban para guardar el ganado.

Esta vertiente oriental de la sierra del Ocejón está atravesada por infinidad de arroyuelos y regatos que favorecen la aparición de choperas y alamedas. Tanto en una como en otra parte de la sierra es frecuente ver plantas aromáticas como la lavanda, el cantueso, el espliego y el romero. Juncos y helechos adornan los pasos húmedos y las riberas de los pequeños arroyos que cruzamos. Huele a jara y tomillo, y el rumor de las torrenteras, el canto de las aves y el zumbido de las abejas ponen la banda sonora del trekking. Una alfombra de gayuba cubre la garganta por la que avanzamos y que miles de años atrás fue el lecho de una antigua lengua glaciar. La gayuba es una especie de hiedra rastrera que prospera por encima de los 1.500 metros de altitud y que recubre como una tupida piel verde las áreas y laderas más elevadas de los cerros.

Entre tres provincias

La subida al Ocejón desde Valverde es más larga, pero más cómoda que desde Majaelrayo. Es posible unir Valverde con Majaelrayo sin necesidad de coronar el Ocejón, pero la experiencia montañera resulta más completa si coronamos este emblemático punto de la sierra. En los días claros, desde esta privilegiada atalaya se puede divisar por el norte el pico de las Tres Provincias, situado en el vértice de las provincias de Segovia, Guadalajara y Madrid; hacia poniente, la Pinilla; hacia el sur, el Madrid de las cuatro torres, mientras que hacia el este la mirada se pierde en la amplia meseta.


Más cerca, desde lo alto del Ocejón se ve perfectamente el mapa de los pueblos negros y dorados. De una parte, y a vista de pájaro, los pueblos que representan la mejor arquitectura negra de la zona: Majaelrayo, Robleluengo, Campillo de Ranas, Roblelacasa, El Espinar, Campillejo…. Del lado este: Valverde de los Arroyos, Almiruete, Palancares, Zarzuela de Galve, Umbralejo… Muestras, todos, de la llamada arquitectura dorada.
El collado del hervidero

En las inmediaciones del Ocejón, durante buena parte del invierno las cumbres y las laderas de la sierra todavía se pintan de blanco. En los lugares más elevados de estos montes las rocas pizarrosas toman un color verdoso-blanquecino, consecuencia de los líquenes y musgos que las colonizan. Las caprichosas formaciones geológicas dibujan por todos lados cuadros abstractos y constructivistas. En los campos más pobres de esta sierra pobre, la crisis ha obligado a poner en explotación algunas tierras de labor que desde lo alto dejan ver los inequívocos rastrojos dorados, como se veían en las viejas fotografías de Paisajes Españoles.

Iniciamos el descenso hacia Majaelrayo deshaciendo parte del camino andado hacia la cumbre. Cruzamos el Collado del Hervidero, bajando un tramo muy empinado hasta llegar a Peña Bernardo, un saliente rocoso de la ladera que es un perfecto balcón para divisar el valle de los pueblos negros. 

Llegando ya a las puertas de Majaelrayo, con la espadaña de la iglesia perfilándose contra el cerro Cabeza Ranas, recuerdo otras noches de mi infancia en este que también es el pueblo de mi padre. Eran noches en las que en la localidad, todavía sin luz eléctrica y, por tanto, sin contaminación lumínica, el cielo nocturno era todo un espectáculo. Noches estrelladas como solo ahora pueden verse en los más remotos lugares del planeta. Después de cenar, tumbados en las eras, el mejor pasatiempo vespertino de aquellos años era mirar al cielo intentando localizar estrellas fugaces y al Eco, el primer satélite de órbita geoestacionaria.

Por aquel entonces, todas las noches llovían luces en el firmamento y veíamos infinidad de luciérnagas en el campo. Otras luces que contemplábamos en la lejanía aquellas mágicas noches eran las de los muchos fuegos que hacían los pastores en las laderas de la sierra. Todavía hoy, si te alejas lo suficiente del pueblo, es posible disfrutar de unos cielos difíciles de observar en otras partes de la geografía española.

Si tienes algo de tiempo, cuando llegues a Majaelrayo pasea tranquilamente por el municipio, disfruta de su incomparable arquitectura, pídele a algún anciano del lugar que te enseñe alguna de las viejas casas y anímale a que te cuente historias de antes. Te parecerá que estás viajando a un remoto pasado ya definitivamente perdido en el tiempo. Entre las historias que podrás oír habrá bastantes de pastores y lobos, y quizás te cuenten también la del propio origen del nombre del pueblo: hacia el año 1400 había en la zona una majada o cerrado para guardar los rebaños de ovejas en la que en numerosas ocasiones habían caído chispas, centellas o rayos, dándose a partir de entonces en llamar a aquella majada de ganado la majada del rayo (Majaelrayo).

fogonazos de luz. Los rayos son una constante en esta zona alcarreña, ya que los pueblos negros se encuentran emplazados en un valle que es una enorme olla donde, desde siempre, se han cocinado tremendas tormentas con un gran despliegue de aparato eléctrico. Anécdotas en relación con los rayos podrán referirte muchas: desde aquellas que cuentan cómo a veces los rayos entraban por las chimeneas y salían por las gateras, después de pasearse por toda la casa, hasta alguna otra más reciente cuyo protagonista aún vive. Es el caso de Bernardo Mínguez. Siendo aún muy joven, a Bernardo le sorprendió una gran tormenta en el campo. Llevaba las mulas uncidas y él avanzaba entre los dos animales. De repente, un enorme estruendo y un deslumbrante fogonazo de luz le conmocionaron. Instantes después, las caballerías aparecen muertas y Bernardo queda desnudo y chamuscado. Las suelas aislantes de las albarcas que calzaba le salvaron la vida (la albarca es una sandalia rústica que en aquellas épocas se hacían a partir de restos de viejos neumáticos de coches). Bernardo todavía llora cuando hay grandes tormentas.

Ficha técnica

INICIO. Desde Valverde de los Arroyos: el camino arranca en las antiguas eras del pueblo. Allí verás una placa informativa.

Desde Majaelrayo: hay que salir del pueblo en dirección Este (zona de Las Cabezadas).

DIFICULTAD. Media y media/alta. Desde Valverde de los Arroyos hasta el pico Ocejón el sendero está bien señalizado. En la bajada a Majaelrayo hay senderos y pistas forestales con algunas rampas exigentes.

DESNIVEL. Tanto desde Majaelrayo como desde Valverde, el desnivel a superar hasta alcanzar la cumbre del pico Ocejón es de unos 800 metros.

DISTANCIA. Incluyendo la cumbre del Ocejón, 11 km. Sin hacer cumbre, 9 km.

DURACION. Dependiendo del ritmo, entre 3 y 4 horas si no se corona el Ocejón. Incluyendo la ascensión al pico, entre 4,5 y 5,5 horas.

ÉPOCAS. Primavera y otoño.

DÓNDE COMER Y DORMIR


Para comer en Valverde: Mesón Despeñalagua (Tlf. 949 307 449) y Los Cantos (Tlf. 949 307 453).

En Majaelrayo: Mesón El Jabalí (Tlf. 949 859 025) y La Casona (Tlf. 949 859 208).
Para dormir en Valverde: Nido de Valverde (Tlf. 660 420 649), Hostal Valverde (Tlf. 949 307 423), El Carabo (Tlf. 949 307 456) y La Alquería (Tlf. 949 307 444). En Majarelrayo: El Callejón de la Gata (Tlf. 949 370 307), La Casona (Tlf. 917 428 955) y Las Cabezadas (Tlf. 949 859 010).


jueves, 20 de diciembre de 2012

Isla Mauricio con niños en Navidad

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Isla Mauricio es un destino al que acudir cuando el frío acucia en España y qué mejor manera de visitarlo que en familia. Aquí los pequeños de la casa encontrarán multitud de lugares en los que disfrutar a la vez que descubrir nuevos ecosistemas y especies para ellos mientras los mayores disfrutan del mejor clima del año en Mauricio.

Entre los sitios donde los niños más disfrutarán, además de las cristalinas aguas de las playas, está L’Aventure du Sucre, una exposición interactiva donde conocerán la historia de la isla y las diferentes culturas que la han habitado; el jardín botánico Seewoosagur Ramgoolam donde habitan ciervos, tortugas y nenúfares gigantes; o la Reserva de Vainilla de las Mascareñas con sus tortugas gigantes y sus cocodrilos.

Y si de excursiones hablamos, unas vacaciones en Isla Mauricio no pueden acabar sin un viaje en catamarán desde donde observar a los delfines que habitan el Índico o sin una visita a Trou Aux Cerfs, un volcán inactivo en cuyas inmediaciones viven monos y una multitud de aves.

Por otra parte, los más activos podrán disfrutar de paseos en quad, a caballo, carruaje o tren en Domaines Les Pailles, una reserva natural cerca de Port Luois, capital de Mauricio.


miércoles, 19 de diciembre de 2012

Nochevieja en Edimburgo con Hogmanay 2013

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Lo cierto que Hogmanay es ya toda una tradición en Edimburgo y que no se concibe una fiesta de Fin de Año sin este gran evento que celebra la entrada al Año Nuevo y despide al anterior.

Como cada año el Festival de Hogmanay, que este año cumple su 20 edición,  comenzará un día antes, el 30 de diciembre, con la Procesión de las Antorchas, donde se unen miles de personas portando velas y recorren las calles de Edimburgo desde el Castillo hasta Abbey Strand.

El día 31 de diciembre  acogerá los principales eventos. Comenzará las 19:30 horas con el concierto Candlelit en la Catedral de Saint Giles donde el director de orquesta Michael Harris presidirá la representación de las Partes 1 y 3 del Magníficat de Vivaldi y el Oratorio de Navidad de Bach.

Por su parte, The Keilidh es un festival de música donde se unen la música tradicional escocesa con el baile y la gastronomía más popular y que comenzará a las 21:00 horas y tiene un precio de 39,60 libras.

Otros festivales que también darán el pistoletazo de salida a las 21:00 horas son la Street Party y el Concert in the Gardens. El primero de ellos espera reunir a unas 80.000 personas en torno al Castillo de Edimburgo donde habrá actuaciones de DJ’s, pantallas gigantes y  bares al aire libre, por lo que se recomienda ir vestido con ropa abrigada. Por su parte el Concert in the Gardens también se celebra en los alrededores del Castillo de Edimburgo y en él actuarán importantes bandas del panorama música como Primal Scream, Blondie, Scissor Sister o Kasabian con Noel Gallagher entre otros. Además, un espectáculo de fuegos artificiales celebrarán la entrada del nuevo año a las 12 de la noche.

Pero las celebraciones no acaban aquí sino que el día 1 de enero los más valientes podrán participar el denominado Loony Dook, es decir, un tradicional chapuzón en las gélidas aguas del río  Forth a la 13:30 horas con puente Forth Rail como telón de fondo. Además, los más deportistas podrán participar en Triatlón de Año Nuevo.

También el día uno tendrá lugar el denominado Lucky Day un pequeño festival que se celebra en el casco antiguo de Edimburgo y donde el teatro, la música, la danza y la inspiración serán los protagonistas.

Por otra parte, una carrera de perros y un teatro callejero serán otros de los eventos que acogerá el Hogmanay 2013.


martes, 18 de diciembre de 2012

Nochevieja en Nueva York

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Cada vez son más los que celebran la Nochevieja fuera de casa y uno de los destinos predilectos es Nueva York que cada año acoge a miles de turistas que quieres disfrutar del paso de un año al otro en la Gran Manzana.

Para tal evento la ciudad se está preparando una serie de actividades en sus cinco barrios. La principal, sin duda es el descenso de la esfera de Times Square, una tradición con 105 años de antigüedad, y que congrega a cerca de un millón de personas en torno a la famosa plaza. La bola comenzará su descendimiento a las 11:59 desde lo alto del edificio One Times Square y, junto a ella, los allí presentes harán la cuenta atrás que marca el fin del año y el comienzo del nuevo. 

En el barrio de Brooklyn la Gran Army Plaza, la entrada principal a Prospect Park, comenzará las celebraciones del Año Nuevo a las 11 de noche del día 31 de diciembre con comida y actuaciones. El broche fuerte lo pondrá el espectáculo de fuegos artificiales que tendrán lugar desde las 12:00 hasta las 12:15 de la noche a lo largo de West Drive y de Prospect Park West.

Por su parte, el Jardín Botánico de Nueva York, en el Bronx, acogerá espectáculos para los más pequeños de la casa en la Galería Ross. El día 31 será Ralph Lee y “La pequeña locomotora que sí pudo” los encargados de amenizar la tarde – actuaciones a las 13:00, 14:00 y 15:00 horas-.

Para adultos, el Resort World Casino, en Queens, y The Historic Old Bermuda Inn, en Staten Island, preparan sendas fiestas de Año Nuevo en las que la cena y el baile serán los protagonistas.

Otras actividades que se celebran con motivo del cambio de año son la denominada pared de los deseos de Nochevieja, que consiste en una pared del centro de visitantes de Times Square en al que todo el que lo desee puede dejar sus deseos en la pared o enviarlos online (timessquarenyc.org); y el día del “¡Adiós y hasta nunca!” que se celebrará el 28 de diciembre y a través del que se instalará en la Plaza Duffy un camión donde triturar los recuerdos más tristes del 2012.


sábado, 15 de diciembre de 2012

Kerala, la India tropical

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Siempre aparece un murallón de cocoteros que impide tocar el horizonte, salvo por la parte del mar, al oeste. Incluso las más modestas casillas ancladas en esas islas minúsculas que abrazan los canales se acogen a la rumorosa sombra de estos árboles de los que se aprovecha absolutamente todo: hojas, troncos, raíces, fibra, savia, frutos (hay cocos que llegan a pesar tres kilos)... Pero tan elegantes mástiles vegetales son solo como la apariencia exterior de un húmedo y caliente paisaje densamente arbolado. Tecas, sándalos, banianos, ébanos y otros árboles preciosos conviven apretados con los erguidos cocoteros.

Quizá el exceso de población del Estado de Kerala –33 millones de habitantes para un territorio que es solo como la mitad de Andalucía– no permite a la gente vivir razonablemente bien, pese a los muchos y raros productos que cultiva: jengibre, caucho, arroz, tapioca, té, nueces de palma, café… Y pese a la insólita y permanente agitación de los pescadores en las playas, que en los luminosos amaneceres parecen tan numerosos como los peces arrancados de las redes sobre el mismo arenal. No obstante, es uno de los Estados más ricos, saludables, cultos y democráticos de la India. Prototipo de la “India de las aldeas” –pacífica, autárquica, tradicional, religiosa– con la que soñaba Gandhi.

Claro que los tiempos cambian muy deprisa. Los hombres que manejan las célebres redes chinas que llegaron a la costa Malabar hace siglos, desde los dominios de Kublai Khan, lanzan hoy al viajero esas miradas acuosas y tristes de los indios del sur. Están inactivos, parados. Viven de las propinas que les dan los turistas a cambio de subirse en tales artilugios para tomar fotografías. El inmenso tsunami del año 2004 arrasó el pequeño golfo en el que faenaban y, lo que es peor, acabó con los peces. No, ya no hay peces frente a aquel espectáculo rojo de las redes-grúa al ponerse el sol.

Esa extraña ciudad de Cochín, que no es la capital del Estado, sí es el territorio urbano más pintoresco y monumental, la joya de la corona keralesa. Allí están el viejo fuerte, la iglesia de San Francisco, construida por los portugueses en 1510, la más antigua de la India, con la tumba donde reposó catorce años el gran descubridor Vasco da Gama; el palacio de Mattancherry, levantado por los portugueses como obsequio para el rajá de Cochín y con el que se quedaron los holandeses en 1663, más el que levantaron para sí mismos ochenta años después en la cercana isla Bolghatty, una sinagoga y los restos de la judería que empezó a poblarse, como un refugio seguro, en el siglo XI.

Un mundo singular

Pero en esta tierra que, según un eslogan turístico, es la casa de los dioses, el verdadero dios es el agua. A unos pocos kilómetros de la costa del Mar Arábigo, de casi 600 kilómetros de longitud, comienza la increíble red de canales y remansos que allí llaman backwaters. Esa red de cerca de dos mil kilómetros, verde y tranquila, fue antiguamente esencial para el transporte. En la actualidad, sobre todo entre Quilon y Allepey, que tiene más canales que calles, la mayor parte de las embarcaciones, juncos de estilo chino y naves con techos de paja, se dedican a transportar turistas. Incluso algunas se han convertido en una especie de casitas o apartamentos flotantes. Sin duda el mayor encanto de estas travesías es mirar la vida de las aldeas ribereñas, disfrutar de la apacible tranquilidad de los húmedos campos. Salvo en los días de la celebración del Onam, que acontece entre los meses de agosto y septiembre, cuando los grandes canales se llenan de botes-serpientes que compiten imitando las rivalidades de antiguos guerreros legendarios.

Uno de los encantos oficiales del Estado de Kerala es precisamente éste, el agua, la inundación. El agua estancada, permanente y casi infinita. Son lagos enormes –como el Vembanad, que tiene una superficie de 2.033 kilómetros cuadrados–, estanques medianos, ríos inmóviles, arroyos, lagunas, charcas, canales… Lleno todo de gente, aunque gente que apenas resulta visible. Hace una veintena de años, para conocer ese singularísimo mundo había que perderse en los pobres y sobrecargados botes, a motor o a remo, que servían a la población local para desplazarse ante la ausencia de vehículos terrestres. Abrazado por una paz casi sólida, envuelto en un silencio rutilante tropezaba uno con las maravillas de las aldeas perdidas junto al agua: una procesión aquí, una boda allá, una incineración en este sitio, una animada comida familiar (el espinoso pececillo karimeen, que está cocido en agua de coco, y vegetales al curry) en aquel otro…Ahora, los lujos para los turistas constituyen casi un desenfreno; hay más de mil doscientas embarcaciones en todo el Estado, convertidas en casas flotantes de toda especie que se abren paso entre la espesa manta invasora de jacintos acuáticos, junto a extensos campos de arroz, por los canales más grandes y civilizados, sin introducirse más de lo correcto en el mundo verdadero de los backwaters. Del embarcadero al propio hotel, comida o dormida incluidas si se quiere.

El reino de los elefantes

Pero en tierra firme, a lo largo de todo el Estado, el rey es el elefante. Limpios o sucios, los elefantes son unas criaturas inteligentes, memoriosas, trabajadoras y dóciles o agresivas, según les dé. El más apreciado en toda Kerala, por nombre de pila Padmanabhan, es la gran estrella de su especie, un auténtico negocio para sus dueños, que no dudan en alquilarlo para procesiones, ritos y espectáculos varios: lo que allí llaman festivales, el más destacado entretenimiento lúdico y religioso de los indios.

Padmanabhan está felizmente tumbado en un gran estanque mientras cuatro hombres restriegan a conciencia su áspera piel con cepillos de coco; le frotan el rabo, los sobacos, la comisura de los labios, y él facilita el trabajo: abre la bocaza inmensa, estira la cola peluda, coloca la trompa sobre uno de los colmillos, levanta una pata que, ella sola, pesa como sus cuatro esteticistas, se espurre para que el agua de la manguera le produzca más placer... Y los mirones que han ido de excursión a Guruvayur, una aldea casi en el centro del Estado, se maravillan del piadoso espectáculo.

Allí, en un espacio llano y extenso, residen unos sesenta enormes elefantes, aunque –no nos engañemos– en una controlada esclavitud. Todos se encuentran amarrados con firmes cadenas a grandes árboles o troncos secos, esperando trabajo, alimento o una sesión de higiene. Y son conscientes de lo que les ocurre, de que no pueden ya ramonear por las junglas frondosas. Se agitan y bambolean como si estuvieran aquejados por un síndrome psicopático, patean rítmicamente el suelo, se enfadan con ellos mismos porque no puede arrancar las hojas de los cocoteros…

Hace cincuenta años, cuando en este vasto territorio acuático y verde no había carreteras, los elefantes eran bestias familiares para el transporte y la carga en general. Todavía ahora, aparte los que aquí y allá viven destinados a entretener escuetos viajes de los turistas, pueden verse algunos en caminos secundarios cumpliendo los menesteres que otras acémilas practican aún en los países pobres. Claro que el Estado de Kerala, en la punta suroccidental del Indostán, es ya uno de los más ricos de la India. Ciudades y carreteras –pésimas, eso sí, y muy peligrosas: que nadie sueñe con lograr una media superior a los 30 km/h– están hinchadas de autobuses renqueantes, de camiones tremebundos y enloquecidos y, sobre todo, de esos triciclos motorizados (rickshaws), negros y amarillos, que sirven de taxis y de portes a domicilio y que se mueven como abejorros amenazadores por todas partes. El olor a gasóleo mal quemado representa el síntoma más evidente de ese estado de nueva prosperidad nacional.

Playas y naturaleza

Cambió el mundo, desde luego, y Kerala ha empezado a ser rica, agitada, comercial. Lo cual se manifiesta no solo en los nuevos hallazgos de territorios inundados sino también en las carreteras y en las agitadas y pequeñas ciudades. En cierta época, poshistoria de los orientales vagabundeos hippies, Kerala se hizo famosa por sus formidables playas (la de Kovalam, en el extremo sur, sobre todo). A nadie le preocupaba la más que dudosa higiene de aquellas olas, a las que iban a dar los detritos y cloacas de todas la poblaciones del país. Playas, amabilidad en la gente, clima estupendo, precios muy bajos, comida sabrosa y barata… Ahora han ido creciendo hoteles lujosos y naciendo organizaciones turísticas de todo pelaje. Se insiste mucho en los extensos espacios naturales, que son llamativos aunque poco prácticos (¿cómo diablos encontrar a un tigre bebiendo agua en el embalse/lago de Periyar, que es oficialmente una reserva, o cómo acercarse a un elefante salvaje en el parque de Eravikulam?).

La naturaleza exuberante, sobre todo en las montañas orientales y las colinas, las verdes laderas de té que plantaron los ingleses hace siglo y medio en los alrededores de Munnar (para aprovechar los yermos que dejaron sus talas de  teca), dicen que las más extensas del mundo, el conocido bullicio y la templanza de los indios son los atractivos mayores del Estado.

Escasea la obra monumental del hombre, que es sin embargo tan rica en el vecino Estado de Tamil Nadu, con sus abundantes y pétreos templos prodigiosos. Tampoco las ciudades y pueblos mayores tienen gran interés, salvo el núcleo de Cochín o la capital oficial, en el extremo sur, ahora llamada Thiruvananthapuram –con las reliquias de los maharajás de Travancore y la altivez del estupendo templo de Padmanabha Swamy–. Ni siquiera un lugar histórico de la envergadura de Calicut (Kozhikode), donde desembarcó Vasco da Gama, descubridor de la ruta hacia Oriente, en 1498, ya convertido en ciudad industrial, invita a desviarse de la ruta. Los dioses que tienen a Kerala como morada propia deben de vivir sin duda en las verdísimas colinas del Este, en las riberas del suntuoso río Nila o en alguna playa recóndita y todavía limpia.

Mística y religiosa

Qué dioses sean esos es otra cuestión. Kerala es, desde luego, muy diferente a otros estados de la Unión India. Si hay menos mugre, si la mendicidad y miseria pública son escasas y el ímpetu comercial adquiere cierto relieve, la estética místico-religiosa apenas se percibe. De momento, más de una quincena de grupos cristianos diversos manifiestan su entidad en esculturas de singular remilgo y colorido, algo así como nuestra vieja escultórica de Olot a tamaño de gigante. A un creyente occidental le producirán tanta risa como pena, injustas ambas emociones, desde luego. Otro tercio de la población es musulmana, pero muy discreta. Los hinduistas, que son el otro tercio (aunque en una distribución muy aleatoria), apenas se hacen ver, ni sus templos llenos de imágenes brillantemente repintadas. Y menos el poso histórico-monumental. Efectivamente, Kerala es un hermoso territorio: de dioses, casi vacío; de hombres, muy lleno.

Medicina ayurvédica, la ciencia de la vida

Hace ya medio siglo, centenares de jóvenes occidentales llegaban a la India con un objetivo confuso que mezclaba las drogas baratas y fáciles, el misticismo y la búsqueda de la salud del alma. Ahora, miles de personas llegan a Kerala para aprovechar los avances y hallazgos de la medicina ayurvédica. Ayur significa “vida”; veda es “ciencia y conocimiento”. Se trata de uno de los sistemas de sanación más antiguo del mundo, que comenzó unos seis siglos antes de Cristo y que ha acumulado mucha literatura científica o paracientífica. En la actualidad, su enseñanza se difunde desde numerosos centros con carácter universitario y tiene miles de practicantes (médicos) que trabajan en sus ocho ramas o especialidades. Esencialmente se trata de una limpieza profunda del cuerpo mediante ayunos y durísimos enemas para, luego, recomponerlo a base de masajes, extractos de plantas y perfumes rituales, a veces con un carácter casi mágico. Al margen de lo estrictamente médico, el ayurveda actual es una especie de puesta a punto física y mental gracias a productos vegetales. En Kerala hay centenares de establecimientos, de distintas categorías, un poco por todas partes, y los mejores hoteles disponen de gabinetes para su práctica.

Kathakali y flamenco

La danza y el resto de artes que participan en las representaciones de kathakali son una parte importante y distintiva de la herencia cultural de Kerala, aunque sus más remotos orígenes posiblemente sean chinos. Mezcla de dramaturgia, danza y música, el kathakali se manifiesta en caracterizaciones prodigiosas de los actores que expresan con sus personajes episodios de las dos grandes epopeyas indias: Ramayana y Mahabarata. La preparación y caracterización de los actores, que adoptan posturas inverosímiles, forma parte del espectáculo y puede durar unas cuatro horas. La exposición del drama duraba antaño una noche entera, a la luz de una gran lámpara de aceite. Ahora se hacen presentaciones más accesibles, siempre de un vigor estético de gran alcance, aunque nada fáciles de interpretar o comprender.

El pasado mes, la danza kathakali tuvo un compañero de excepción: el flamenco. El espectáculo La muerte de Dussana representó a España, de la mano del Instituto Cervantes, en el Festival Internacional de Artes de Delhi (DIAF) el pasado 28 de octubre. La obra, del español César Lorente Ratón, pone en escena un extracto del Mahabharata y supone una fusión inédita de dos artes escénicas centenarias: la danza kathakali y el flamenco. El autor, gaditano y gran conocedor de la cultura india, ha sabido encontrar un sorprendente nexo entre ambas formas de expresión artística.


viernes, 14 de diciembre de 2012

Invierno en el verano argentino

Cómo llegar

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Los que echan de menos el sol y el buen tiempo pueden recuperarlo en Argentina y en su costa atlántica. Así, lugares como San Clemente del Tuyú, Mar de Plata, Villa Gesell, Mar de las Pampas, Las Grutas y Puerto Madryn son lugares que se preparan para la llegada del sol y el calor.

De este modo, todo el litoral argentino ofrece lugares destinados a públicos y modos de vivir el descanso diferente. Así, en el norte, a unos 300 kilómetros de Buenos Aires, mientras San Clemente del Tuyú es un destino familiar, Mar de las Pampas es para aquellos que buscan la tranquilidad y Villa Gesell para los más jóvenes.

Por su parte, al sur del país, en la región Patagónica se encuentran las provincias de Río Negro y Chubut donde Puerto Madryn y Las Grutas ofrecen un turismo activo a través de la práctica de buceo, trekking y el avistamiento de fauna marina en escarpados acantilados y rocosas playas.

En total son unos 4.500 kilómetros de playas y bosques en los que disfrutar de unas vacaciones a orillas de un mar en cuyas aguas habitan especies subtropicales gracias al encuentro de las corrientes frías y cálidas.


Ruta de los pueblos blancos de Andalucía

Cómo llegar

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Esta ruta abarca las provincias de Cádiz y Málaga y a través de ella se pueden conocer algunos de los pueblos más típicos de estas regiones. Además, en ella se encuentran el Parque Natural Sierra de Grazalema, con una flora y fauna muy variada, y el Parque Natural de Los Alcornocales, la mayor reserva de esta especie de árbol de la Península Ibérica.

El nombre de esta ruta viene dado por la antigua costumbre de sus habitantes de encalar las fachadas de las viviendas y adornarlas después con macetas con flores de vivos colores y se puede realizar en su totalidad o parcialmente en función del tiempo que cada uno le quiera dedicar.

Diferentes estilos arquitectónicos, iglesias, yacimientos arqueológicos, castillos, cuevas prehistóricas y museos son sólo algunos de los ejemplos de lo que acogen estos pueblos blancos y sus alrededores. Pero también los caracteriza una rica gastronomía, una curiosa artesanía y la posibilidad de practicar deportes como senderismo, montar a caballo o volar en ala delta.

La ruta comienza en Arcos de la Frontera, provincia de Cádiz, situado en lo alto de una colina, y donde se puede visitar la Basílica de Santa María, el Castillo Ducal o la casa Palacio del Mayorazgo. En Bornos el visitante se encontrará con los castillos del Fontanal y de los Rivera y con la Iglesia de Santo Domingo de Guzmán. El Bosque, por su parte, es la puerta de la Sierra de Grazalema por lo que se pueden realizar excursiones a los bosques de pinsapos. El pueblo de Ubrique, de fundación fenicia, es famoso por sus trabajos en cuero, y en él destaca el convento de Capuchino. Villaluenga del Rosario destaca su plaza de toros, que fue construida aprovechando las estribaciones de las rocas para los tendidos.

Continuando con la ruta, en Algodonales, olivares y huertas de verduras esperan al visitante a los pies de la Sierra de Líjar. En este pueblo destaca la iglesia barroca de Santa Ana. Por su parte, Benaoján (provincia de Málaga) destaca por las cuevas que posee en sus alrededores con restos paleolíticos. Casares es un pueblo de origen romano que data de los tiempos de Julio César, cuyo casco antiguo es de origen árabe y en sus alrededores se ubica un yacimiento arqueológico. En el pueblo fortaleza Castellarde la Frontera el turista tendrá unas buenas vistas sobre África.

Otros de los pueblos que se visita en esta ruta son Esperas, Villamartín, Prado del Rey, Benaocaz, Grazalema, Zahara de la Sierra, Olvera y Setenil de las Bodegas en la provincia de Cádiz y Ronda, Montejaque, Jimera de Líbar, Ataje, Benalalid, Algatocón, Gaucín y Jimena de la Frontera en la provincia de Málaga.

Más información en www.andalucia-web.net


jueves, 13 de diciembre de 2012

El cielo de Puebla se iluminará el 16 de diciembre

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Con un mensaje de paz y esperanza y para celebrar el Mes Mundial de la Discapacidad, el cielo de Explanada del Fuerte de Guadalupe de la Ciudad de Puebla se llenará de luz gracias a los 16.000 globos de cantoya blancos que serán lanzados el próximo 16 de diciembre.

Este evento está promovido por CiNiA, empresa pionera en Hispanoamérica en la integración de personas con discapacidad. En él, se espera la asistencia de 3.000 participantes que, en un evento único en el continente americano, se unirán a las 16.000 personas de todo el mundo que, virtualmente a través de las redes sociales, lanzarán un mensaje de esperanza para todas las personas con discapacidad.

Los globos de cantoya están elaborados con material biodegradable y son tradicionales de Sierra de Puebla, aunque también son muy utilizados en las culturas orientales en ocasiones especiales. Estos globos descienden ya apagados por lo que el peligro de iniciar un incendio es casi inexistente. Además los que utilizarán en esta ocasión han sido elaborados por personas con discapacidad de la CiNiA. 

Para participar en este evento, los interesados deben registrarse previamente en DIF Estatal o en la sede de CiNiA de Ciudad de Puebla antes de las 16:20 horas del día 16 de diciembre. En cuanto a la asistencia, es gratuita y se recomienda estar en la explanada sobre las 17:30 horas.


martes, 11 de diciembre de 2012

Guatemala Maya, tesoros y misterios de los dominios del Quetzal

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Hasta bien entrado el siglo XX, hablar de el año 2000 seguía sonando a inimaginable episodio futurista. Por aquel entonces, de entre las variadas profecías apocalípticas que acompañan cada cambio de milenio, se empezó a hablar del vaticinio maya que, según algunas interpretaciones, anunciaba el fin del mundo para el solsticio de invierno del año 2012. Es decir, el día 21 del próximo mes de diciembre. Aunque muy debatido, el fatalista augurio fue cobrando importancia a medida que se acercaba la fecha señalada, hasta desembocar en un cúmulo de nuevas interpretaciones, afortunadamente mucho más halagüeñas. En estos últimos tiempos, expertos epigrafistas mayas de distintos países concluyen que el mensaje en cuestión, si bien anuncia efectivamente el fin de una era, no lo hace en sentido catastrofista sino solo como inicio de una nueva etapa.

La cultura maya manejaba diferentes tipos de cuentas calendáricas de gran precisión, combinando el calendario solar y el lunar, con unidades temporales clasificadas por veintenas. Cada tun de veinte años de 360 días constituiría un kíatun, es decir, un ciclo de unos cuatrocientos años. Para alcanzar la siguiente unidad habría que multiplicar esta vez por trece –según cálculos que tendrían que ver con la posición de la Tierra respecto al supuesto Alción, un sol alrededor del cual girarían el nuestro y otros cinco soles según los mayas–, siendo necesarios trece kíatunes para conformar un cambio de era, esta vez realmente larga, ya que, si seguimos multiplicando, trece kíatunes suman unos cinco mil doscientos años. Esta es precisamente la fecha que dejó señalada la conjetura maya, el fin del trigésimo kíatun, que marca el inicio de una nueva era coincidente con un cambio galáctico. El alto valor simbólico de tan notable tránsito requeriría –siempre según los especialistas– una profunda reflexión sobre la vida en este planeta y la necesaria armonía entre el hombre y la naturaleza.

Un nuevo amanecer para el hombre

No en vano, la Unesco ha declarado a Guatemala Capital Mundial de la Filosofía Humana 2012, escogiéndose la emblemática ciudad maya de Tikal como anfitriona de la Cumbre Mundial 2012, titulada El Nuevo Amanecer para la Humanidad y programada para los días 20 y 21 de diciembre. El evento, organizado por el gobierno guatemalteco, planea congregar algunas de las mentes más creativas del mundo y contará con la presencia de personalidades de reconocido prestigio internacional. Independientemente del valor histórico-cultural y de la posible veracidad de la supuesta profecía maya, de lo que no cabe ninguna duda es de que el revuelo despertado por la misma ha funcionado de maravilla como dinámico activador del turismo, especialmente en Guatemala, país que se conoce como El corazón del mundo maya, ya que sus poco más de cien mil kilómetros cuadrados concentran lo mejor y lo más esencial del espíritu de sus distinguidos ancestros. El resto se distribuye entre los países vecinos: México, Belice, Honduras y El Salvador.

Los secretos de la selva

El Instituto Guatemalteco de Turismo (INGUAT) asegura que cuentan ya con más del 90 por ciento de reservas hoteleras, vuelos y tours contratados para el mes de diciembre, con un lleno casi total en la región del Petén, donde se halla la renombrada ciudad maya de Tikal, uno de los centros arqueológicos más importantes del mundo y el único que ostenta la doble titulación concedida por la Unesco como Patrimonio Cultural y Natural, debido al impresionante compendio de fauna y vegetación en que se haya sumergida.

Descubierta en 1848, casi mil años después de su abandono total, se ha convertido en la máxima enseña de Guatemala, con su inconfundible Gran Plaza dominada por los templos enfrentados del Gran Jaguar y de Las Máscaras, probablemente las pirámides más retratadas de la arquitectura maya. El insaciable manto verde de la jungla se reserva todavía el secreto de cientos de estructuras sin desvelar, pero las más de cuatro mil albergadas en los dieciséis kilómetros cuadrados desvelados a partir de los años 50 del siglo XX son más que suficientes para dejar sin habla a cualquiera. Alrededor de las ruinas, los exóticos sonidos de la maraña tropical entremezclan los gritos de los monos aulladores con el canto de más de cuatrocientas especies de aves. Mucho más difícil de percibir, el mítico jaguar cruza silencioso las profundidades de este verde océano, entre ceibas (el árbol nacional de Guatemala), cedros y caobas de más de cincuenta metros de altura.

La vitalidad del espíritu maya

La mitad de las ciudades mayas guatemaltecas hasta hoy destapadas –ya que la arqueología maya exige, más que excavar, despejar tierra y vegetación acumuladas– se localizan al norte del país, sumidas en la apretada selva del Petén, considerada como uno de los pulmones del planeta. Entre la extensa masa verde se esconden los misterios sin resolver de los monumentales complejos ceremoniales y astronómicos de Yaxhá, Uaxactún, Ceibal, Aguateca y El Mirador, la más secreta de todas, ya que, debido a su lejanía, solo puede alcanzarse en helicóptero o tras cinco días de marcha a lomos de caballerías.

Pero lo que realmente hace diferente a Guatemala, lo que la confirma como heredera del espíritu maya, reside en el carácter enigmático de sus gentes, en su mayor parte descendientes de aquellos pobladores que quedaron plasmados en las viejas pinturas y esculturas mayas, de cuerpo enjuto, cabello negro como la noche, nariz aguileña y piel cobriza. De ellos conservan arcanos dialectos, la sabiduría calendárica que les permite detectar los mejores momentos para la siembra y la cosecha del reverenciado maíz, la habilidad de tejer una compleja y colorista simbología con los antiquísimos telares de cintura, y un sinfín de inquietantes rituales que hicieron pervivir enredándolos con las ceremonias cristianas importadas por los españoles. En ningún otro sitio como en Guatemala quedó tan fuertemente arraigada la herencia prehispánica.

Simbología ancestral

El viajero quedará asombrado ante las escenas cotidianas, cuya autenticidad perdura por encima del tiempo y de los turistas. Como las que tienen lugar en la escalinata de Santo Tomás de Chichicastenango, una población del departamento de Quiché que está situada a más de dos mil metros de altitud. La iglesia católica apoya sus paredes encaladas sobre la piedra sombría de un templo muy anterior a la llegada de los españoles. Como un poderoso imán, los dieciocho escalones cosmogónicos atraen a las vendedoras de flores y frutas, que ponen la nota de color y frescor entre las nubes de copal –una resina vegetal que se quema como el incienso– provocadas por los sacerdotes mayas chuchkajau. Chichicastenango, donde incluso el cementerio se viste de colores, alcanza su máximo apogeo durante el estallido cromático del mercado que se celebra los jueves y domingos. La cestería, la cerámica, los tejidos tradicionales, la joyería de jade, las flores y las hortalizas, los santones y máscaras de madera policromada, todo se conjuga con la riqueza de los atuendos populares, cada uno de los cuales indica inequívocamente la procedencia de quien lo viste. Más allá, en el Cerro de Pascual Abaj (la Piedra de Pascual) se desarrollan con toda naturalidad ofrendas y rituales que, en otras latitudes, causarían escalofríos.

También muy conocidas por su tradición indígena, las poblaciones asentadas en las agrestes laderas del lago Atitlán suman al colorista espectáculo de sus artesanías la maravilla de la imponente naturaleza circundante. Se trata de una ancestral caldera volcánica de más de cien kilómetros cuadrados, colmada por aguas de un azul profundo. En su libro Más allá del golfo de México, el escritor británico Aldous Huxley sintió que aquello “era realmente demasiado”, comparando las aguas de Atitlán con el lago de Como y considerando el del altiplano tan pintoresco como el italiano, “pero con la belleza añadida de los inmensos volcanes que lo rodean”. Dedicados a la pesca y a las plantaciones de café y maíz, cakchiqueles y zutuhiles visten con orgullo los ponchos ornamentados de los hombres y los originales tocados con que las mujeres rematan sus faldas y huipiles, la imprescindible blusa blanca que se adorna con piezas rectangulares elaboradas con la misma técnica que empleara Ixchel, la diosa madre y tejedora del mundo maya. Muy codiciados por los turistas, cada uno de estos huipiles encierra tras sus dibujos una antigua simbología vedada al pagano. El mercado más concurrido es el de Santiago de Atitlán, famoso por reunir la mayor concentración indígena de artesanías.

Otro importante centro cultural y comercial, que disfruta a su vez de un clima de montaña, es el colonial y neoclásico Quetzaltenango, que está situado a doscientos kilómetros de la capital guatemalteca. Con una mayoría de habitantes de raza quiché, este lugar es muy apreciado durante los veranos por estudiantes norteamericanos que quieren aprender español. No solo por sus numerosas academias sino también por los acogedores bares bohemios que animan sus viejas calles empedradas. Antaño centro neurálgico maya, conserva su primitivo nombre, Xela o Xelajú, que significa “Bajo diez volcanes”.

Cráteres, grutas y manantiales

Cuando la naturaleza exagera, el resultado es Guatemala”. Así lo creen los guatemaltecos, con muy buenas razones para sentirse orgullosos de sus espléndidos paisajes. Asentada sobre la confluencia de tres placas tectónicas, la geografía del país incluye más de treinta volcanes, cumbres que sobrepasan los cuatro mil metros y altiplanos enclavados entre dos mil y tres mil metros de altitud. Algunos de los conos se hallan activos, como el volcán Fuego, cuyas cimas envueltas en nubes de ceniza se divisan desde la capital, y el Pacaya, considerado el más activo de Centroamérica, con lentos ríos incandescentes de lava deslizándose como lenguas de fuego por sus laderas. Al de San Pedro puede ascenderse montado en un pintoresco tuc-tuc desde San Pedro de Atitlán, y en muchos de los considerados como más accesibles encontraremos bellas lagunas en sus cráteres.

Aunque lo más verde y frondoso se halla en el mencionado Petén, que oculta numerosas ruinas mayas entre sus intrincados bosques, también es posible descubrir un paraíso de naturaleza en la región de las Verapaces, al norte de la capital. En este caso enriquecido con sorprendentes cauces y manantiales, y plagado de misteriosas grutas. Adornadas con profusión de estalactitas y estalagmitas, y muchas de ellas surcadas por ríos de aguas turquesas, las grutas se emplean en ocasiones como escenario de secretos rituales mayas.

El refugio del mítico quetzal

En los densos bosques de esta región –adornados por cientos de especies de orquídeas– anida, aunque es muy difícil de ver, el mítico quetzal, el pájaro incapaz de vivir en cautividad que prestó su nombre a la moneda nacional y a quien el himno guatemalteco implora que “remonte el vuelo más que el cóndor y el águila real”. Extremadamente protegido, se refugia hoy en la Reserva Biotopo del Quetzal de las Verapaces junto a otras ochenta especies de aves, monos araña y tigrillos. Sus plumas de tonos metálicos verdes y escarlatas adornaron los más nobles tocados de aquellos mayas convencidos de que las majestuosas ceibas, refugio del pájaro sagrado, sostienen el mundo en sus copas mientras procuran sombra a las deidades del supramundo y albergan en sus raíces a las del inframundo. Evidentemente nos hallamos aún lejos de comprender la compleja cosmogonía de una de las civilizaciones más deslumbrantes, enigmáticas y seductoras del Nuevo Mundo, pero nada nos impide aceptar su invitación para entrar en la supuesta nueva era, reflexionando profundamente sobre nuestro porvenir y nuestra responsabilidad hacia el planeta que habitamos.

Un país, dos capitales

La primera capital lo fue entre 1543 y 1773, año en que un terremoto la dejó totalmente devastada en una tarde. Abandonada por decreto, fue sustituida por una nueva ciudad, a 40 kilómetros al oeste. Otros nombres designaron a las ciudades hermanas, tan distintas pero inseparables: Santiago de los Caballeros de Guatemala pasó a denominarse La Antigua Guatemala –o La Antigua, a secas–, mientras Nueva Guatemala de la Asunción, erigida en estilo neoclásico, pasaría a conocerse como Ciudad de Guatemala –o simplemente Guatemala–, actual capital del país. Inmersas entre volcanes, ambas se complementan de maravilla: una convertida en una de las más modernas metrópolis de América Central, y la otra transformada en un reclamo turístico gracias a su arquitectura colonial de los siglos XVI y XVII.

Playas volcánicas

Los atractivos naturales y culturales de Guatemala no deberían eclipsar su singular oferta marítima, con casi trescientos kilómetros de costa frente al Pacífico y un rinconcito caribeño totalmente distinto al resto del país. En el primer caso, cabe destacar las extensas playas de arena oscura volcánica, especialmente las de la zona de Monterrico, que cuentan con un oleaje perfecto para los surfistas y abundante pesca de pez vela. La Bahía de Amatique y la jungla interior resguardan al pequeño y tranquilo tramo costero que mira al Caribe. El olor dulzón de las frutas tropicales y la música reggae impregnan el ambiente de su localidad más popular, Livingston, colonizada por diferentes etnias: garifunas de ascendencia afroantillana, indios procedentes de la propia India y los q’eqchi, descendientes de los mayas.


Distrito Southwark de Londres

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Haría falta remontarse a los oscuros orígenes portuarios de este arrabal de la orilla sur del Támesis para comprobar, una vez más, ese pulso modernizador que ha caracterizado siempre a la capital británica. Una capacidad de reciclaje que consiste en añadir nuevas facturas arquitectónicas a edificios tradicionales y en convertir una zona fea y degradada en un distrito alternativo de moda. Esto es lo que sucedió con el llamado Southwark, encajado entre la parada de metro del mismo nombre y aquella otra de London Bridge. De la noche a la mañana, esta suerte de barrio rojo comenzó a verse revestido de vanguardia. Antiguos almacenes fueron sustituidos por espaciosas galerías de arte, mientras quedaban atrás tascas y tabernas de sórdida reputación, reconvertidas en restaurantes chic a la vera del viejo muelle. Vivir en la ribera del río volvía a ser un privilegio exclusivo, como dejaban percibir los carísimos apartamentos y lofts que empezaron a prosperar por la zona.

Claro que para ello tuvo que llegar antes otro hito del diseño carismático: la Tate Modern, un coloso de ladrillo que nació como central eléctrica y que, gracias al talento visionario de Herzog & de Meuron, se erigió, allá por el año 2000, en uno de los museos de arte moderno más visitados del mundo. Y tuvo que llegar también el Millennium Bridge, que daba conexión a la zona con la margen opuesta del río, esto es, con la City, el distrito financiero y de negocios.

A pesar de este renacer, el Southwark se jacta de albergar el mercado más antiguo de Londres, el Borough Market, que ya abastecía a los vecinos en tiempos del Imperio Romano y que es hoy un templo de delicatessen con delicias del mundo: desde ostras de Colchister hasta filetes de avestruz de Sudáfrica y jamón ibérico extremeño. Justo encima, para los que prefieran comer en mesa y mantel, está Roast Restaurant, un restaurante con platos típicamente británicos.

Con ambos, las calles de este barrio emergente han alumbrado un nuevo foco gastronómico que es ideal para el afterwork, como demuestran sus calles atestadas de gente a la caída de la tarde, y especialmente de periodistas, dado que el Financial Times se encuentra en sus proximidades. Abundan también los pubs para tomarse una buena cerveza: Founders Arms, Anchor , Vinópolis … Y tampoco falta un museo, The Clink Prison, que recrea una prisión medieval, ni un teatro: un jovencito William Shakespeare, recién llegado de Stratford upon Avon, eligió el Southwark para estar cerca de The Globe, teatro que acogería la representación de Hamlet y de Romeo y Julieta, y que hoy es el Shakespeare’s Globe Theatre.

Luces, rebajas y pasión por la Navidad

A los británicos les apasiona la Navidad tradicional, con sus luces, su decoración y su folclore. Desde 1947 es tradición que Noruega regale un abeto a Gran Bretaña por su apoyo en la Segunda Guerra Mundial. La ceremonia de encendido de este árbol en Trafalgar Square a principios de diciembre es uno de los acontecimientos más esperados, como lo es el Boxing Day, el día después de Navidad, con el comienzo de las rebajas y sus irresistibles descuentos.


lunes, 10 de diciembre de 2012

Coney Island, corazón y memoria de Nueva York

Cómo llegar

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Coney Island es una península incrustada en el corazón de los habitantes de Nueva York. Situada al sur de Brooklyn, este pedazo de tierra, de apenas siete kilómetros de largo por 800 metros de ancho, ha estado siempre vinculado a los parques de atracciones, a las playas y a la diversión. Hace más de dos siglos que se levantó su primera atracción y desde entonces, como si fuera una montaña rusa, su popularidad ha sufrido drásticos vaivenes de la mano de la economía estadounidense. Hace ya mucho que  superó su peor época (finales de la década de los 60) para renacer como un espacio renovado, cuya historia no solo no ha actuado en su contra sino que le ha otorgado una personalidad y un alma imborrables. No hay en el mundo un lugar como éste, que haya sabido mantener un aura onírica y añeja para seguir siendo popular sin caer en la irremediable globalización. 

Llegando en tren desde el centro mismo de Manhattan (una hora de trayecto), lo primero que se divisa en el horizonte de Coney Island es la gran noria del Luna Park. La famosa Wonder Wheel fue declarada lugar de interés nacional junto con Cyclone, una montaña rusa en la que el traqueteo de su estructura de madera no ayuda para decidir a los indecisos. Se inauguró el 26 de junio de 1927 y todavía mantiene los coches originales. Para sus fans, porque tiene auténticos seguidores, la madera hace que el viaje en esta montaña rusa sea mucho más vivo. Los responsables del parque aseguran que las revisiones son diarias. “Hay que comprobar que todos los tablones y los tornillos estén bien”, confirma a pie de taquilla un empleado.

Al bajar por la avenida Stillwell, desde la estación de tren, y cruzar la avenida del Surf aparece el primer pedazo de historia. El restaurante Nathan’s Famous es el lugar en el mundo que más tiempo lleva sirviendo los ya universales perritos calientes. Haciendo gala del más autentico sueño americano, Nathan Handwerker, un empleado del verdadero inventor del hot dog –básicamente su gran idea consistió en poner las salchichas dentro de un bollo para que los clientes no tuvieran que utilizar los cubiertos–, estableció su propio puesto a mitad de precio que su jefe y con una receta de su esposa. Abrió el restaurante Nathan’s Famous en 1916 para, en pocos años, convertirse en un verdadero icono de la ciudad. 

Un escenario de película

Tan solo unos metros más allá están los kilómetros cuadrados más mágicos de Nueva York. Enormes esculturas de hierro con formas voluminosas y serpenteantes crean ante nosotros un pequeño universo de montañas rusas y atracciones. Todo con cierto sabor añejo, de feria de pueblo, pero con atracciones modernas dispuestas a llevar al público al límite. Las experiencias fuertes se llevan la palma en un terreno donde los visitantes son lanzados en loopings sentados o tumbados, donde son expulsados hacia el cielo en una especie de yo-yo gigante capaz de hacer sentir la ingravidez o las sillas sujetas por cadenas (Brooklyn Flyer) se elevan, rápido, congelando el aliento, a nueve metros de altura. No faltan tampoco minimontañas rusas para que los más pequeños vayan acostumbrando el cuerpo a las sensaciones frenéticas.

En Coney Island muchos de los edificios históricos han sido pasto de las llamas en diferentes épocas, solo para que otros fueran tomando sus puestos. El problema básicamente es que había enormes estructuras de madera que soñaban con una nueva e iluminada época llena de novísimos instrumentos eléctricos. Thomas Edison convirtió Coney Island en un gran centro de pruebas y en la mejor feria para sus inventos. La penúltima resurrección de Coney Island es una mezcla de ímpetu humano e inyecciones de millones de dólares. Durante la Gran Depresión, la clase media alta de Nueva York dejó de acudir a su balneario preferido (llegó a tener 40 millones de visitantes al año) y la zona se fue llenando de pandillas y gente sin recursos.  Dicen los supervivientes de aquella época que era como una civilización perdida en un mundo finiquitado. Las inmensas estructuras abandonadas, los esqueletos de aquel mundo onírico solo servían como platós para el rodaje de producciones cinematográficas, una industria que descubrió en aquel mundo abandonado el decorado perfecto y le sacó bastante partido. Durante aquellos años se rodaron muchas películas, en su mayor parte de bajo presupuesto. Pero hoy, gracias al estadio de KeySpan Park, la sede del equipo de béisbol Brooklyn Cyclones, al nuevo acuario –que cuenta con más de 350 especies marinas–, los innovadores restaurantes y tiendas y, cómo no, sus parques de atracciones, se puede afirmar que Coney Island goza de muy buena salud. Ha recuperado el ritmo, con abundantes familias y cada vez más clase media haciendo uso frecuente de todos sus servicios.

Desfile multicultural

La relajación y la libertad que se puede respirar en este punto de fuga del ritmo brutal que impone Nueva York es especialmente visible en su enorme paseo marítimo. Llamado Board Walk por su construcción en madera, la gran explanada se convierte, especialmente en verano, en un desfile multicultural de todo tipo de formas de vida. Algunos viejos residentes recostados en sillas playeras, y tan morenos que parecen pintados, miran de reojo el espectáculo, cada vez menos friky y más numeroso, con la satisfacción de que su refugio ha cambiado, pero no ha perdido la esencia. Mucho tatuaje, mujeres con velo y latinos relajados, en familia, se cruzan con cuerpos musculados que recorren el paseo en patines o corriendo. Un cowboy sin camiseta pero con las botas puestas luce abdominales mientras, por encima de sus cabezas, pasan volando un par de cuerpos amarrados a cuerdas y poleas. Cada pocos metros, distintos ritmos musicales toman sus espacios para hacer bailar a la gente: un karaoke con lo mejor de los 80, la salsa heredera de la Fania o una sesión de dance. Tampoco resulta extraño que un tipo con la barba verde, disfrazado y con un loro en su hombro, vaya saltando de sonido en sonido, sacando a bailar a todo aquel que no conozca la vergüenza y dejándose hacer fotos hasta que se harta y pide un dólar por disparo. Es uno de los clásicos, uno de los personajes que forman parte del paisaje. Finalmente, esto es Coney Island, una casa de rarezas sociales que encontraron en este lugar lo más parecido a un hogar.  

Playa y atracciones

En Coney Island no hay un parque de atracciones sino dos: el Luna Park, que volvió a abrir sus puertas en 2010 y rinde homenaje al mítico parque cerrado en 1944, y Deno’s Wonder Wheel, fundado en 1920. Cada uno tiene diferentes características y, gracias al esfuerzo de ambas empresas, la oferta de atracciones es más del doble que hace apenas dos años. Pero la experiencia de Coney Island no es el mundo de Disney y la intención no suele ser pasar un día entero entre atracciones. El movimiento del gentío más bien parece fluir hacia el gran paseo marítimo y la playa, parar un rato, subir a una atracción, otro baño, comer un perrito caliente en Nathan’s, una cerveza en el renovado Ruby’s Bar y volver a la playa o al paseo. La playa larga y ancha acomoda fácilmente a miles de personas sin aglomeraciones y sin que en ella ni en el paseo sea posible fumar, debido a las duras restricciones antitabaco del Estado de Nueva York. 

Debajo del paseo marítimo varias pistas de frontón de mano reúnen a multitud de aficionados a este deporte, del que, se dice, nació en Coney Island para ser importado al resto del país. Como me decía Wilmer Rodríguez, un fotógrafo puertorriqueño que está especializado en hacer cromos de todos los jugadores semiprofesionales, “este es el deporte de Coney Island. Es anterior al tenis y de aquí nacen luego todos los deportes de pelota”. A pesar de este comentario un tanto exagerado, no se puede negar la popularidad de esta disciplina deportiva y lo acertado de divulgar la actividad física con una buena cantidad de pistas a escasos metros de la playa. Todo ayuda a que el barrio vaya limpiando su pasada mala fama.

Sirenas y neptunos

Pero Coney Island no puede quitarse del todo la imagen canallesca, que forma ya parte de su personalidad. Ni puede ni quiere, pues eran muchos los que veían los nuevos tiempos como una pérdida de identidad. Pero poco a poco van reconociendo que las cosas se están haciendo bien. Los viejos establecimientos se renuevan y los nuevos no dejan de ser ampliaciones de negocios que ya funcionaban en Brooklyn. Es decir, que, por el momento, no se ha abierto la veda a las franquicias de siempre.

Las noches se entrelazan con sesiones veraniegas de burlesque en la playa. Y tan mítico como sus atracciones es el desfile anual de sirenas y neptunos que marca el comienzo de la temporada de verano (The Mermaid Ball Parade) y que termina con una fiesta en el acuario. Aunque es posible que el evento más conocido de esta península sea su concurso anual de perritos calientes, que desde hace 97 años se celebra cada 4 de julio. Este año, el ganador masculino logró engullir nada menos que 68 hot dogs, mientras que la triunfadora en categoría femenina se quedó en 45. Son cosas que solo pasan en Coney Island.

Edison, la luz, la noria y el cine

La historia de Coney Island y la del inventor Thomas Edison no solo se cruzan sino que son indisolubles. Edison era el proveedor de la energía que impulsaba los juegos mecánicos. Pero, además de un buen negocio, Coney Island le proporcionó el mejor banco de pruebas posible para sus descubrimientos. Fue además el impulsor de un acontecimiento que acabaría siendo mucho mayor que los parques recreativos: el cine. Hacia 1906 había cerca de treinta salas de cine operando en Coney Island, la mayoría usando los proyectores y las pantallas patentadas por Edison.

El origen y el éxito de los "hot dogs"

Se considera que el inventor del perrito caliente fue el inmigrante alemán Charles Feltman. En el año 1867 tuvo la idea de introducir salchichas en bollos de pan para que sus clientes no tuvieran que utilizar los cubiertos y salió a vender su producto a la playa en un pequeño carro. El éxito de esta creación culinaria fue inmediato y poco a poco las salchichas de Coney Island fueron una obligación para todo el que se acercaba a la playa. Murió en 1910 dejando a su familia un pequeño imperio. En 1920 sus herederos abrieron un gigantesco pabellón-restaurante, el Feltman’s Ocean Pavilion, con la pequeña fortuna que habían heredado, pero el negocio no prosperó. Fue precisamente uno de sus empleados de origen polaco, Nathan Handwerker, quien años más tarde abrió el restaurante que ha sobrevivido hasta hoy. Su idea fue vender a mitad de precio lo que ofrecía su antiguo patrón y cambiar algo el sabor con una receta de su mujer. Nathan’s Famous es hoy una gran cadena con restaurantes en todo el país.


viernes, 7 de diciembre de 2012

El aroma de la trufa negra en los bosques de Soria

Cómo llegar

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Las Sierras de la Demanda, Urbión y Cebollera convergen en la comarca de Pinares, en la llamada Soria Verde, al norte de la provincia, una región de una gran belleza paisajística y un gran patrimonio histórico-cultural. Con la llegada del otoño y las primeras lluvias, el manto verde cambia de color y aparecen los preciados tesoros del bosque: los hongos. En esta zona se conocen unas 170 variedades de setas, de las que solo la tercera parte son comestibles, y de esas, solo diez o doce son de gran valor gastronómico. Las variedades comestibles más interesantes son los níscalos (Lactarius deliciosus), las setas de cardo (Pleurotus eryngii), los migueles de pino (Boletus edulis), los rebozuelos de roble (Chantarellus cibarius) y las angulas de monte (Chantarellus Lutescens),… setas con todos los aromas del bosque. Además, tienen un alto contenido en vitaminas y minerales (yodo, potasio, fósforo, selenio) y bajo en grasas e hidratos de carbono.

Permiso para recoger

Más de la mitad de la población de Soria está implicada en el sector micológico: hostelería, turismo, gastronomía, recolección, conservas, elaboración de productos artesanos...… Una industria que genera importantes beneficios. Pero la recogida no es gratuita. Hay que solicitar un permiso personal e intransferible y que obliga al cumplimiento de la ordenación vigente. Hay varios permisos según el empadronamiento del solicitante (local o foráneo), la duración (un día, fin de semana o temporada) y los fines (recreativo o comercial). El permiso recreativo permite recolectar hasta un total de 5 kilogramos por día, sumando todas las variedades que lleve en la cesta. Con el permiso se entrega la Guía del Recolector y la Buena Conducta en el Bosque. Entre los buenos consejos de esta guía figura que hay que recolectar solo las especies conocidas y la cantidad que se vaya a consumir; evitar las formas jóvenes por su difícil identificación, y las maduras porque suelen ser indigestas y carecen de valor culinario; no recoger setas de zonas contaminadas; usar siempre cestas con buena aireación y depositar las setas boca abajo, no rastrear ni alterar el suelo porque destruiríamos el micelio, y no ensuciar el bosque. Medidas que pretenden garantizar la explotación racional.

Tesoro bajo tierra

En estos bosques se encuentra el tesoro escondido, con un enorme valor gastronómico: la trufa negra. Al contrario que las anteriores, este hongo no tiene seta externa, aquí el sistema reproductor y el cuerpo del hongo están bajo tierra. El micelio del hongo forma con las raíces del árbol una micorriaza que es una simbiosis de especies diferentes en la que huésped y parásito salen beneficiados siguiendo la máxima del Quid pro quo (yo doy, tú das), donde el micelio de la trufa engloba las raíces de la encina aportando minerales y protegiéndolas de la escasez de agua. A cambio, el árbol le proporciona los nutrientes (hidratos de carbono) que necesita. La trufa es un ser vivo muy inteligente: no solo necesita un árbol para alimentarse sino que además necesita de un animal para propagarse y reproducirse, por eso cuando está madura desprende un olor intenso a metano y ajo, ese mismo aroma que la hace tan apreciada como condimento culinario, para atraer animales con un olfato potente, como jabalíes, perros… El animal la come y va diseminando las esporas por el camino junto a sus excrementos. Con este sencillo acto, de nuevo se vuelve a cerrar el círculo del quid pro quo (yo te doy un delicioso manjar y tú me propagas). Hay más de 70 variedades de trufas, pero solo dos son las más apreciadas: la trufa negra (tuber melanosporum) y la trufa blanca italiana (tuber magnatum), y las dos han visto muy disminuida su producción por la explotación intensiva de los recursos silvestres.

En España se da la trufa negra de invierno (truffe du Périgord, en Francia, y tartufo nero pregiato, en Italia). Crece de forma silvestre en regiones como Soria, Huesca y el Maestrazgo, y representa el 50 por ciento de la producción mundial. Además, en Abejar hay una finca con más de 600 hectáreas de encinas infectadas con trufa que es la mayor extensión de trufa cultivada en el mundo. Madura de diciembre a marzo y para su localización se utilizan perros truferos que, atraídos por su olor, marcan el lugar donde está la trufa y el recolector, con un cuchillo trufero, la desentierra.

Con semejantes manjares es fácil imaginar que la cocina de esta tierra lleva los sabores del bosque y son muchos los restaurantes que ofrecen menús micológicos en temporada. La Lobita es uno de esos restaurantes especializados que logrará sorprendernos con platos como las alubias de La Vega de Ucero guisadas con helado de morcilla y gel de zanahoria o sus paisajes con los aromas y sabores del pinar en los que no falta la piña verde (la piña del pino) rayada sobre el lomo de ciervo. La cocina de Elena tiene una fuerte raíz tradicional que ella actualiza a su manera, utilizando los productos de la zona: caza, setas, panceta, picadillo, mollejas, alubias arroceras... Con ellos elabora una cocina de proximidad, sabrosa, sana y saludable. Una sorpresa que no hay que perderse.

En el pequeño pueblo de Caracejos, en la Posada Real de Carreteros nos encontramos con la cocina tradicional, sencilla, sabrosa y, sobre todo, hecha con unas materias primas de excelente calidad (las verduras son del huerto propio; las setas, de los pinares; la caza, del bosque). Una cocina que sorprende con apuestas arriesgadas como la ensalada de caza con setas o los espárragos blancos rellenos de boletus y jamón. Pero lo mejor de todo es acompañar a Cosme para recolectar uno mismo las setas y cocinarlas por la noche con Luisa en su cocina, una experiencia y un manjar que sabrán a gloria.

No podemos dejar Soria sin pasar por la capital y comer en Baluarte, donde degustaremos de la mano de Oscar una cocina de autor, actual y moderna, con los sabores de siempre. En temporada ofrece un menú degustación con las setas como tema: croquetas de boletus, arroz meloso con setas de cardo, huevo a baja temperatura con papel de setas, panceta confitada... Para terminar, un helado de boletus o una tierra de chocolate al aroma de hongos, un menú razonado y equilibrado que hay que probar. Y para acompañar, nada mejor que un vino de la Ribera del Duero de Soria.

En la cesta

En los mercados encontramos las setas frescas en temporada, pero hay industrias conserveras que las venden congeladas, deshidratadas, en polvo, en aceite... Y otras industrias que utilizan las setas como un ingrediente más de su producto, como son los quesos con trufa de Oncala o el foie trufado de Malvasía. No podemos dejar la región sin llevar en nuestra mochila una cajita de mantequilla dulce de Soria, la única con Denominación de Origen, unas rosquillas del convento de las clarisas y un tarro de miel de biércol, considerada una de las mejores mieles de mundo.

Lo que hay que saber sobre el reino de los hongos

Los hongos son unos organismos que pertenecen al reino Fungi. A diferencia de las plantas, no realizan la fotosíntesis y necesitan alimentarse de materia orgánica. Hay hongos que no producen setas, como las levaduras (las que fermentan vino, pan, cerveza...); de otros se obtienen antibióticos como la penicilina (penicillium) y otros infectan a animales y plantas. Los hongos que recolectamos en el campo sí tienen seta, que es la parte reproductiva del hongo (el fruto), cuya misión es producir esporas y conseguir que se dispersen. El cuerpo del hongo, el micelio, es un conjunto de filamentos que forman una masa densa bajo tierra. Hay que cortar la seta por la base del pie y dejar intacto el micelio para que origine nuevas setas la siguiente temporada.


Una aventura de película por los platós naturales de Andorra

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El Principado de Andorra, ese suelo de personalidad montañosa encarnada por los Pirineos, es el territorio en el que la película Los secretos de los 24 escalones (2012) recrea una vieja leyenda que recae sobre la espalda histórica de templarios y cátaros.

Uno de los paisajes más escondidos andorranos, la aldea de Llorts, se convirtió en plató principal del rodaje. Cuando el frío de octubre de 2010 se colaba por esta puerta de entrada al valle de Angonella, una ruta que sale desde la iglesia románica de Sant Serni y conduce a parajes casi intocados a más de 1.200 metros de altura, en este pequeño y acogedor poblado de la parroquia de Ordino se dieron cita grupos de diablos que celebraban la Fiesta del Fuego y caballeros de capas blancas con cruz roja de la orden del temple llenaban la noche de Llorts.

Pero todo eso respondía a la ficción. La realidad es que en este territorio comienza el sendero de los Hombres de Hierro, camino jalonado por esculturas que homenajean a los arrieros que transportaban este mineral desde el siglo XVII hasta el XIX, obtenido de las entrañas de la minas, otra de las atracciones viajeras visitable durante el verano.

Andorra posee setenta lagos de alta montaña, con el aliciente de que en alguno de ellos se practica el submarinismo. Como en esta película las leyendas son el hilo conductor, el equipo de producción se desplaza hasta el lago Engolasters para enseñar su belleza nocturna en panorámica y sumergirse ficticiamente en sus aguas, espectadoras de fábulas que hablan de barahúndas de brujas desnudas encantadoras de hombres. Hoy es una estupenda alternativa para senderistas, ciclistas y pescadores que emprenden la marcha desde la cercana Andorra la Vella.

Las escenas de interior se ruedan en el pueblo con más actividad nocturna del Principado: Arinsal. Allí vive el historiador Carlos, estudioso de los cátaros y portador del documento que informa sobre el camino que conduce al misterioso cementerio de los 24 escalones. De momento, la villa es la plataforma de lanzamiento para quienes quieren subir hasta la estación de Vallnord o conocer el Parque Natural de Comapedrosa.


miércoles, 5 de diciembre de 2012

Cruz de Tejeda, elegido el mejor Parador del 2012

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El Parador de Cruz de Tejeda (Gran Canaria) ha cautivado a tantos viajeros que su valoración en TripAdvisor le ha situado, este 2012, en el número uno del ranking de los diez mejores Paradores de la red. El pasado año los Paradores distinguidos fueron los de Toledo, Aiguablava (Girona), La Gomera, Cuenca, Nerja (Málaga), Baiona (Pontevedra), Santo Estevo (Ourense), Granada, Lerma (Burgos) y Cardona (Barcelona). Este año, el primer puesto de la clasificación ha viajado hasta el centro de Gran Canaria, ya que este Parador es el que cuenta con más comentarios y más elogios. ¿Por qué? Al menos por diez razones que justifican el premio (y el viaje):

1. VISTAS. Es un placer de dioses sentarse en la terraza del Parador y ver el espectáculo que Miguel de Unamuno denominó “la tempestad petrificada”. Simas, bosques y formaciones volcánicas dibujan un paisaje agreste e intenso, que pocos imaginan en una isla afamada por sus playas. Destaca la presencia del Roque Nublo, uno de los mayores del mundo por su altitud: 80 metros desde su base, a 1.800 metros del nivel del mar. Fue lugar de culto aborigen, como su vecino, el Roque Bentayga. Detrás de los roques se divisa el mar y, al fondo, la costa de Tenerife y el Teide.

2. SENDERISMO. El Parador está situado en el centro de una antigua red de senderos que unía la población de Tejeda, en la caldera volcánica, con la vega de San Mateo y otras poblaciones vecinas. La red se ha rehabilitado para disfrute de los senderistas, que pueden pasearse entre pinos gigantes canarios, vegas de almendros, bosques atlánticos y formaciones volcánicas. La ruta más frecuentada lleva hasta el Roque Nublo desde las inmediaciones del sitio conocido como la Culata, por un camino bien señalizado. Hay empresas especializadas en turismo activo que proponen, además de senderismo, excursiones a caballo, barranquismo y escalada.

3. GASTRONOMÍA. Carne de cochino, baifo (cabrito), conejo en salmorejo, papas arrugás, mojo rojo, pucheros de legumbres y quesos artesanos son algunas de las especialidades canarias que ofrece la carta del Parador. Más típicas del lugar aún, porque nacen en el municipio de Tejeda, son las delicatessen elaboradas con almendra: mazapán y bienmesabe. La almendra de Tejeda es una de las más famosas de España. La primera instalación eléctrica del municipio fue alimentada por un motor diésel que se utilizaba de día para partir almendras. Todavía hoy parte de la producción se elabora al modo tradicional. El mazapán y el bienmesabe son dulces exquisitos a cuya singularidad se suma la oferta de quesos: Gran Canaria fue Capital Mundial del Queso en 2009.

4. HABITACIONES. El Parador ofrece 43 habitaciones (nació con diez), todas amplias, acondicionadas, luminosas y bien comunicadas con las zonas comunes. Dos son accesibles a personas discapacitadas. Las más solicitadas son las dobles con techos abuhardillados de gruesas vigas de madera que, por su carácter romántico, evocan un refugio de montaña. La estancia más singular es la júnior suite. Tiene una gran terraza (con un balancín de mimbre) desde la que se divisan la caldera, los roques, los bosques y el mar.

5. SERVICIO. La mayoría de los comentarios recogidos por TripAdvisor que se refieren a Cruz de Tejeda destacan la amabilidad, eficacia y simpatía del personal del Parador. No será una sorpresa para quienes conozcan otros establecimientos de la red. En este caso, hay que convenir que la dulzura canaria, que es una propiedad de los habitantes de estas islas, no está solo en sus postres y acompaña también al personal de este Parador.

6. SPA. El moderno Spa del Parador de Cruz de Tejeda ofrece piscina, sauna, baño turco, chorros relajantes, duchas estimulantes y tumbonas de hidromasaje. Además, propone especialidades canarias: envolvimiento con aloe vera, masaje nutritivo con aguacate, baño de miel facial y corporal y Tejeda stone experience, con piedras locales volcánicas. La piscina se prolonga hasta un espacio abierto, junto a los pinos, que permite disfrutar de los atardeceres en bañador, a la temperatura de la zona de relax.

7. TRADICIÓN. El Parador nació en 1937 como albergue. El lugar fue elegido por su posición elevada frente a un paisaje excepcional. El diseño del edificio y su primera decoración fueron firmados por el pintor canario Néstor Martín Fernández de Latorre, uno de los máximos representantes del simbolismo modernista, y por su hermano Miguel, arquitecto. Muchos rincones del Parador conservan la impronta de su primera época. En algún anaquel hay antiguos objetos de plata y de peltre, como relojes astronómicos o esculturas. Una de las lámparas de madera más valiosas del salón principal incorpora figuras vestidas con los trajes típicos canarios.

8. CIELO. Rara es la noche en la que no se puede disfrutar de un cielo limpio y claro, con el brillo de miles de estrellas. Los vientos alisios, la mínima contaminación lumínica de la isla y una sensibilidad especial hacia la contemplación del cielo que se ha extendido en Canarias (y que ha contribuido a formar los primeros guías estelares de España, especializados en facilitar la observación de las estrellas) explican la belleza de un cielo que se llena de estrellas fugaces en agosto (perseidas), octubre (oriónidas) y noviembre (leónidas).

9. TEJEDA. El pueblo de Tejeda, a 1.050 metros de altura sobre el nivel del mar, agrupa varias hileras de casas blancas sobre los pliegues de la caldera volcánica, de forma que, en ocasiones, parece Santorini, con cuyas crestas podría rivalizar en belleza. Imprescindible visitar la Dulcería Nublo, con su horno de leña que se prende con cáscara de almendra amarga. Hay que probar las almendras garrapiñadas, el mazapán, las mermeladas (tomate, naranja, albaricoque, ciruela), el bienmesabe y disfrutar de la amabilidad de Rosa María, la dueña. Entre los museos del pueblo (hay tres) destaca el Centro de Plantas Medicinales, muy visitado por expertos de China interesados en las virtudes de la ruda, el espliego, el romero y otras plantas de bosque y de roca, que, según la tradición, curan enfermedades y sanan y protegen frente a la envidia y el mal de ojo.

10. GRAN CANARIA. Cruz de Tejeda está en el centro geográfico del norte de la isla, en una inmejorable posición como base para recorrer todos los atractivos de Gran Canaria. La capital, con su famosa playa de Las Canteras, se encuentra a 35 kilómetros del Parador. Hacia el sur, la CG 60 lleva hasta Maspalomas, que este año ha sido sede del Día Mundial del Turismo y celebra su 50 aniversario como municipio turístico. Las dunas y el palmeral de Maspalomas son otros atractivos de una isla que posee 33 espacios naturales protegidos, suma 236 kilómetros de costa y parece, por su biodiversidad, un continente en miniatura. En Los Tilos de Moya, al noreste de la isla, se encuentra el último reducto grancanario de laurisilva.

TOP TEN DE PARADORES

Los viajeros, clientes de Paradores, que han participado en la confección de esta clasificación, con sus comentarios y valoraciones en la web tripadvisor.com, han decidido que este año el primer puesto del podio sea para el Parador de Cruz de Tejeda, descrito como “un lugar perfecto para desconectar” y por sus “impresionantes vistas hacia el Roque Nublo”, entre otras apreciaciones. Le siguen en la clasificación los establecimientos de Cáceres y Alcalá de Henares, que recogen opiniones de usuarios como “excelente atención, buena ubicación, limpieza y equipamiento” en el caso del hotel extremeño y por las instalaciones “modernas, amplias, cómodas y bien situadas” del edificio alcalaíno, según los usuarios de la web de viajes. El resto de la lista la componen, por orden, los Paradores de La Gomera, que repite presencia en el ranking respecto al del año pasado por su “situación privilegiada, maravillosas vistas, habitaciones enormes y excelente jardín”, y el de Úbeda (Jaén), al que un usuario cataloga como “una maravilla de lugar por su decoración y estado de conservación”. El sexto puesto lo ocupa el Hostal dos Reis Católicos de Santiago de Compostela por ser “un lugar maravilloso”, seguido por los edificios malagueños de Antequera, Ronda y Nerja. Finalmente, en décimo lugar encontramos al Parador de Plasencia, un lugar “romántico, limpio, elegante, lujoso y con muy buen servicio”, según los viajeros.

LOS 10 MEJOR VALORADOS


1. Cruz de Tejeda, Gran Canaria

2. Cáceres

3. Alcalá de Henares

4. La Gomera

5. Úbeda

6. Santiago de Compostela

7. Antequera

8. Ronda

9. Nerja
10. Plasencia


martes, 4 de diciembre de 2012

Arévalo, la villa favorita de Isabel la Católica

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Los productores de la serie Isabel –con minutos de oro de más de cuatro millones de espectadores– lo tuvieron fácil con respecto a Arévalo. No hizo falta Photoshop, ni trucos. Desde los trigales y pinares que envuelven a la villa abulense, la actual imagen del castillo podría ser la misma que cinco siglos atrás. Lo que ocurre es que la serie miente (en aras del efectismo); no fue en ese castillo donde vivieron los años más felices de su vida Isabel y su hermano Alfonso, junto con su madre viuda Isabel de Portugal (y su abuela Isabel de Barcelos, a la que nadie menciona, ¡pobre!). No vivían ahí sino en un palacio o Casas Reales que había en la Plaza del Real, edificio que fue luego convento y aguantó el tipo hasta que unos meses después de morir Franco lo demolieron, sin más contemplaciones.

Ciudad señorial

Arévalo es telón de fondo en toda la serie porque sus trece capítulos se ocupan solo de la Isabel joven, hasta que fuera proclamada reina de Castilla. El palacio real (pueden verse fotos, y su maqueta, en el museo de la ciudad) desapareció, y esa misma suerte parecen a punto de correr unos cuantos más, grapados y sostenidos por prótesis de hierro. Y es que Arévalo fue una de las ciudades señoriales de Castilla, cuya corte era itinerante (hasta Felipe II). Importante por sus defensas naturales (cercada por las hoces de los ríos Adaja y Arevalillo) y militares, pero, sobre todo, por su opulencia, debida a la lana y especialmente al cereal. Como anécdota, cuando el poeta Gil de Biedma (que veraneaba muy cerca de allí) tuvo que pronunciar el discurso de ingreso en la carrera diplomática, en vez de elegir, como sus colegas, ciudades de postín, tipo Roma, París o Londres, eligió, para asombro de todos, Arévalo.

La puerta llamada de Alcocer, que da acceso a la Plaza del Real (y al palacio esfumado), es un regalo que hicieron los árabes a la ciudad cuando era suya (además de alcantarillado y otros lujos urbanos). En esa puerta-baluarte, además de la Oficina de Turismo se instaló no hace mucho un pequeño Museo del Cereal, algo muy apropiado para este enclave cerealista, que lo sigue siendo. A las afueras del casco urbano se mantienen en pie varias harineras; una de ellas sigue funcionando y, según los entendidos, es uno de los dos o tres puntos donde más grano se mueve de toda España (Arévalo cuenta con ferrocarril y buenas carreteras). El museo está instalado en la parte alta del torreón, en lo que fuera cárcel hasta hace poco –se ven los grafiti de los presos–, y su capilla. Hay otro espacio dedicado al cereal, dentro del (muy rehecho) castillo; éste se puede visitar, aunque el museo no está aún inaugurado. Se trata en realidad de un muestrario; si los incas cultivaron, dicen, hasta tres mil variedades de patata, en esta colección se muestran unos 250 cereales, que no está mal. Naturalmente hubo y hay una alhóndiga o depósito de trigo; se conserva la fachada y poco más, y ahora lo que almacena no es grano ni paja: es una biblioteca.

Moros y judíos

En el trajín por los rincones de Arévalo nos ha estado saliendo al paso, de forma persistente, el ladrillo, ahora tan denostado. Símbolo y alma de un estilo de arquitectura y también de vida: el mudéjar. El estilo mudéjar traduce el mestizaje que imperaba entonces en Castilla (cosa que refleja bien la serie televisiva), tanto en arte como en ropas o costumbres. Los cristianos de Arévalo se llevaban, más o menos, con judíos y musulmanes; la aljama o barrio judío contaba con unos 600 vecinos, y la morería, con algunos más. Aparte de los relumbrones cristianos, casi todos de paso, Arévalo vio nacer a figuras de relieve que son más conocidas fuera que dentro de España, como Mancebo de Arévalo, autor de la Tafçira, tratado de mística islámica, o como Abraham Gómez Silveira, emigrado a Holanda en el siglo XVII, rabino y escritor. Sí se conoce más al paisano Fray Juan Gil, fraile trinitario que rescató de las cárceles de Argel a más de 500 cautivos, entre ellos un tal Miguel de Cervantes.

Esto y más puede verse en el Museo de Historia de la ciudad, ubicado en la antigua Casa de los Sexmos (un tipo de impuesto, para entendernos, como los diezmos). Esta casa está en una de las plazas más bonitas y mejor conservadas de Castilla, la Plaza de la Villa (¿cómo no la han aprovechado en la serie?), porticada y presidida en sus extremos por dos iglesias mudéjares, Santa María y San Martín. En la de Santa María puede verse un Pantocrátor románico en el ábside, y otras pinturas. La de San Martín, con dos torres gemelas que no lo son, ha sido reconvertida en centro cultural de la Obra Social de Caja Ávila; un ágora importante, por los conciertos y exposiciones que aloja, pero también por la propia arquitectura, armónica emulsión de románico, mudéjar y barroco.

Gente importante

Naturalmente, hay más cosas para ver y disfrutar de Arévalo. Aparte del skyline singular de torres que se ve desde la autovía, hay palacios y casonas reutilizados, iglesias (algunas cerradas) y conventos (en ruina), puentes, calles soportaladas y casas de cuño mudéjar más o menos vetusto. Y muchos fantasmas, de gente importante que se movió por aquí; los que salen en la serie (Isabel volvió muchas veces a la que llamaba “mi villa”, su Rosebud añorada) y otros, como Ignacio de Loyola, o la segunda mujer del marido de Isabel, Fernando el Católico...

Hablando de gente, muchos saben que el periodista Emilio Romero (muerto en 2003) era de Arévalo; pero no tantos sabrán que allí nació también Eulogio Florentino Sanz, un señor que compuso algún drama y tradujo nada menos que a Goethe y Heine del alemán, dándolos a conocer a nuestros románticos. También era de allí el escritor Julio Escobar, muerto en 1994 y bien conocido por gastrónomos ilustrados; decía que los peces del Adaja eran “incorruptibles” (es verdad, se momifican o secan bien, con tripas y todo, gracias al arsénico que arrastra ese río taimado...).

Hablando de comer, otro de los atractivos capitales de Arévalo es el tostón. En la calle Santa María, José María y María José Martín, hermanos gemelos y quinta generación (por lo menos) de panaderos, siguen asando cochinillos en horno de encina. Lo hacen para particulares o restaurantes (aunque estos, casi todos, tienen horno propio). Han llegado a asar hasta trescientos animalitos en un día (Nochebuena, por ejemplo). Y presumen de que en su casa (que fue antaño posada) paró en alguna ocasión Santa Teresa. Glosando palabras, precisamente de la santa, podríamos decir que Dios anda también entre cochinos. De hecho, saben a gloria.

Tostón con pedigrí y una divertida receta en verso

El Tostón de Arévalo goza ya de D.O. con su correspondiente logo. Una docena de restaurantes, además de carnicerías o tiendas, se acogen a la marca. El cochinillo, según los cánones, debe tener menos de veinticinco días, pesar unos tres kilos y (dicen los puristas) mejor si es hembra. Se churrasca en horno calentado con encina o cándalos de pino (esta comarca se llama La Piñonería, precisamente). Sobre fuente de barro de Tiñosiños, sin vidriar, para que el barro vaya cogiendo pátina y acabe negro como un tizón (en Tiñosiños, 24 kilómetros al sur de Arévalo, trabaja todavía un alfarero). La receta fetén del tostón la puso en verso un vate local llamado (no es broma) Manolo Perotas; consultar en Internet, es divertidísima.


Carnaval a la indonesia

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Banyuwangi es la ciudad más oriental de Java. Desde su puerto parten los ferris que viajan hasta la ‘hiperturistizada’ isla de Bali. Es un lugar apacible, repleto de gente amable y que cuenta, en las cercanías, con bonitas playas y con el espectacular volcán Ijen. Pese a todo ello, son muy pocos los viajeros que se detienen aquí. La práctica totalidad, tras visitar las principales atracciones de Java, atraviesan sus calles a toda velocidad en busca del barco que les conduzca hasta el supuesto paraíso que esperan encontrar en Bali.

Esta es la razón por la que, los pocos extranjeros que pasean por Banyuwangi son vistos como una atracción por la población local. Hombres, mujeres y niños saludan con efusividad y simpatía a los recién llegados. “Hello Míster” se escucha a cada paso, mientras aquellos que saben algunas palabras de inglés tratan de entablar una mínima conversación con el extraño.

La ciudad, en sí, no tiene apenas atractivos turísticos. Sin embargo, cada año, en el mes de noviembre celebra un multitudinario, y muy atractivo, festival cultural. Hoy es el primer día de festejos y un río humano se dirige hacia la playa de ‘Boom’.  “Habrá mil bailarinas danzando a la vez, será un gran espectáculo” nos dice Hudi, un joven peluquero que ha acudido al evento junto a su familia. Son las tres de la tarde y el sol castiga con fuerza esta zona de Java. La gente se protege de él de una forma un tanto extraña para nuestra mentalidad; algunos utilizan el casco de la moto como si de una gorra se tratara, otros visten cazadoras de cuero y polos de manga larga. El termómetro marca 38 grados centígrados, pero muchos asistentes visten como si el festival se celebrara en Noruega. Todo sea para no quemarse y, sobre todo, para que su piel no se oscurezca más por el efecto de los rayos solares.

Una marea humana rodea ya el lugar en que va a desarrollarse el show. Se trata de una gran explanada en la playa, acotada con vallas y presidida por un pequeño escenario. Un grupo de jóvenes reparte miles de panfletos escritos en inglés indicando el lugar en que se encuentra la oficina de información turística de la ciudad. Los lugareños recogen los folletos un tanto extrañados y sin entender lo que en ellos se dice. Está claro que las autoridades locales tratan de atraer turistas promocionando este tipo de eventos. Sin embargo, no hay más de media docena de  extranjeros entre la multitud.

El espectáculo comienza con cierto retraso que a nadie parece importar. Los actores empiezan la actuación representando escenas que reflejan la felicidad con que se vivía en Java antes de la llegada de los colonizadores. Príncipes y princesas danzan con llamativos trajes mientras rinden culto a sus dioses en un ambiente de total armonía. De repente, aparece en escena un grupo de soldados holandeses. Sus rostros están grotescamente maquillados para realzar su maldad.  Los oficiales, montados a caballo, se emborrachan mientras sus soldados maltratan a los nativos. El triunfo final de la cultura javanesa se simboliza con la ‘invasión’ final de la explanada por parte de un millar de jóvenes bailarinas ataviadas con los coloridos trajes tradicionales. Son estudiantes llegadas desde toda la ciudad y sus alrededores. Durante unos minutos, con bastantes aprietos debido a que el lugar se ha quedado pequeño, ejecutan una danza festiva con que se pone fin a la peculiar representación.

Carnaval popular

Veinticuatro horas después se celebra el otro plato fuerte del Festival de Banyuwangi, el llamado Etno Carnaval. Un desfile de música, disfraces y representaciones culturales que recorre las calles del centro de la ciudad. Pese a encontrarnos en una zona mayoritariamente musulmana, esta celebración pagana reúne a la ciudad en pleno. Mujeres cubiertas con el pañuelo islámico, ríen mientras se fotografían junto a alguno de los ‘lady boys’ (travestís) que participan en el desfile. Los hombres saludan alegremente a los cuatro extranjeros que matan la sed tomando una cerveza. No hay ningún reproche, sólo alegría y mucha tolerancia ante las creencias y costumbres del prójimo.

Un grupo de ‘dragones’ abre el cortejo asustando a los más pequeños. Tras ellos, grupos de música tradicional acompañan a las grandes estrellas del día: los portadores de los grandes y sofisticados disfraces carnavaleros. Los trajes son más recatados y humildes, pero recuerdan a los que pueden verse cada mes de febrero en ciudades como Río de Janeiro, Las Palmas o Tenerife. Eso sí, aquí todo es más imprevisible e improvisado. La gente se lanza al medio de la calle para hacerse fotos junto a los protagonistas del pasacalles. El cortejo tiene que detenerse cada minuto, para que un grupo de chicos, chicas o adultos posen frente a la cámara de algún teléfono móvil. El desfile pierde totalmente el ritmo pero gana en espontaneidad y en participación ciudadana.

Tras una hora de parsimoniosa celebración, estalla una gran tormenta. La lluvia comienza a caer con gran virulencia. Muchos espectadores tratan de resguardarse bajo un toldo o un tejado. Pero la mayoría sigue en la calle, empapándose y tomando el diluvio como una parte más de este carnaval a la indonesia.